Publicado originalmente en BASTION DIGITAL bajo el título de «El verdadero valle del Jordán» el 27/03/2015.
El exitoso thriller político de Netflix, House of Cards, ya va por su tercera temporada. Con Frank Underwood como presidente de Estados Unidos, el astuto personaje de Kevin Spacey se enfrenta a la difícil tarea de encuadrar en su administración una exitosa política exterior, lo suficientemente trascendental y comerciable como para redituarle capital político. El presidente Underwood, en busca de logros y laureles para sumar puntos para las próximas elecciones, endorsa la iniciativa de su esposa Claire (Robin Wright) (primera dama convertida en embajadora ante las Naciones Unidas en circunstancias poco convencionales), y se propone llevar la paz a Medio Oriente mediante una fuerza internacional de paz asentada en el valle del Jordán.
Dejando de lado la intriga y las vicisitudes propias de la serie, cabe preguntarse: ¿sería realizable tal misión? En base a la información suministrada en estos últimos capítulos, aquí me propongo analizar la iniciativa del matrimonio presidencial por sus propios méritos, y determinar si esta sería viable en la vida real o no.
La postura israelí
El valle del Jordán forma un límite geográfico entre Jordania e Israel, y a la vez entre Jordania y Cisjordania (los territorios palestinos). Extendiéndose desde el mar de Galilea, pasando por el mar Muerto hasta las costas de Aqaba, la depresión tiene una conmensurable importancia política para todos los actores regionales. En el último siglo, el valle y sus zonas adyacentes han visto importantes batallas que muestran su importancia estratégica.
Durante la Primera Guerra Mundial, en las alturas rocosas de ambos márgenes del rio Jordán, se sucedieron enfrentamientos entre las fuerzas de los dominios británicos y las fuerzas otomanas y alemanas. Tras capturar Jerusalén en diciembre de 1917, los británicos se percataron que controlar el valle era clave para mantener el dominio sobre Palestina y resguardarse de una posible incursión germano-otomana desde el flanco derecho. Para evitar esta eventualidad, dos meses más tarde consiguieron hacerse con Jericó, y por extensión con el valle. Los otomanos no obstante retuvieron el margen oriental, hasta septiembre de 1918, y aprovecharon las alturas para colocar artillería y bombardear las posiciones de las fuerzas expedicionarias.
El comandante Edmund Allenby, a cargo del esfuerzo aliado en Palestina, registró en una carta enviada a Londres en junio de 1918, el valor vital del valle del Jordán. Describiendo su predicamento, Allenby asentó por escrito lo que se convertiría, tres décadas más tarde (y hasta la actualidad), en una de las principales preocupaciones de Israel en materia de seguridad:
“Mi flanco derecho está cubierto por el [rio] Jordán; mi izquierdo por el mar Mediterráneo. Debo retener el valle del Jordán; es vital. Si los turcos recuperaran control sobre el Jordán, perdería control del mar Muerto. […] Mi flanco derecho se vería comprometido, y mi posición en Palestina sería insostenible».
Siguiendo la captura de Cisjordania por Israel tras la guerra de los Seis Días en 1967, los israelíes se encontraron con frecuentes incursiones palestinas contra civiles, a veces apoyadas por fuego de artillería jordana, que aprovechando la topografía del valle, presentaba una amenaza. En efecto, desde el punto de vista militar, el valle forma una barrera natural – con una altura que va desde los 900 hasta los 1400 metros – que protege los principales centros urbanos y económicos del Estado judío. Desde la perspectiva israelí, retener el valle es una necesidad crítica, especialmente si se toma en consideración que la distancia entre Tel Aviv y el rio Jordán llega solamente a poco más de 60 kilómetros.
La opinión convencional en los círculos castrenses determina, que pese a los avances en materia de defensa, el terreno elevado, fue, es y seguirá siendo un capital militar determinante. Ilustrando este punto, Uzi Dayan, militar israelí de carrera y exsubjefe del Estado Mayor, comentó lo siguiente el año pasado:
“Israel no debe depender de fuerzas extranjeras para combatir al terrorismo ni tampoco como una fuerza de seguridad. Las tropas extranjeras no arriesgarán sus vidas por la guerra contra el terror y serán las primeras en irse cuando venga una crisis. Solo las fuerzas israelíes pueden proveer la seguridad que Israel necesita”.
¿Por qué en House of Cards los israelíes se oponen abiertamente a lo que sería el “plan Underwood”? Porque el comentario de Dayan muestra una realidad. Las fuerzas de las Naciones Unidas asentadas en Medio Oriente para salvaguardar la paz entre israelíes y árabes han fracasado rotundamente en el pasado en sus sucesivas misiones.
Intimidadas por la movilización armada egipcia en el Sinaí, en mayo de 1967 las fuerzas internacionales de paz (UNEF) abandonaron su misión. Al norte, creada en 1978 para estabilizar la frontera entre Israel y Líbano, la misión internacional (UNIFIL) para salvaguardar la paz no pudo prevenir – y hasta el día de hoy no puede contrarrestar – la desestabilización del sur libanés por parte de grupos armados. Análogamente, cuando en 1983 islamistas atentan contra la fuerza multinacional en Líbano (MNF), matando a 241 soldados estadounidenses y a 58 franceses, la misma es desarticulada y sus hombres enviados a casa. Tan recientemente como en 2013, como consecuencia de la guerra civil siria, los cascos azules asentados en los altos del Golán provenientes de Austria, Croacia, India y las Filipinas decidieron retirar sus tropas. En septiembre del año pasado, las tropas provenientes de Fiyi fueron las últimas en retirarse luego de que yihadistas capturaran a 44 cascos azules – que luego serían liberados. En suma, para los actores regionales está bastante claro que a lo sumo los casos azules son una fuerza de buena voluntad, mas no realmente de paz.
La postura palestina
Los guionistas de House of Cards posiblemente se basaron en el plan de paz del secretario de Estado, John Kerry, quien insiste en que una fuerza conjunta entre palestinos e israelíes monitoreen el valle del Jordán. Los palestinos son por lejos mucho más proclives que los israelíes a aceptar semejante propuesta, pero les preocupa, y están molestos por ello, que Washington reconozca legitimidad en los intereses de Israel. Para los palestinos la presencia militar israelí en el valle es inaceptable, porque dejando de lado las consideraciones de seguridad, observan en ellas una excusa para justificar la anexión permanente del territorio.
Los miedos palestinos no son del todo infundados, especialmente si se toma en cuenta que en el valle viven entre 7000 y 10000 colonos judíos, y que sectores asociados con la derecha israelí vienen presionando al Gobierno para que este formalice tal anexión. Al respecto, Saeb Erekat, miembro ejecutivo y negociador por la Autoridad Nacional Palestina, el año pasado declaró lo siguiente:
“El Gobierno de Netanyahu continua destruyendo los esfuerzos internacionales para mantener la paz convirtiendo su ocupación en una anexión. Privar a Palestina de su único borde internacional con Jordania es un claro paso hacia un permanente régimen de Apartheid, consistiendo en un Estado con dos sistemas segregados”.
Como precedente, Israel anexionó formalmente las alturas del Golán en 1981, territorio de vital importancia estratégica arrebatado a Siria tras la guerra de 1967. Hasta la fecha, si bien los territorios del valle continúan en disputa, desde el lado palestino se los ve como israelíes fait accompli. La presencia israelí se resiente cotidianamente, porque engloba un estricto control castrense sobre las rutas y accesos, incluyendo puestos de control (checkpoints), redadas y otras medidas que resultan en el frecuente hostigamiento y perjuicio de la población civil palestina, que ronda, en la zona del valle, en 58 000 habitantes. Bajo los arreglos de seguridad actuales, los palestinos generalmente ven bloqueadas oportunidades para construir nuevas viviendas, y no pueden trasladarse con facilidad.
El valle del Jordán es una zona relativamente inhabitada, y presenta grandes oportunidades para el desarrollo urbano de los palestinos y su economía. Las tierras del valle son fértiles y poseen recursos hídricos vitales, los cuales son – de acuerdo a los palestinos – explotados ilegalmente por los israelíes. Como resultado de estas consideraciones, el valle del Jordán tiene un enorme potencial, sin el cual, exponentes en ambos lados arguyen, un Estado palestino estaría condenado al estancamiento. El valle representa poco más de un cuarto de Cisjordania (28%), y desde esta perspectiva, un Estado palestino sin soberanía sobre el valle del Jordán no es viable.
Esperando salvar las diferencias entre las partes, John Kerry propuso finalmente que las fuerzas israelíes continúen su presencia por una duración de diez años, en tanto, suponiendo que un acuerdo es firmado, las fuerzas palestinas serían entrenadas para asumir control de la región. Esto de momento es inaceptable para tanto israelíes como palestinos. Los israelíes no están dispuestos a comprometer su seguridad, especialmente en tiempos de inestabilidad regional donde prolifera la actividad yihadista. Por su parte, los palestinos no están dispuestos a tolerar la presencia israelí, sea por la razón que fuera.
Rusia y las Naciones Unidas
Volviendo a House of Cards, en la serie la estrategia de los Underwood consiste en saltearse el embrollo de nunca acabar de las negociaciones, y forzar a las partes involucradas a ceder frente a la influente y poderosa presión de Estados Unidos. Como no podía ser de otra forma, tanto Frank como Claire, personajes con gran ambición y egos que mantener, se dirigen a sus aliados y adversarios por igual con un tono extorsivo para salirse con la suya, o al menos momentáneamente.
Para tener éxito, el matrimonio presidencial necesita contar con el apoyo del presidente ruso, Viktor Petrov (Lars Mikkelsen) (claramente basado en Vladimir Putin) quien renegadamente concede luego de que los estadounidenses amenazaran con aislar a Rusia en las Naciones Unidas.
En este punto la serie parece darle más importancia a la ONU de la que tiene en la realidad. Por más loables o maquiavélicas que sean las intenciones del matrimonio Underwood para Medio Oriente, por lo sugerido en la ficción, no parece realista que el organismo internacional tenga tanto peso en la vida real sobre un programa de las características descritas. Por más poderoso que sea el músculo norteamericano, simplemente no es creíble que la presión sea tan omnipotente como para aislar a Rusia internacionalmente; en base a un plan de paz forzado, prematuro, y en donde Moscú – a diferencia de lo que ocurre en el mundo real en función de Siria y Ucrania – de hecho no tiene nada de culpa.
Al final de cuentas las cosas salen mal. Ocho soldados rusos mueren misteriosamente en el valle del Jordán, y Rusia prohíbe a otros actores involucrarse en la investigación. El presidente Underwood decide entonces enviar a una fuerza de elite para investigar encubiertamente los hechos, bajo la sospecha de que Petrov mandó a matar a sus propios soldados para sabotear la iniciativa estadounidense. En dicha operación los rusos matan a un soldado norteamericano, y a partir de allí los israelíes se movilizan por un lado, y las facciones palestinas por el otro.
Por la poca información que recibe el espectador acerca del contexto entre los israelíes y los palestinos, daría la falsa impresión que Palestina es ya un Estado formalizado con derecho a voto en la Asamblea General. Además, el hecho de que se haga mención a Hamás y que se lo vincule con Cisjordania, sugiere que el grupo islamista ha tomado las riendas del poder en Ramala, o que por lo menos cuenta con activos militares allí. Este escenario es poco plausible, sin hablar de lo intolerante que sería para los israelíes.
En House of Cards el plan de Underwood llega a su abrupto fin cuando este se encuentra con su homólogo ruso en el valle del Jordán, pactando un acuerdo de caballeros para poner fin a la mal concebida iniciativa, y evitar que el conflicto pase a mayores. En la vida real, este detalle sería algo inaudito, y por todo lo dicho la iniciativa jamás funcionaria.