La salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE) causó desconcierto en la política británica, y conmoción en la arena internacional. Entre otras cosas, Gran Bretaña tendrá ahora que elegir a un nuevo primer ministro, renegociar centenares de contratos con el bloque europeo, esclarecer su política migratoria, y mitigar, especialmente a corto plazo, el impacto económico que trajo consigo la caída de la libra.
En efecto, existe mucha especulación sobre que pasará a continuación. Para los partidarios del Brexit, este representa la “independencia” británica de los burócratas de Bruselas. Para sus detractores, la disociación pone en riesgo la misma continuidad del Reino Unido como tal. Existen amplios sentimientos separatistas entre los escoceses, y estos podrían llegar a buscar un segundo referéndum. Por otro lado, a razón de lo acontecido, muchos conjeturan que el final de la UE podría asomarse por el horizonte. Para los proeuropeos, existe el riesgo de que, en lo sucesivo, otros países sometan a referéndum su membrecía en dicho proyecto de integración continental.
Como disciplina académica, el estudio de la diplomacia y de los asuntos internacionales presenta varios marcos teóricos. En esta materia, las teorías imparten aproximaciones conceptuales para explicar y dar cuenta del comportamiento de los actores que influyen sobre el globo. Por supuesto, el principal foco de los modelos teóricos son las entidades políticas, particularmente los Estados.
Como bien sabe cualquier estudiante de Relaciones Internacionales, los modelos teóricos estriban de una pregunta filosófica fundamental. Como entes racionales por naturaleza, ¿qué somos los seres humanos?, ¿bondadosos o egoístas? En líneas generales, según la respuesta que uno escoja, se estará más cerca de una postura “realista” o de una postura “liberal”. Este debate es el más trascendental de la disciplina. A partir del comportamiento humano, las teorías –realistas o liberales– buscan predecir el comportamiento de los Estados.
En tanto los realistas dirán que los Estados actúan motivados por intereses egoístas, principalmente en función de acrecentar su poder e influencia, quienes suscriben con alguna vertiente liberal dirán que esta machtpolitik, o “política de poder”, no es tan determinante como los realistas sugieren, y que los Estados, en las circunstancias adecuadas, prefieren cooperar antes que desconfiar entre sí.
Por otro lado, dejando de lado el debate entre realistas y liberales, existe un tercer enfoque que viene ganando protagonismo en las últimas dos décadas. Se trata de una perspectiva amplia, en rigor con dos vertientes principales, que adscribe a la opinión de que la cultura tiene un rol preponderante en las relaciones internacionales, puesto que los valores y las ideas de las sociedades sopesan sobre el comportamiento de los Estados. Como hablar de cultura es hablar de algo abstracto –algo con lo que no se puede “experimentar” con facilidad– este es un concepto difícil de definir, y no obstante fácil de comprender. Es evidente que no todas las sociedades comparten la misma cultura, las mismas normas o preferencias, y que esto, a su vez, tiene un impacto en la política internacional. Quienes sostienen que la cultura es algo más o menos estático difícil de cambiar (con especial énfasis en la religión) se llaman culturalistas, y se posicionan más cerca de los realistas. En cambio, quienes sostienen que las normas y preferencias son el resultado de construcciones sociales cambiantes se llaman constructivistas, y se posicionan más cerca de los liberales.
¿Pero cómo aplican estos enfoques a Medio Oriente? Soy de la opinión que, de la misma manera en que no existe una única receta para los problemas del mundo, un solo enfoque teórico no puede abarcar la complejidad y la vertiginosidad del globo. Pero si bien siempre hay un punto en donde los conceptos se complementan entre sí, en algunos casos algunos funcionan mejor que otros. Es decir, una teoría que puede explicar la realidad algunas veces, en determinado tiempo y lugar, posiblemente fallé para contextualizar lo que acontece en otro momento y espacio. ¿Qué hay entonces de Medio Oriente? ¿Qué enfoques teóricos son más adecuados para denotar lo qué sucede?
Como parte de una entrega de tres partes sobre la teoría de las Relaciones Internacionales y Medio Oriente, si por lo pronto tengo que escoger entre una de estas grandes disposiciones teóricas escojo la postura realista. En artículos venideros discutiré las otras aproximaciones. Continuar leyendo «Teoría de las Relaciones Internacionales y Medio Oriente: realismo»
Publicado originalmente en AURORAel 19/06/2016. Aquí se ofrece una versión más extensa del mismo artículo.
Las relaciones entre Israel y Rusia están en su punto histórico más alto. Para inferir esto, alcanza con observar que viene dándose un número sin precedentes de reuniones oficiales. El 7 de junio marcó la tercera vez, desde septiembre del año pasado, en que Netanyahu viaja a Moscú a estrechar la mano de Vladimir Putin. En este sentido, ambos países conmemoraron el 25 aniversario de relaciones diplomáticas.
Algunos comentaristas hablan de un romance, que sea ideológicamente verídico o de conveniencia estratégica, viene haciéndose más serio desde hace años. El presidente ruso visitó Israel dos veces, en 2005 y en 2012. También notorio, Avigdor Lieberman, exministro de Exteriores y actual ministro de Defensa, es admirador de Putin, y se ha vuelto un parroquiano del Kremlin: visitó Moscú en 2009, 2011, 2012, 2013 y 2015. Todo esto sin contar diversas reuniones ministeriales, y múltiples acuerdos de cooperación.
En esencia, es evidente que existe un vínculo creciente entre Rusia e Israel. Esta amistad se explica en correlaciones de índole pragmática, que aparentemente lograron sobreponerse a las importantes diferencias de criterio que separan a las partes. Lo que no está claro todavía, es si estas afinidades serán determinantes al momento de definir las relaciones bilaterales a largo plazo. No obstante, dado el nivel de cooperación sin precedente entre Moscú y Jerusalén, es conveniente analizar una relación que –según lo cree este autor– podría alterar significativamente el panorama diplomático de Medio Oriente. Continuar leyendo «Israel y Rusia: relación estratégica»
El pasado 8 de junio dos hombres trajeados se sentaron en un café de Tel Aviv alrededor de las 9 de la noche. Veinte minutos después sacaron armas y comenzaron a disparar a mansalva. Los terroristas, procedentes de las cercanías de Hebrón, un bastión de Hamas en Cisjordania, mataron a cuatro personas, e hirieron a 7.
Así comenzó otro Ramadán violento. Pocos días después, el 12 de junio, un «lobo solitario» del Estado Islámico (ISIS) llevó a cabo el peor atentado en Estados Unidos desde el 11 de septiembre de 2001, matando a 50 personas en una discoteca de Orlando. Más allá de las palabras condenatorias de algunos líderes mundiales, es necesario observar que hay quienes celebran este tipo de atrocidades. A raíz del primer atentado en Israel, algunos palestinos salieron a las calles para festejar lo que ellos consideran una victoria, llamando al Ramadán como “el mes de la Jihad”
En el caso palestino estas celebraciones son espontaneas. En tanto los activistas de Hamas se congratulan en las redes sociales, los funcionarios de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) evitan el gesto impopular que representa condenar la violencia. Desde hace décadas los palestinos son instruidos desde pequeños a odiar a los israelíes. Se les inculca que no hay honor más alto que sacrificarlo todo, incluso la vida, con tal de expulsar al «enemigo sionista» al mar. Esta realidad, si bien no es representativa de la totalidad del colectivo palestino, es un claro obstáculo al proceso de paz, y, así cómo lo mencionaba más detenidamente en agosto, da cuenta de la radicalización de la sociedad palestina. Dado que los medios de comunicación no suelen mostrar esta faceta del terrorismo, considero conveniente compartirla en este espacio. Continuar leyendo «Atentado en Tel Aviv: así se festeja entre los palestinos»
Artículo Original. Publicado también en INFOBAE el 9/06/2016.
El último 3 de junio Francia organizó una jornada para promover un acercamiento entre israelíes y palestinos. Frente a la indisposición de los representantes litigantes, la cumbre no convocó a ninguna de las partes enfrentadas. El evento, encabezado por el presidente galo François Hollande, reunió a los principales actores interesados en la resolución del conflicto, incluyendo a Estados Unidos, la Unión Europea, y funcionarios de diversos Estados, algunos más pro-Israel, y otros más pro-Palestina.
Como era de esperar, el evento fue a lo sumo simbólico, y no se estableció ninguna decisión relevante. Israel se refirió al acontecimiento como “una oportunidad perdida”, y, en contraste, la Autoridad Nacional Palestina felicitó a los organizadores por presionar al primero. Pero, al fin y al cabo, no sucedió nada remarcable, nada inesperado. Tal es la intrascendencia de la jornada, que Alemania, Rusia y Gran Bretaña no enviaron a sus ministros de Exteriores.
Por otro lado, en tanto los esfuerzos diplomáticos de las potencias han fracaso, Egipto se perfila como un posible mediador entre israelíes y palestinos. Esta es concretamente la ambición de su presidente, Abdel Fattah al-Sisi, quien mantiene una relación cordial con las partes enfrentadas. Sisi busca que Benjamín Netanyahu y Mahmud Abbas se sienten juntos en El Cairo, y espera, si estos logran un avance, ganarse los laureles debidos, y el reconocimiento de la comunidad internacional. En vista de las circunstancias, cabe preguntarse quién es mejor mediador. ¿El presidente francés o el rais egipcio? Continuar leyendo «Israel y Palestina: ¿mediación francesa o egipcia?»
El 31 de mayo marca el cumpleaños número cien de Bernard Lewis, posiblemente el más reconocido historiador y catedrático del mundo islámico en vida. Nacido en Londres, es autor de más de treinta libros, y es una de las voces más influyentes en lo concerniente a los asuntos de Medio Oriente. Además de servir de tutor y guía a nuevas generaciones de especialistas, Lewis prestó consejo a diversas figuras de la política, y sus trabajos son ampliamente respetados en todas las latitudes del globo.
En vista de la ocasión, considero oportuno presentar una reflexión en apreciación de este pensador de primer orden. Aunque nunca tuve el enorme privilegio de conocerlo en persona, o de presenciar alguna de sus ponencias en vivo, conozco su obra bastante bien. Por ello, aunque sea de un modo figurado, puedo relacionarme con él a través de sus escritos: tal como sucede en la relación entre un narrador y su lector.
Por lo pronto puedo limitarme a decir que soy un confeso seguidor, y que, a mi modo, lo considero un guía y un mentor. Sus volúmenes contribuyeron considerablemente a mi decisión de buscar la especialización en Medio Oriente; y en tanto esto es cierto, creo que este sitio –este blog– no se habría gestado sin antes conocer yo su obra.
¿Qué hace a Lewis tan especial? Más allá de que cumple cien años, algo de por sí remarcable para cualquier individuo, es su trayectoria como escritor prolífico lo que le ha asegurado su lugar en el panteón de los intelectuales más importantes del presente. Su obra es indispensable para cualquier interesado en lo que acontece en el mundo islámico. La prosa de sus textos es exquisita, y su manera de aproximarse a la historia atrae tanto al lector experimentado como a quien no está del todo al tanto. Bastan motivos para leerlo, y esto, en base al contexto académico y periodístico en el cual me inserto, es particularmente cierto para América Latina, donde su obra no ha logrado el prestigio que alcanzara en Europa y en Estados Unidos. Continuar leyendo «Bernard Lewis: apreciación por un erudito centenario»
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