Las contradicciones de Turquía frente al Kurdistán iraquí

Artículo Original.

Recep Tayyip Erdogan junto con el líder del Gobierno Regional del Kurdistán iraquí (KRG), Masoud Barzani, en Diyarbakır (Turquía), el 16 de noviembre de 2013. Pese a las recientes amenazas por parte de Turquía hacia el KRG con motivo de su anhelo independentista, Turquía mantiene una postura llamativamente contradictoria frente a los kurdos iraquíes, a tal punto que discutiblemente socava sus propios intereses.

La prospectiva independencia del Kurdistán iraquí (KRG) acaso luego del referéndum del 25 de septiembre, ha despertado otra crisis en Medio Oriente. Aunque el KRG es en rigor una región prácticamente autónoma, su independencia de iure traería problemas fundamentales a un vecindario demasiado alborotado. Por lo pronto, si el KRG se convierte en un Estado propiamente dicho, las líneas en la arena que asignan nacionalidad serán redibujadas por primera vez luego de un siglo de relativa estabilidad.

Esta es una temática que ya abordé en mayor profundidad en mi artículo sobre el referéndum kurdo. No obstante, igualmente interesante es la postura turca frente al KRG, pues revela las contradicciones en la política exterior del “sultán” Recep Tayyip Erdoğan. En efecto, la actitud de Turquía frente al KRG es paradigmática. Todos los analistas coinciden en que Ankara no tiene mejor aliado en la región que Erbil, y sin embargo los turcos llaman a frenar el referéndum, afirmando que cualquier cambio fronterizo nunca será tolerado. Para explayar esta paradoja, utilizaré los puntos en antípodas que remarca Timur Akhmetov, un colega especializado en Rusia y en Turquía.

“Apoyamos que haya democracia en Medio Oriente, pero no queremos que el KRG tenga un referéndum”

Se rumorea que Erdogan dijo una vez que la democracia es como un tranvía; te bajas cuando llegas a tu estación. La política exterior turca hace énfasis en la democracia como valor cuando le conviene, sea para fundamentar valores en común con Europa (a los efectos de aspirar a membresía en la Unión Europea), o bien para justificar sus intereses regionales. En el contexto de la llamada Primavera Árabe, Turquía apoyó los movimientos prodemocracia en Siria y en Egipto, en detrimento de Bashar al-Assad, y en favor de Mohamed Morsi. Eso sí, cuando los kurdos buscan ejercer el derecho al sufragio, la democracia no es una herramienta válida.

Erdogan se comporta como un líder autocrático. Caricatura publicada el 15 de enero de 2017 en The Globe Post, por Carlos Latuff.
Queremos estabilidad en la región, pero no queremos que haya un referéndum en el KRG, una de las entidades políticas más estables de la región”

Aunque las preocupaciones en materia de estabilidad regional son sumamente importantes como válidas, esto no quita que el KRG sea una de las entidades políticas más estables del Levante extendido. Más allá de controversias territoriales con Bagdad, reavivadas tras los reajustes que devinieron de la contracción territorial del Estado Islámico (ISIS), el KRG ha probado que su autonomía del resto de Irak es una realidad de la que no hay marcha atrás. Entre otras cosas, esto se ve en la capacidad organizativa que demostraron los kurdos al combatir la insurgencia yihadista. También se ve en los múltiples acuerdos económicos de alto nivel que Erbil ha firmado con potencias internacionales, incluida Francia, Rusia y la propia Turquía, cuyos lazos económicos con el KRG representan una “mancomunidad económica no declarada”.

“Estamos en contra de la creciente influencia chiita en Irak, pero estamos en contra de que los kurdos sunitas reclamen más derechos”

Un observador inexperto podría aducir que Turquía e Irán son aliados. A simple vista tienen posturas en común, incluyendo la aversión por la política estadounidense en Medio Oriente, los vínculos con Qatar en medio de la crisis diplomática en el Golfo que sigue sin resolver, y desde luego la misma actitud en contra de la independencia kurda. Sin embargo, la trama de la película es mucho más complicada. Si se tiene en cuenta una perspectiva histórica, turcos y persas son rivales destinados a enfrentarse por control e influencia en su vecindario. En este sentido, como lo discutía el año pasado en este espacio, el neootomanismo de Erdogan – particularmente en relación a reavivar la influencia turca en Mosul– afecta negativamente los intereses de Irán. Teherán quiere un acceso ininterrumpido desde Irak hasta Líbano, y para ello se apoya en la lealtad de Bagdad, y de las comunidades y milicias chiitas. Así y todo, aun cuando el KRG representa un obstáculo inconmensurable a la proyección de poder persa –acaso un buffer state (Estado “colchón”) entre la Siria de al-Assad y el Irak de al-Abadi–, Turquía está rotundamente opuesta a la independencia kurda. En definitiva, tal como dijo un analista, “en Medio Oriente hay lugar para un shah, o bien para un sultán; pero no para un shah y un sultán”.

El mapa muestra la proyección de Irán en Medio Oriente. Turquía quiere contrabalancear las aspiraciones persas con sus propias ambiciones revisionistas de nostalgia otomana.
“No tenemos un problema kurdo, pero el referéndum del KRG podría traer desestabilidad en nuestra patria”

Comprensiblemente, Turquía teme un escenario en donde se desencadene el llamado efecto domino. Los kurdos son la minoría étnica más importante de Turquía, y constituyen entre el 15 y el 20 por ciento de la población. Además, se concentran mayoritariamente en Anatolia, particularmente en el este y sureste del país, en territorios adyacentes al Kurdistán iraquí. Ahora bien, por lo menos en términos discursivos, Ankara siempre ha sido reticente a la hora de reconocer a los kurdos como una minoría culturalmente autóctona, merecedora de ciertos derechos. La vieja guardia kemalista solía referirse a ellos como “turcos de las montañas”, precisamente para negar su distinguida identidad o afinidad sectaria. Por esta razón, Turquía se ha empañado tradicionalmente por asimilar sistemáticamente a los kurdos al imaginario político turco. Entonces, aunque oficialmente no existe un “problema kurdo” dentro de Turquía, aceptar al KRG como entidad independiente de iure sería lo mismo a reconocer que los kurdos tienen los atributos de una nación, y que por ende son merecedores de reconocimiento especial.

En naranja, las áreas predominantemente habitadas por kurdos.
“Tratamos al KRG como a una entidad independiente, pero no queremos saber nada con referéndums en el KRG”

Por lo dicho anteriormente, en la práctica el KRG ya es independiente, y no es casual que el líder kurdo, Masoud Barzani, haya tenido encuentros con Erdogan. Como lo sugerí en mi artículo anterior sobre el referéndum, los kurdos iraquíes son “los buenos”, en tanto su supervivencia económica depende de los buenos nexos con Turquía. Ankara nunca se quejó de que los kurdos le vendan petróleo sin antes consultar a Bagdad, que en teoría sigue siendo la capital de un Irak unificado. En esencia, los negocios se hacen vis-à-vis sin la intermediación de las autoridades iraquíes propiamente dichas, afianzado la percepción en boga de un Kurdistán virtualmente independiente. Para ilustrar, el nuevo Aeropuerto Internacional de Erbil, construido por una constructora turca en 2010, recibe casi tantos vuelos como el aeropuerto de Bagdad. Así y todo, Erdogan ha amenazado con cerrarle a los kurdos la válvula del oro negro: “Si la cerramos, este asunto acaba”.

El KRG podría convertirse en uno de los principales exportadores de hidrocarburos del mundo. Crédito por el gráfico: El País.
“Estamos en contra del orden Sykes-Picot, pero no queremos que el KRG desafíe el orden de la pos-Primera Guerra Mundial

Esta es el punto favorito de Timur Akhmetov, y comparto plenamente el sentimiento. Parte de la retórica neootomanista de Erdogan consiste en cuestionar los designios imperiales que desmembraron el antiguo Imperio otomano. A su vez, este cuestionamiento da lugar a planteamientos revisionistas, que justifican ideológicamente un proyecto expansionista. Podría decirse que Erdogan ha sabido aprovecharse de las pasiones nacionalistas de su pueblo para alzarse con réditos políticos, y parte de dicho discurso consiste en presentar a Turquía como si fuera una víctima de la historia –injustamente tratada o ultrajada por las circunstancias–. Sin embargo, ahora que los kurdos buscan el mismo ejercicio, y cuestionar la historia para hacerse un lugar en ella, Turquía se opone categóricamente. Anakara tiene derecho a cuestionar las líneas trazadas sobre la arena hace cien años, pero Erbil no.

El mapa de Turquía conforme lo determinó el parlamento otomano en 1920, en lo que se conoce como el Pacto Nacional. Como se ve en el mapa, las regiones de Mosul, Alepo, y partes de los balcanes y el Cáucaso estaban incluidas en la proyectada estatidad turca. Crédito por la imagen: kurdistan24.net

Como bien expresa mi colega, la verdad probablemente se encuentre en el medio de estas antípodas. Aunque simplifican una coyuntura complicada y evidentemente contradictoria, no permiten dilucidar lo que terminara por suceder. Cabe destacar que si bien el referéndum ha sido llevado a cabo, la declaración de independencia formal podría llevar meses o incluso años; tal vez décadas. En mi opinión, eventualmente Turquía terminará por ceder ante lo inevitable, y ponderará sus intereses económicos y geopolíticos a largo plazo en favor de reconocer la independencia del KRG.