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El 26 de mayo un autobús con cristianos coptos fue interceptado por atacantes armados en la región de Menia, en la orilla occidental del Nilo, en el noroeste del país. Los atacantes, aparentemente pertenecientes al Estado Islámico (ISIS), se vistieron de militares egipcios y abrieron fuego contra el vehículo, matando a 29 pasajeros incluyendo niños.
El fanatismo del totalitarismo islámico contra las minorías religiosas es una historia que ha ganado relevancia mediática en los últimos años, sobre todo en vista de atrocidades sistemáticas cometidas contra cristianos y yazidíes en Irak. Sin embargo, los coptos son hostigados en Egipto prácticamente a diario por sus vecinos musulmanes. Más notorio dentro del rango de los incidentes terroristas, el pasado 9 de abril yihadistas llevaron a cabo dos ataques suicidas contra iglesias coptas en Alejandría y en Tata, dejando un saldo de 45 muertos y por lo menos 126 heridos. Tras los atentados, el presidente egipcio Abdel Fattah al-Sisi anunció un estado de emergencia de tres meses de duración; que –en vista de las circunstancias– probablemente sea extendido.
A modo de retaliación por estos ataques atribuidos a células del ISIS, el 27 de mayo al-Sisi mandó a bombardear posiciones yihadistas en Derna, una localidad costera en Libia, no muy lejana a la frontera egipcia. En función de estos eventos es conveniente evaluar la respuesta egipcia al terrorismo. Es decir, ¿qué posibilidades tiene El Cairo de evitar futuros ataques? ¿Puede al-Sisi disuadir a los terroristas de atentar contra la vida de más egipcios?
En principio, el accionar de al-Sisi consistió en una seguidilla de ataques aéreos contra el llamado Consejo de la Shura de los Muyahidines (MSCD) de Derna, una coalición de yihadistas afines a Al-Qaeda que se opone al ISIS. De hecho, el año pasado el MSCD logró expulsar al ISIS del área entorno a Derna. Aunque los combatientes del supuesto califato se adjudicaron el atentado contra los coptos, fuentes egipcias atribuyen el mismo al MSCD, el cual a su vez se desligó de responsabilidad. De acuerdo con un comunicado publicado por este grupo, la respuesta egipcia representa el esfuerzo de al-Sisi por distraer a su pueblo de la crisis económica, y por ocultar el fracaso de sus políticas en materia de seguridad.
La represalia egipcia contó con el aval de Khalifa Haftar, el hombre fuerte de Libia, y la contraparte amiga de al-Sisi. No obstante, la fuerza aérea libia publicó un comunicado dando a entender que la operación fue planificada con anticipación, y que sirve de preludio al avance terrestre de las fuerzas armadas en la lucha contra Al-Qaeda. En cualquier caso, no es la primera vez que Egipto bombardea posiciones yihadistas en Derna con el visto bueno de las autoridades libias internacionalmente reconocidas. En febrero de 2015 El Cairo afirmó haber bombardeado un campamento del ISIS en respuesta a la publicación de un video mostrando la decapitación de 21 coptos egipcios.
Con motivo de la guerra civil libia, desde su llegada al poder en 2014, el-Sisi busca actualizar el equipamiento militar de su país, a los efectos de hacerle frente al “efecto derrame”, y al evidente prospecto de incursiones yihadistas lanzadas desde Libia a territorio egipcio. Por esta razón, en un discurso luego del atentado en Menia, el rais afirmó que en los últimos dos años sus fuerzas destruyeron cerca de 1000 camionetas todo terreno dirigiéndose a Egipto.
De acuerdo con un informe de Max Security, es improbable que el MSCD haya perpetrado el último atentado contra los coptos. En tanto este requirió un nivel relativamente elevado de preparación, el MSCD prioriza objetivos domésticos, y está particularmente enfocado en afianzar su influencia en el este libio. Además, teniendo en cuenta la enemistad entre el MSCD y el ISIS, es poco probable que el primero siembre terror entre los coptos para el deleite del segundo. Sin embargo –así como lo estipula la compañía– sin importar la inocencia del MSCD en el atentado en cuestión, de cualquier modo Derna representa un “blanco legítimo”. La ciudad es vista internacionalmente como un bastión yihadista, siendo uno de los principales obstáculos de cara a la pacificación de Libia.
En mi opinión, el análisis de la situación sugiere que la retaliación egipcia fue en rigor otra cosa. Se trata de una demostración de fuerza realizada sobre un blanco identificable, que genera una reacción emocional similar. Más allá de las disputas internas en el universo yihadista, el MSCD escenifica el enemigo terrorista que mata inocentes. Por ello sería erróneo conceder que con el ataque aéreo las víctimas fueron ajusticiadas. Ni siquiera se sabe qué tanto daño se le infligió a los radicales. Lo que sí puede decirse es que el ataque sirve el triple propósito de realizar una demostración de fuerza, de ayudar a Haftar y compañía, y de lidiar con el enojo de los egipcios, particularmente aquel de los coptos.
Volviendo a las premisas, en el tiempo previsible es poco plausible que Egipto logre prevenir futuros ataques contra sus cristianos. Por lo expresado recién, la operación aérea en Derna responde a otro interés estratégico más general. Si el mando castrense hubiese querido castigar a los verdaderos culpables, hubiese realizado un ataque contundente contra el ISIS en el Sinaí. Desde luego, este propósito es muchísimo más difícil de llevar a cabo. La insurgencia en el desierto viene desarrollándose desde 2011 en una extensa área desértica, y no está confinada a sitios bien definidos. En este sentido, el Sinaí no ofrece blancos fáciles para publicitar la fuerza del músculo egipcio, o bien reconfortar a la población vulnerada. En cambio, Derna queda cerca de la frontera, y es un punto completamente identificable.
Con esta coyuntura de fondo, si las autoridades egipcias tienen una estrategia contra el terrorismo, la misma evidentemente no está funcionado. Por lo dicho al comienzo, la persecución de los coptos no es un fenómeno exclusivamente atado a la existencia del ISIS. Es en cierta medida una realidad que se ha vuelto sistemática, y que muestra uno de los rasgos más desagradables de la sociedad egipcia. La hostilidad contra los cristianos no solo deriva del yihadismo, pero también se nutre del prestigio de influyentes jeques radicales, que instan a sus seguidores a discriminar a infieles no musulmanes.