Entrevista a Oded Berkowitz, director de inteligencia en Max Security. Publicada originalmente en FOREIGN AFFAIRS LATINOAMÉRICA el 30/01/2017.
Viviendas en la avenida de Tripoli, arteria principal de la ciudad de Misrata. Los edificios continúan con los inmensos boquetes que abrieron los tanques en las fachadas hace cinco años, con la metralla y los techos a medio caer. Mientras tanto, Libia es un Estado dividido, y el prospecto de unificación y pacificación se mantiene distante. Crédito por la imagen: Julian Rojas / El País.
Libia es un país destrozado por la guerra. La mal llamada Primavera Árabe dejó tras su paso un manto de desasosiego y violencia, creando la impresión de una tierra inestable marcada por el fratricidio constante. En este contexto, la caída de Muamar el Gadafi devino en una dicotomía entre entidades que compiten por el poder. En el este (Cirenaica) predomina el mando de la Cámara de Representantes, con sede en Tobruk y en Al Bayda. Hasta hace poco este era el gobierno internacionalmente reconocido. En el oeste (Tripolitania), rige desde Trípoli el remante islamista del ahora debilitado Congreso General Nacional (GNC). Parte de su influencia ha pasado al recientemente formado Consejo Presidencial, también llamado Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA). Se trata de un órgano impulsado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que intenta infructuosamente mediar entre las partes para dar con un régimen político unificado y consensuado.
Ensombreciendo el panorama, en el país han proliferado milicias armadas, incluyendo las yihadistas. Esto es especialmente cierto al sur, donde prácticamente rige la ley del más fuerte. Como resultado, Libia está sumida en una crisis que tiene a todo el Magreb en vilo. Para comprender mejor el panorama, consulté a Oded Berkowitz acerca de las tendencias actuales en el país. Berkowitz es director de inteligencia en la empresa Max Security, y es especialista en el Medio Oriente y África del Norte.
– Oded, ¿cómo explicarías la situación general?
– Libia está muy dividida, ya sea en términos de afiliación política, ideológica o inclinaciones religiosas. Digamos que funciona de facto como dos o tres países. En cuanto a la guerra, el nivel de violencia entre las facciones del país no es tan alto como solía serlo. Pero a pesar de todas las medidas que se tomaron para la unificación —medidas que fueron aclamadas como exitosas por distintos actores desde Estados Unidos hasta la ONU— lo cierto es que no hay unidad. El país está dividido, y parecería que el nivel de presión interna está creciendo. Libia no está en el punto de conflicto abierto de antes, pero parece que las facciones políticas, incluyendo las armadas, están acercándose al punto de ebullición. Creo que el empuje internacional para que Libia se unifique ha empeorado la situación. La solución no ha funcionado como se esperaba, y esto ha exacerbado los problemas ya existentes.
– Hay mucha charla alrededor de lo ocurrido en Irak y en Siria con el Estado Islámico. No obstante, Libia no ha sido mencionada recientemente por los medios. ¿Piensas que podría haber un resurgimiento de la violencia yihadista en Libia, dado que el Estado Islámico ha perdido terreno en Irak y en Siria? ¿Es Libia su próximo destino?
– Antes de que los yihadistas comenzaran a retirarse de Irak y Siria ya se decía que Libia iba a ser el punto de retorno. Pero sucede que en el curso de los últimos siete meses, el Estado Islámico perdió la mayor parte del territorio que tenía en Libia. Perdió completamente sus bases en Derna y en Sirte, que era su capital de facto en Libia y África del Norte. De tener bajo su control 55 000 kilómetros cuadrados, ahora prácticamente no le queda nada.
No estoy diciendo que el Estado Islámico vaya a desaparecer por completo de Libia, pero su presencia va a seguir deteriorándose, y probablemente vaya a pasar lo que en nuestro ámbito se denomina insurgencia clásica. Esto significa que los yihadistas van a dejar de luchar para conquistar territorio o para controlar a la población, pero van a seguir llevando a cabo ataques. En este aspecto, su presencia probablemente aumente. Necesitan mostrar que siguen siendo relevantes, que todavía están allí, que son una amenaza y que no pasarán desapercibidos.
Por supuesto, esto va a llevar tiempo. Ahora están perdiendo muchos recursos. Al mismo tiempo, algo que está pasando es que mientras el Estado Islámico pierde influencia, la de Al Qaeda está creciendo. Volviendo a tu pregunta, lo seguro es que Libia será la arena para la próxima actividad yihadista en la región.
– Dado el precedente de la guerra civil en Argelia, ¿dirías que una situación parecida podría pasar en Libia, en términos de una insurgencia duradera, que podría durar una década o más?
– Bueno, ambos escenarios presentan características distintivas. No obstante, es difícil ver resoluciones políticas en el plazo inmediato. La mayoría de las facciones políticas están jugando a un juego de suma cero. Difícilmente se conformarán con controlar partes del país. Quieren controlar la totalidad de Libia, y esto es algo muy difícil de hacer. Muchos de estos grupos tienen la misma capacidad en términos de influencia y de poder. Por eso, creo que lo más probable es que Libia sea, de facto, un país separado por líneas diferentes y por un período largo de tiempo. Esto, hasta que algo importante cambie y se rompa este estatus.
Sobre la actividad yihadista, no creo que sea la gran protagonista. Más bien la veo relegada a un papel secundario. El aspecto principal en la trama es la pugna entre los gobiernos rivales: la Cámara de Representantes en el este, y los partidarios del GNC en el oeste, peleando por poder, con las milicias que los apoyan.
– ¿Cuál dirías que es el juego geopolítico? En el mediano plazo, ¿cómo van a lidiar las potencias con la situación en el terreno?
–Mirá, Estados Unidos se está alejando de su paradigma intervencionista. La sensación es que Washington no quiere intervenir. Por otro lado, Rusia está aumentando su nivel de intervencionismo geopolítico. Los rusos ya están involucrados en Libia. Si bien esto no fue tan promocionado, y no es tan fuerte como en otros lugares, los rusos están ahí, y apoyan al gobierno de la Cámara de Representantes. Creo que van a tener mucha influencia. Luego, Europa está jugando a todas las cartas. Los europeos apoyan a los dos gobiernos rivales, y están viendo quien va a ser el caballo ganador, para recién ahí apostarlo todo en el competidor favorito. También hay que decir que la Cámara de Representantes está apoyada por Arabia Saudita y Egipto. En contraste, el GNC y GNA tienen el apoyo de Qatar y de Turquía, pero no necesariamente el mismo nivel de compromiso.
– En esta lucha de facciones, ¿cuál dirías que es el riesgo de que la violencia se esparza y afecte la estabilidad de la región?
– Esto ya está pasando. Vale aclarar que, en muchos aspectos, Libia tiene el potencial de ser el país con más crecimiento de África del Norte, con base en su producción de petróleo y a su capacidad de desarrollo económico. En términos de exportar violencia, la mayor parte del conflicto es en el fondo nacionalista, o sea que se enfoca en Libia y no en el resto de la región. Pero acá está el problema. Hablamos de un país grande, lleno de recursos, inestable, con muchas armas dando vueltas por ahí, y la existencia de probables rutas de contrabando desde África hacia Europa. Este escenario afecta el comportamiento de los países vecinos. Por ejemplo, Túnez está tratando de construir una barrera para mantener a potenciales militantes armados dentro de la frontera de Libia. Argelia también está construyendo una barrera. Digamos que todos están preocupados, y mientras Libia siga siendo inestable, esto va a afectar a toda la región.
– Siguiendo con este argumento, tal como recién has dicho, Libia va a estar dividida de facto por un largo período de tiempo. ¿Piensas que esto va a impactar en el futuro del Medio Oriente? Mucha gente dice que la era iniciada por el acuerdo Sykes-Picot terminó porque ahora no hay límite claro entre Irak y Siria. Se dice que la era del Estado-nación en la región está terminando. Libia es un país que se formó combinando provincias otomanas. Si se prueba que no puede funcionar como unidad nacional, ¿va a cambiar el futuro geopolítico de la región?
– Esta discusión es muy interesante, pero en muchos aspectos Libia es diferente al Levante. Ahí el conflicto es sectario: chiitas contra sunitas, contra kurdos, y así sucesivamente. En Libia lo que tenemos son ciudades-Estado y regiones autóctonas. No están basadas en afiliaciones sectarias o religiosas. Más que nada, lo que hay son lealtades tribales y citadinas. Nuevamente, todos los actores están jugando a un juego de suma cero. En contraste, en Irak y en Siria hay una posibilidad remota —pero todavía una posibilidad— de que haya algún tipo de acuerdo divisorio para que los chiitas controlen áreas donde son mayoría, y lo mismo para sunitas y kurdos. Honestamente, la probabilidad de que algo similar pase en Libia como parte de un acuerdo no es elevada. Quizás esto pase sin que las fronteras queden propiamente o formalmente reconocidas. Pero como parte de un acuerdo, no veo que una repartición sea factible. Todos quieren tener control sobre la totalidad del país.