Análisis de cine. ¡Alerta de spoilers!
Recientemente vi dos películas de 2012 que se prestan a un interesante ejercicio de contraposición. Dejando de lado el aspecto netamente artístico, las películas desempolvan y reflejan en la pantalla narrativas opuestas, entre aquella de la Cristiandad – lo que hoy es Occidente – y el Islam. Me refiero a la superproducción turca Fetih 1453 (Conquista 1453), dirigida por Faruk Aksoy, y a la producción polaca-italiana Septiembre once 1683, dirigida por Renzo Martinelli. La primera es hablada en turco y en griego, y la segunda en inglés.
En esencia, los espectadores descubrirán que mientras la primera película busca inspirar un fuerte nacionalismo turco, acaso una expresión artística del neo-otomanismo, la segunda película idealiza la defensa cristiana de Europa contra los invasores musulmanes.
No sin motivo, ambas películas resaltan en su título un año particular. Fetih1453 románticamente desarrolla la conquista otomana de Constantinopla (Estambul), evento que cristalizó la caída del Imperio romano oriental (y ortodoxo). Septiembre once 1683 idealizaen cambio la defensa de Viena contra los otomanos, evento que signó el principio de la prologada decadencia que sufriría el Imperio otomano, hasta su disolución final en 1922. Por lo dicho, 1453 y 1683 son años que pueden ser interpretados como bisagras históricas, las cuales – para bien o para mal – cambiaron el mundo para siempre.
Civilización y barbarie
No es posible afirmar que las películas en cuestión constituyan fidedignas representaciones históricas. Ambas construyen a su manera una imagen loable para un bando, pero ora depravada para adscribir a las fuerzas del otro lado. En este sentido, el espectador puede rápidamente identificar quienes son “los buenos” y quienes son “los malos”. Fetih 1453 presenta pues a los otomanos como nobles guerreros y estadistas, que luchan contra la ignorante, complaciente y deshonesta cultura romana. Pero en Septiembre once 1683, los otomanos se convierten en despiadados y fanáticos belicistas, dispuestos a todo para conquistar Europa. Los occidentales son aquí retratados como señores civilizados, algunos confiados, otros dubitativos, pero al fin y al cabo dispuestos a mostrar compasión y utilizar la razón.
En Fetih 1453 el protagonista es Mehmed II (Devrim Evin), el sultán-califa que conquista Constantinopla. El líder otomano es presentando como un hombre templado, justo, ecuánime y piadoso. En una escena remarcable que tiene lugar durante los primeros minutos de la película, un asesor le confía a Mehmet su preocupación por el aparente débil perfil que él, el sultán, estaba mostrando. El asesor le cuestiona su indulgencia con posibles rivales internos, y su serena posición frente a los poderes externos. Mehmed responde:
– El gobierno no es un lugar para demostrar poder…Es una herramienta, para proteger los intereses de las personas, proveerles con riqueza y construirles un futuro. Eso es lo que hace a un sultán poderoso.
Por otro lado, el emperador Constantino XI (Recep Aktuğ), el líder bizantino, es mostrado como un hombre lujurioso, altanero y arrogante. En la víspera del asedio, Constantino organiza un gran evento en el hipódromo de la ciudad, oportunidad que toma para congregar y dirigirse a sus súbditos. Aprovecha la oportunidad, por supuesto, para asegurar a los suyos que la ciudad es impenetrable, y despotricar contra los “infieles” turcos.
En una impactante escena final, una vez que los ejércitos otomanos capturan Constantinopla, Mehmed entra en la Hagia Sophia para encontrar a cientos de personas pálidas de miedo, buscando refugio. Es entonces cuando el sultán hace gala de su magnificencia, y asegura a esta muestra simbólica de ciudadanos que sus vidas y propiedades serán respetadas. Reafirma que no serán esclavizados, y que podrán vivir libremente de acuerdo con su propia religión. Instantáneamente las caras pálidas cambian para dibujar el ambiente con sonrisas. Finalmente, cual tradición icnográfica de grandes dictadores, la película cierra con un celebrado Mehmed sosteniendo en sus brazos a una bella niña risueña.
Septiembre once, el día no es una coincidencia inadvertida. El título de la película se refiere ya no solamente al año, pero sino también al día histórico de la batalla de Viena. Cualquiera, no obstante, puede percatarse que el título también hace una clara alusión a los atentados del 2001. En un guion que parece sacado de las páginas de Oriana Fallaci, la película muestra a los turcos como soldados grandilocuentes, ávidos de conquista. En contrapartida, los cristianos aparecen como seres cautos y racionales.
En esta película el líder cristiano es el fraile italiano Marco d’Aviano (F. Murray Abraham). El fraile fue un personaje histórico que mediaba en los asuntos de los príncipes europeos, siendo él quien en gran medida restauró la unidad militar de Austria, Polonia, Venecia y los Estados Pontificios contra el avance de los otomanos. En los primeros minutos de la película se muestra a una muchedumbre congregada en búsqueda de un milagro. Marco les pide que crean en el Señor, e inadvertidamente de pronto una persona ciega recupera la visión.
Al igual que como es el caso de Mehmed en Fetih 1453, Marco es el representante religioso en Septiembre once, y representa todo lo mejor de un mundo. Lejos de ser presentado como un fanático religioso desquiciado, tal como Mehmed llama a la tolerancia religiosa, el fraile de la segunda película detiene a una turba violenta que quiere dar muerte al musulmán del pueblo, amigo personal del fraile. Y como sucede con Mehmed, Marco es retratado en una luz de lo más favorable, en este caso como un hombre austero, integro, cauto y sumamente compasivo.
En contrapartida, Kara Mustafa (Enrico Lo Verso), el gran visir otomano que lidera la campaña militar para conquistar Viena, es un presumido general con una labia pedante. En un momento, asediada Viena, se produce un dialogo entre Mustafa y Marco, este último siendo enviado para negociar con los otomanos:
Kara Mustafa: – Ganaré monje, pero por si alguna razón fuese derrotado, Occidente no debería tener motivo alguno de regocijo, porque su victoria solo recortaría la barba del Profeta. No pasaran muchas primaveras hasta que otro Gran Visir se presente a sí mismo ante las puertas de Viena. Y toda Europa deberá someterse a Alá.
Fraile Marco: – El verdadero Dios no tiene necesidad de sometimiento. Él quiere que los hombres sean libres…para devolverles su amor por ellos.
Kara Mustafa: – Aun estas a tiempo monje, abraza al islam, y te juzgaré con compasión.
Fraile Marco: – Dios es grande, dejémosle esa decisión. Nosotros no podemos tomar su decisión.
En el clímax de la batalla que luego transcurre, en un momento que yo diría simbólico, Mustafa no logra reagrupar a sus vasallos tártaros, quienes lo abandonan en su momento de mayor necesidad.
La trama de Septiembre Once apunta a que si no fuera por la heroica resistencia cristiana de Viena, los tiránicos ejércitos otomanos hubiesen acabado con el modo de vida occidental.
En Fetih 1453 se busca dejar un mensaje similar en relación a la superioridad de los valores islámicos de los otomanos. Obviando el comportamiento piadoso de Mehmet para con sus enemigos, en la película son los mismos obispos ortodoxos quienes, incluso antes de que Constantinopla sea capturada, sospechan que los turcos los tratarían mejor que los católicos latinos. En efecto, el Vaticano condiciona el grueso de la asistencia militar de los reinos europeos a cambio de que Constantinopla se someta al Papa. Enfurecidos, los ortodoxos descargan su ira contra Constantino, quien manda a censurar a sus líderes. Por lo ya mencionado, de este modo el planteo de la película sugiere concluyentemente que los otomanos salvaron a la ciudad de la tiranía de sus líderes, y de una nociva influencia eclesiástica.
Honor y sacrificio
Como toda película basada en alguna batalla histórica, a su modo de ver las cosas, los directores abarcan la cuestión del honor y el sacrificio en el cambio de batalla.
En Fetih 1453 esto es de lo más evidente. La larga batalla por Constantinopla es descrita como una sucesión de martirios en pos del objetivo mayor. En una escena, un grupo de excavadores turcos, que buscan cagar explosivos al pie de la muralla bizantina, se percatan que han sido descubiertos tras sucederse un derrumbe parcial del túnel que estaban construyendo. Antes que intentar escapar, y antes que permitir ser capturados, los excavadores deciden inmolarse cuando los cristianos están por llegar.
Uno de los héroes principales en esta película es Ulubatlı Hasan (İbrahim Çelikkol), el cipayo y lugarteniente de Mehmed II. Hasan rescata valientemente de Constantinopla a un maestro artillero llamado Orbón (Erdoğan Aydemir) y a su hija adoptiva llamada Era (Dilek Serbest). Orbón había sido amenazado por los bizantinos para que construyera un gigantesco cañón pesado para repeler a los otomanos. Pero una vez rescatados, Orban y su hija diseñan semejante cañón para los turcos. Era es un personaje completamente ficticio, añadido para sumar romance y drama a la película. De modo que ella y Hassan se enamoran, y ella le confía que ayudar a los otomanos es una causa personal, siendo que cuando era pequeña los cruzados (ergo los católicos) destruyeron y mataron a todos los habitantes de su aldea, solo por ser musulmanes.
Al final de la película Hasan entrega su vida a la causa reemplazando la bandera amarilla bizantina por la roja otomana. Penetrado mortalmente por varias flechas, el tiempo se detiene mientras Hasan piensa en su amada y, dando su último aliento, arroja la bandera bizantina y clava la bandera otomana en la torre más alta de la muralla de Constantinopla.
En Septiembre once 1683 un efecto similar se produce cuando el fraile Marco se dirige a las fuerzas cristianas y pronuncia un impactante discurso. Al compás de una banda sonora medida para la situación, el fraile exhorta a sus soldados a defender su modo de vida. Les dice que más que defender Viena, están defendiendo a su fe, sus tradiciones, sus vidas, sus familias, su libertad y su futuro – “pues si Viena cae, Roma cae, y si Roma cae, nuestra santa Iglesia cae”. Inmediatamente se produce la única escena en la película en donde el protagonista abandona el inglés para resonar en alemán “Ich glaube” (yo creo).
En otra escena cargada con simbolismo, es revelado que Kara Mustafa le salvó la vida al fraile Marco en el pasado, empujándolo para evitar que un cargamento pesado le cayera encima. Durante su conversación, Mustafa afirma que tal acción fue la obra de Dios, quien salvo a Marco en el pasado para que pueda ser muerto en Viena. A esto Marco responde que la razón por la cual fue salvado, fue para que él pudiera ahora salvarlo a Mustafa. Es decir, mientras que el representante musulmán piensa en conquista y en dar muerte a sus enemigos, el representante cristiano piensa en salvarle, no solamente la vida, sino también – según dice él mismo – el alma al musulmán.
Aún más importante, la película sugiere indirectamente la existencia de importantes diferencias culturales entre los occidentales y los musulmanes. Esto se ve ilustrado por dos situaciones. Primero, el amigo musulmán del fraile, llamado Abdu’l (Yorgo Voyagis), decide abandonar Italia para ofrecer sus servicios a los invasores otomanos. Más aún, Abdu’l decide abandonar a su sordomuda y embarazada esposa cristiana a su suerte. Milagrosamente, la mujer, llamada Cosma (Marius Chivu), encuentra por su cuenta el camino hacia Viena. Más adelante se infiltra en el campamento otomano donde confronta a Abdu’l, ahora hecho un apoderado de Kara Mustafa. Temeroso de perder su cargo y posición, Abdu’l sin embargo no la reconoce. Cosma es entonces conducida a una suerte de corral en donde se agrupa a una muchedumbre de mujeres destinadas a la satisfacción sexual de los soldados. Posteriormente, y solamente en secreto, Abdu’l manda a por ella y allí la pone en libertad.
Trailer de Fetih 1453:
Recomiendo mirar estas películas a quienes gusten del cine independiente y disfruten del debate. Por ahora, salvo que se conozca a un amigo que viaje a Turquía, no conozco otro medio que una descarga pirata para mirar Fetih 1453 (con subtítulos en inglés). En el caso de Septiembre once 1683, esta puede ser accedida alternativamente en el portal estadounidense de Netflix.
Trailer de Septiembre once:
A mi juicio personal Fetih 1453 vale especialmente la pena.Sería la película más cara de la historia del cine turco, y según se informa en Wikipedia, la película fue aplaudida por el premier turco, Recep Tayyip Erdogan, y maldecida en Grecia como una racista propaganda turca. Indistintamente a esto, desde lo netamente artístico, Fetih 1453 logra muchísimo más que Septiembre once. La calidad actoral, visual, y escénica de la producción turca sobrepasa con creces a la producción polaca-italiana. Esta última deja mucho que desear. Presenta diálogos pobres, efectos especiales que no convencen, y un final que se siente pendiente, inconcluso. Además, el hecho de que Fetih esté hablada en griego y en turco añade un condimento especial de diversidad que difícilmente puede encontrarse en el cine occidental.