ISIS: El Estado del Terror

Artículo Original.

Captura de pantalla del video de propaganda «Las Llamas de la Guerra» producido por el Estado Islámico (ISIS) en septiembre de 2014. El hombre enmascarado habla en inglés con acento estadounidense y presenta la ejecución de soldados sirios que son forzados a cavar sus propias tumbas. En ISIS: The State of Terror (2015), Jessica Stern y J.M. Berger ofrecen una aproximación sobre los elementos distintivos que distinguen a ISIS de Al-Qaeda, y exploran la faceta online de la escena jihadista.

Sobre el Estado Islámico (ISIS) existe una amplia selección bibliográfica, especialmente con motivo de la sensación mediática que la violencia yihadista produce. Siendo un tema candente, en las librerías se presentan varios escritos que plantean descifrar el enigma del totalitarismo islámico para el beneficio del lector casual. En uno de mis viajes recientes me topé con ISIS: The State of Terror (que sería traducido como “ISIS: El Estado del Terror”) escrito por Jessica Stern y J.M. Berger, estadounidenses estudiosos del fenómeno de la militancia islámica. Es un texto publicado originalmente a comienzos de 2015, cuando el supuesto califato estaba en plena ofensiva por mayores territorios en Mesopotamia y el Levante.

Escrito en un formato de divulgación (y de fácil comprensión), a mi juicio el libro se destaca por explorar algunas de las características principales del ISIS. En particular, se hace hincapié en el componente propagandístico de la agrupación, y su uso extensivo de las redes sociales para promocionarse y reclutar nuevos integrantes. También se presentan las diferencias de doctrina entre el ISIS y su progenitor, es decir, Al-Qaeda. Los autores aducen que el califato representa una suerte de emprendimiento populista, y que la histórica agrupación de Osama bin Laden retiene su creencia en una vanguardia (elitista) pensada para marcarle el ejemplo a las masas. En este aspecto, Stern y Berger emplean una correcta distinción entre el yihadismo a la vieja y nueva usanza, y emiten recomendaciones para que Estados Unidos y Occidente lidien con dichas amenazas.

Las plebes inteligentes de la yihad

El principal foco de ISIS: The State of Terror es la aparición en escena de un nuevo concepto de yihadismo basado en la viralización de la violencia viceral, y la acción en masa de los fieles alrededor del mundo. Trazando los orígenes ideológicos del yihadismo ofensivo de la línea de personajes como Abu Musab al-Zarqawi, Abu Musab al-Suri y Abu Yihad al-Masri, los autores argumentan que Al-Qaeda en Irak (AQI), el antecesor del ISIS, entendió que la ultraviolencia gráfica tenía un enorme potencial para atraer reclutas y sembrar miedo en sus enemigos. En este sentido, el ISIS adoptaría la posición de que la mitad de la guerra se pelea en los medios de comunicación; y lo que es más, con esto en mente, haría un uso ejemplar de las redes sociales para difundir su mensaje. Comenzando con la decapitación de Nicholas Berg en 2004, la organización que pasaría a adoptar la fórmula del ISIS diez años más tarde apeló al morbo visual para aterrorizar a los enemigos y proyectar una imagen de fuerza fácilmente redistribuible por las plataformas informáticas.

Stern y Berger toman prestado el término de “plebes inteligentes” (smart mobs en inglés) acuñado por Howard Rheingold, y lo utilizan para describir la relación que el ISIS entabló con sus seguidores en todo el mundo. La plebe inteligente está compuesta por los miles de individuos que comulgan con la organización y su ideología, y distribuyen su contenido físicamente o virtualmente. Los participantes, pese a no tener conocimiento el uno con el otro, actúan como un órgano organizado gracias a las nuevas tecnologías que les permiten interactuar al unísono. Al contrastar lacónicamente a Al-Qaeda con el ISIS, Stern y Berger aseguran que el concepto de una vanguardia islámica está muerto, y que, en cambio, la idea de una “revolución popular” llegó para quedarse. Se trata de un terrorismo que adoptó la dinámica de un focus-group, es decir, de un grupo de testeo (“focus group terrorism”). Si la estirpe de Bin Laden y Ayman al-Zawahiri “medían” la actitud de los musulmanes y el apoyo hacia Al-Qaeda desde la marginalidad de las montañas –mirando Al-Jazeera o leyendo The New York Times– los muchachos del Estado Islámico “adoptaron un modelo de retroalimentación”, encuestando a sus constituyentes para recién ahí determinar quién escuchar y a quién ignorar.

A partir del concepto de plebes inteligentes movilizadas, los autores dan a conocer otras diferencias significativas entre los grupos terroristas analizados. Por descontado, a diferencia de la vanguardia letrada que buscaba encender a las masas con actos planificados, los líderes del ISIS no pierden el tiempo en debates de religión, y el hecho de que hayan declarado el califato da cuenta de su impaciencia y sed por acción. La suya no es una guerra a largo plazo como la que plantea Al-Qaeda, pero más bien una yihad que tendrá que dar resultados al instante.

Los autores discuten que el encanto que tiene el ISIS en tantos jóvenes radicalizados (muchos de ellos occidentales) tiene que ver con la noción de una campaña decididamente optimista, cosa que triunfa sobre el esfuerzo “derrotista” de Al-Qaeda, que desde las bases da por sentado que la guerra contra los enemigos del islam tardará generaciones. El ISIS asegura que “el futuro es ahora” y que los “enemigos cercanos” –como son los regímenes seculares de Medio Oriente o los infieles (kuffar)– pueden ser efectivamente derrotados en el corto plazo. El ISIS no se preocupa en lo absoluto por generar divisiones (fitna) dentro de la escena islámica con motivo de sus acciones. Al caso, Al Qaeda (de línea fundadora) no priorizaba y de hecho evitaba la práctica de dispensar la excomunión de chiitas, el concepto conocido como takfir.

Jessica Stern y J.M. Berger. Stern es profesora de la Universidad de Boston y Berger trabaja actualmente en el International Centre for Counter-Terrorism de La Haya (ICCT). Crédito por las imagenes: Richard Howard (Stern) / Janet Walsh (Berger).

En suma, Stern y Berger advierten correctamente que “no se trata de una simple batalla entre organizaciones, pero de una contienda entre las visiones que representan para el futuro del movimiento yihadista”. Por un lado, Al-Qaeda intenta convencer a sus seguidores para que hagan “lo correcto”. Por otro, ISIS no intenta convencer con argumentos, y más bien busca estimular con adrenalina y la promesa de acción y aventura. “Su material de propaganda y reclutamiento es recalcitrantemente visceral, y va desde escenas de violencia gráfica hasta visiones pastorales de una sociedad utópica que triunfa, de algún modo, en el medio de una zona de guerra”. No por poco, como muestra un estudio aparte, el ISIS se apropia de imágenes de la cultura pop occidental, incluyendo películas de acción y videojuegos de guerra.

Yihad online: propaganda y redes sociales

Stern y Berger hacen hincapié es el impacto de herramientas como Facebook y Twitter en la estrategia comunicacional del ISIS. Por ejemplo, discuten el dilema que tienen las redes sociales a la hora de balancear la libertad de expresión y el aparente discurso de odio que profesan algunos usuarios que simpatizan con causas totalitarias. En particular, los autores describen cómo Twitter fue ajustando sus políticas laxas de tolerancia hacia todo tipo de contenido, a los efectos de censurar y clausurar a los usuarios asociados con el ISIS. Dada la proeza de los activistas y batallones virtuales al servicio del califato, el libro presenta como Twitter quedó en una “guerra consigo mismo”, comparando la situación con el popular juego arcade Whac-A-Mole, donde el jugador tiene que pegarle a los topos que salen del tablero antes de que estos desaparezcan rápidamente.

El emblema del Estado Islámico incrustado en el pajarito característico de Twitter. La imagen fue producida por un partidario del ISIS.

El texto sirve como un excelente estudio de caso para quién esté interesado en saber más acerca del uso de las redes sociales por parte de grupos beligerantes y actores no Estales. Por lo dicho recién, el libro explicita los esfuerzos del ISIS por mantenerse activo en las redes mediante bots (usuarios virtuales automatizados), sitios que clonan contenido y trolls (instigadores) que cobran para redistribuir mensajes de forma masiva, y crear la impresión de que la yihad es trendic topic. Aunque la noción de Whac-A-Mole sugiere que las redes sociales nunca van a poder acabar con los sitios y usuarios venenosos – acostumbrados a reaparecer bajo otros nombres en cuanto son expulsados– el libro tiene una editorial optimista. Los autores suponen que en tanto las hazañas virtuales de los yihadistas se estandarizan, más fácil se vuelve su temprana detección y supresión.

Recomendaciones de política

Stern y Berger discuten el evidente desastre que arrojó la intervención de Estados Unidos en Irak en 2003, y la generalizada situación de desestabilidad provocada por la orden de retirar las tropas en 2011. De esta manera, los autores encuadran al ISIS como una consecuencia inintencionada de la injerencia de Occidente en Irak. De cara al futuro, los autores sostienen que no será posible derrotar al ISIS hasta que los políticos relevantes reconozcan que el mismo supone una organización hibrida que contiene una organización militar, un proto-estado, y un grupo terrorista”.

Para derrotar al ISIS hay que tomar acciones para hacer frente a todas estas facetas. Militarmente hablando, los autores estipulan que la derrota del ISIS derrumbará la imagen de superioridad que el grupo se adjudicó. En términos de contrarrestar su propaganda, hay que demostrarles a los musulmanes propensos a escuchar el mensaje radical que el califato no es la panacea de la virtud y el bienestar. Luego, dado el problema de los lobos solitarios, hay que diseñar políticas antiterroristas pertinentes, especialmente en la coyuntura de Occidente. Por supuesto, hay que tener en cuenta que el libro fue escrito hace cuatro años.

Notoriamente, los autores reconocen que el fenómeno del yihadismo es el resultante de discusiones de larga data sobre la práctica del islam y más precisamente el rol de la guerra en el contexto religioso. De este modo, citando al rey Abdalá de Jordania, concluyen que la guerra contra el extremismo será una “batalla generacional”. Por esto, advierten contra la ilusión neoconservadora de que la democracia puede instaurarse a través de las armas, y llaman en cambio a adoptar la idea de que el progreso lento y continuado es preferible a la irrupción de instituciones (liberales, democráticas) de la noche a la mañana, que generarán más daño que provecho.

Me permito agregar que, sin restar los argumentos esclarecedores del libro, una de sus mayores debilidades es la falta de contexto histórico. Puede percibirse que el texto fue escrito a las apuradas para un público ávido por entender qué pasa con el supuesto califato. Pero con la excepción de un breve apartado cronológico antes del primer capítulo, el libro no da mayor cuenta del marco coyuntural que permitió el establecimiento del “Estado del Terror”. La presentación acerca de los orígenes del grupo fue minimizada en beneficio del desarrollo de los puntos resumidos recién. Tal vez el breve libro de Patrick Cockburn –ya reseñado en este blog– podría servir como complemento para cubrir esta deficiencia.

Finalmente, teniendo en cuenta la distancia entre 2014 y 2018, habrá que ver hasta qué punto el fervor revolucionario de las plebes inteligentes rompe definitivamente con el paradigma de la vanguardia de la vieja guardia yihadista. Cabe suponer que la contracción territorial del ISIS podría revigorizar la idea de una guerra a largo plazo en los círculos extremistas. Así y todo, es muy posible que la asociación entre violencia y utopía proyectada por el ISIS deje su marca en la escena del radicalismo sunita aún mucho después de que el califato haya sido completamente borrado del mapa. El ISIS utiliza la violencia para intimidar, pero también para purificar y así vender la noción del utópico ideario. En rigor, se trata de un viejo mantra totalitario que se repite a través de las épocas y que difícilmente sea completamente erradicado.