Artículo Original. Publicado también en INFOBAE el 25/10/2018.
El asesinato de Jamal Khashoggi en el consulado saudita en Estambul, el pasado 2 de octubre, se ha convertido en una novela policíaca de éxito internacional. Con el paso de los días se conocen más detalles acerca de la muerte grotesca del periodista, víctima aparente de la represión de una petromonarquía inescrupulosa, que ni siquiera cuida el decoro de sus sedes diplomáticas. Los captores de Khashoggi tenían órdenes de llevárselo a Arabia Saudita contra su voluntad. Cuando el periodista opuso resistencia, los agentes de seguridad entraron en pánico y –por una razón u otra– terminaron provocándole la muerte. Las fuentes indican que los ejecutores de la fallida operación decidieron entonces hacer lo que en la jerga se conoce como damage control; en esencia, encubrir la evidencia. Se llevaron el cuerpo en una alfombra y se la entregaron a un colaborador para que se deshiciera del cadáver. Los restos habrían aparecido luego descuartizados en la residencia del cónsul saudita.
Más allá de las vueltas que tome el caso en las próximas semanas, lo cierto es que el incidente ha dejado muy mal parada a la casa real saudita, desprestigiando sobre todo al joven heredero y rey de facto Mohammed Bin Salman (MBS). El asesinato del periodista, descrito y graficado por todos los medios internacionales, ha hecho más para despertar el interés por los derechos humanos en su país que la inclemente guerra en Yemen, que según algunas estimaciones ya se habría cobrado la vida de por lo menos 50,000 personas. Sin embargo, dónde verdaderamente se aprecia el impacto del caso Khashoggi es en la arena de la política mundial. Continuar leyendo «Un asesinato geopolíticamente incorrecto»