Lo que Eduardo Galeano y Günter Grass no entendieron de Medio Oriente

Artículo Original.

Galeano-Grass
Günter Grass (izquierda), de 84 años, era considerado el «compás moral» de los alemanes por sus críticas a la sociedad y a las políticas de su país. Eduardo Galeano (derecha), de 74 años, era considerado uno de los principales exponentes de la izquierda latinoamericano. Ambos literatos fallecieron el 13 de abril de 2015.

El escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano, y el autor y ensayista alemán Günter Grass, fueron reconocidas personalidades de la cultura, que a su manera, dejaron una impronta global y que, por cosas del destino, murieron el mismo día, el 13 de abril. Galeano fue un exponente del pensamiento de la izquierda latinoamericana, y se hizo conocido mediante su acérrima crítica a las políticas estadounidenses durante la Guerra Fría. Grass también se hizo notar como un crítico social, pero su fama vino aparejada con su obra literaria que enfrentaba a la Alemania de posguerra con su pasado nacionalsocialista. En sus facetas políticas, el uruguayo y el alemán compartían una aversión sino desconfianza general hacia Estados Unidos y las potencias occidentales. Ambos intelectuales trazaron en la historia del imperialismo paralelos con el presente, y empapados con un espíritu idealista, se inclinaron hacia una visión socialista del mundo. Pero a juzgar por sus escritos y declaraciones, ¿entendieron Medio Oriente?

Cuando digo “entender” no quiero implicar que solo hay un modo de comprender la realidad de tal perturbada región, pero lo que sí quiero es hacer referencia al estudio compenetrado de la misma. Sin desmerecer sus laureles o prestigio, Galeano y Grass en varios aspectos quedaron tan insertos en su ideología, que no se tomaron el tiempo o los recados suficientes para evaluar más detenidamente lo que ocurría en Medio Oriente. Aunque por supuesto sería de esperar que sus opiniones reflejaran sus ideas, sobre la distribución internacional del poder y el capitalismo entre otras cosas, sus posiciones se desarrollaron en todo caso sobre la base de sus interpretaciones sobre el contorno inmediato o conocido. Galeano y Grass se destacaron por plasmar sus conocimientos sobre el devenir de las sociedades que integraban, dentro de la coyuntura latinoamericana y europea respectivamente. Pero discutiblemente deambularon sobre otros contextos, no tan conocidos y definitivamente no vivenciados, y cometieron el desliz de intentar aleccionar sobre ellos valiéndose de los mismos paradigmas que les permitieron explicar sus propias realidades.

Esta observación explica algunas contradicciones intelectuales en ambos literatos. Para poner un ejemplo latinoamericano, Galeano eventualmente crítico los aspectos rígidos y dictatoriales del régimen chavista y castrista, mas no por eso aplicó sobre ellos sus recurrentes metáforas sobre el estalinismo, o dejó de reunirse con sus dirigentes. Grass por su parte bregó por la libertad de expresión en la Unión Soviética y sus satélites, a la vez que celebró la Cuba castrista y la Nicaragua sandinista.

Sobre Medio Oriente, en los últimos años la atención de Galeano y Grass se centró en Israel, viéndolo como un apéndice de la supuesta y omnipotente tendencia imperialista de los países poderosos.

Galeano escribió el año pasado:

“Desde 1948, los palestinos viven condenados a humillación perpetua. No pueden ni respirar sin permiso. Han perdido su patria, sus tierras, su agua, su libertad, su todo. Ni siquiera tienen derecho a elegir sus gobernantes. Cuando votan a quien no deben votar, son castigados. Gaza está siendo castigada. Se convirtió en una ratonera sin salida, desde que Hamás ganó limpiamente las elecciones en el año 2006. Algo parecido había ocurrido en 1932, cuando el Partido Comunista triunfó en las elecciones de El Salvador. Bañados en sangre, los salvadoreños expiaron su mala conducta y desde entonces vivieron sometidos a dictaduras militares. La democracia es un lujo que no todos merecen. Son hijos de la impotencia los cohetes caseros que los militantes de Hamás, acorralados en Gaza, disparan con chambona puntería sobre las tierras que habían sido palestinas y que la ocupación israelí usurpó. Y la desesperación, a la orilla de la locura suicida, es la madre de las bravatas que niegan el derecho a la existencia de Israel, gritos sin ninguna eficacia, mientras la muy eficaz guerra de exterminio está negando, desde hace años, el derecho a la existencia de Palestina. Ya poca Palestina queda. Paso a paso, Israel la está borrando del mapa.”

La analogía con América Latina no podría ser más explícita, como si la historia de la nación salvadoreña tuviera algo que ver con la situación en Gaza. Al menos hubiese sido más conveniente que el prominente uruguayo se hubiera esmerado en buscar algún antecedente dentro de Medio Oriente, para recién ahí fijar una relación causal, en el caso de poder encontrarla claro. El resultado del comentario recién reproducido se ve en que insta al lector desinformado (sobre la historia de Israel y las dinámicas del islamismo) a aceptar como verdad un análisis situacional amarillento y mezquino. El problema consiste precisamente en que estas palabras no las dice cualquiera, sino que provienen de un gran y respetado referente intelectual. Galeano insinuaba que Hamás era un ejemplo que mostraba el doble discurso de los poderosos que se llenaban la boca hablando de los valores democráticos. Pero por esta y otras descripciones que dio, el crítico insinúa que si Gaza es comparable con América Latina, Hamás es comparable con algún movimiento o partido popular latinoamericano, que es defenestrado por el mero hecho de ser anticapitalista y antiimperialista. Para Galeano la desesperación – la alienación, la pobreza – es la madre de todas las razones que da cuenta del islamismo; que por cierto nunca se toma la molestia de analizar en base a sus terminologías y creencias propias.

En una entrevista realizada en 2010 se le pregunta a Galeano si las izquierdas de América Latina son diferentes, y él responde que hay de todo, y que por eso “es muy injusto generalizar, sobre todo cuando la generalización proviene de miradas ajenas, que miran juzgándote, y juzgándote te condenan”. El entrevistado luego procede a dejar por sentando que las “miradas ajenas” son aquellas de los poderosos del norte, pero quisiera resaltar esta última cita porque irónicamente – en relación con el caso de Gaza – es él mismo quien es ajeno y no obstante juzga y condena juzgando. El universo referencial de la izquierda más reaccionaria suele polarizar y entender la realidad en términos maniqueos, de modo que la clasificación binaria del mundo entre poderosos y débiles a la que se atenía Galeano, no ayuda exactamente a mirar las cosas con objetividad.

Grass por su parte generó polémicas importantes en su propio país, y progresivamente fue perdiendo prestigio en vista de muchos. Luego de la caída del Muro de Berlín en 1989 Grass aseguró que, por su pasado histórico, los alemanes no tenían derecho a la unificación, y apeló para ello a la incomprensión de Auschwitz. En tiempos más recientes, en 2006 suscitó escándalo al confesar haber formado parte de las SS de la Alemania nazi. Durante toda su vida, el autor de “El tambor de hojalata” afirmó haber ocupado de joven, durante la guerra, puestos inofensivos de vigilancia. Aunque está fuera de duda que Grass no fue ningún criminal de guerra, la noticia de que esperara tantas décadas para transparentar su pasado, cuando él mismo fuera una influyente voz que instaba a los alemanes a enfrentar su legado (el “compás moral” de la nación para algunos), fue recibida con enojo y decepción.

En 2012 Grass enfureció a los israelíes al publicar un poema sobre “lo que debe ser dicho” de Medio Oriente. Lo que Grass dijo fue:

“Por qué digo recién ahora, ya viejo y con mi última tinta: La potencia atómica Israel hace peligrar la ya frágil paz mundial. Porque debe ser dicho, lo que mañana podría ser demasiado tarde; también porque nosotros – como alemanes suficientemente incriminados- podríamos ser proveedores de un crimen, que es previsible, con lo cual nuestra responsabilidad con ningún argumento se podría expiar.”

En su poema Grass sugería que Israel podría destruir al pueblo iraní atacando primero, guiándose por las paranoias de su Gobierno. A juzgar por la postura crítica que el notorio autor desarrolló a lo largo de los años a las intervenciones norteamericanas en suelo extranjero, en línea con la postura de Galeano, Grass parecía juzgar a Israel con la misma vara con la que veía a las potencias, y no dedicó espacio en su poema para siquiera describir la política del bando contrario – que niega el Holocausto y ampara a grupos terroristas.

En la última entrevista que se le ha hecho antes de morir, Grass parece afirmar que todos los problemas de este siglo encuentran raíz en las anexiones territoriales de las potencias coloniales. No que esté mal su postura, pero no le da importancia a otros factores culturales o religiosos que podrían sumar al debate.

En mi opinión existe mucho desconocimiento entre intelectuales y formadores de opinión sobre Medio Oriente, y para muchos es abrumadoramente tentador identificar las causas del conflicto con los designios coloniales y errores del pasado. En efecto estas son causas validas que forman parte de la discusión, pero no son las únicas, y al final de cuentas no es consistente explicar el funcionamiento de Medio Oriente, como cualquier otra región también, sobre la base de una sola caracterización o teoría sobre el funcionamiento del mundo.