Artículo escrito por Juan Felipe Veléz Rojas con mi colaboración para ANADOLU AGENCY (AA), publicado el 16/07/2019.
La guerra en Afganistán parece no tener fin. Pese a la intervención de EEUU el 7 de octubre de 2001 con la Operación Libertad Duradera, la población afgana no ha encontrado paz ni ha alcanzado estabilidad alguna.
Informes entregados por el diario The New York Times señalan que el gobierno afgano solo controla el 29% del territorio. De acuerdo con los registros del Departamento de Defensa de EEUU, 2.216 soldados estadounidenses han muerto durante la operación y un estimado del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales dice que Washington ha gastado unos USD 841.000 millones desde el 2001, un costo superior al Plan Marshall, con el que se ayudó a reconstruir Europa después de la Segunda Guerra Mundial.
La Línea Durand
Para entender el complejo panorama de Afganistán y por qué ha resultado extremadamente difícil alcanzar la estabilidad, primero hay que mirar su pasado y examinar tanto su población como su cultura.
El analista y conferencista en geopolítica, el coronel español Pedro Baños Bajo, en su libro ‘Así se domina el mundo’, señala que los problemas de la nación asiática nacieron a finales del siglo XIX. En 1858 el Imperio Británico estableció la India británica, el Raj británico.
Temiendo una posible expansión de Rusia hacia India, la corona británica decidió en 1893 crear un Estado ‘tapón’: Afganistán sería un Estado que serviría para frenar el posible avance del Imperio Romanov hacia el mar Arábigo e Índico.
La solución consistía en establecer una frontera entre el Raj británico y Afganistán. Fue así como se firmó el acuerdo de la Línea Durand (llamado así por sir Henry Mortimer Durand, encargado de negociarlo).
La Línea Durand creó una frontera que le quitó más del 50% del territorio a Afganistán, territorio que hoy es la mitad de Pakistán y que dejó a la nación sin salida al mar. Además, separó a varias culturas y tribus, una de ellas los pastunes.
Quienes optaron por subestimar a los pastunes y sus creencias cometieron un grave error, de igual magnitud que los que pensaron que se podía ignorar la intrincada geografía afgana, un país aislado por sus macizos montañosos y con acceso remoto.
Los pastunes, una nación sin Estado, componen cerca del 40% de la población de Afganistán (cerca de 13,8 millones) y unos 30 millones en Pakistán, de los 207 millones de ciudadanos pakistaníes. Junto a los pastunes afganos se encuentran otros grupos étnicos como los tayikos, hazaras, uzbekos y turcomanos, comunidades que están compuestas por centenares de tribus que no reconocen a la autoridad de turno, sino que solo responden a la familia o al clan, según Baños.
El analista español señala que a lo único a lo que es fiel el pueblo pastún es al código no escrito del Pastunwali, un estilo de vida compuesto por tres pilares: el melmastia, que es el deber a la hospitalidad y protección para el huésped con independencia de la raza, la religión o la nacionalidad del invitado; el nanawati, que consiste en proporcionar asilo y santuario al fugitivo; y el badal, que se basa en la reciprocidad, la justicia y la venganza sin restricciones de tiempo ante cualquier insulto, robo, ofensa personal a la familia o ante la muerte de algún ser querido.
El badal, resalta Baños, obliga a los familiares de las víctimas de ataques o bombardeos a buscar justicia, venganza, contra los autores o los ciudadanos del país atacante, lo que genera un círculo constante de violencia.
Una guerra que no termina
Un reporte de la ONU revela que Afganistán llegó a cifras récord de muertes en 2018, cuando se registraron un total de 10.993 víctimas civiles, que incluyen 3.804 muertos y 7.189 heridos.
Entre los muertos había 927 niños y niñas, el número más alto registrado en conflictos durante un solo año. Este es el décimo informe anual de la ONU que documenta la difícil situación de los civiles en el conflicto afgano: más de 32.000 civiles han muerto y alrededor de 60.000 han resultado heridos en una década.
Para el analista internacional especializado en Oriente Medio y consultor político Federico Martin Gaon, las actuales negociaciones entre los talibanes y EEUU se centran en una forma de prevenir y minimizar ciertos daños que se calcula son inevitables ante una eventual salida de las tropas estadounidenses y de la OTAN de Afganistán.
“Los americanos de alguna manera quieren dejar por escrito, por ejemplo, que los talibanes no van a tocar la libertad de las mujeres, que no van a meterse en la educación y que van a tratar de hacer parte del Estado mediante mecanismos participativos democráticos, cosa que, a mi criterio, es una ilusión, más allá de lo que esté escrito o no es bastante iluso suponer que los talibanes no van a hacer uso de sus costumbres y de sus valores”, señaló el analista en una entrevista con la Agencia Anadolu.
Gaon reitera que toda esta negociación está sujeta a lo que vaya a decir Donald Trump, “teniendo en cuenta que es un presidente impredecible, un mandatario que puede cambiar de opinión de la noche a la mañana y que con algún anuncio modifique o deje en jaque las premisas que se están negociando”.
Ante el eventual retiro de EEUU de suelo afgano, el experto en Oriente Medio afirma que, desde una perspectiva puramente idealista y 100% occidental, es evidente que la retirada norteamericana traerá secuelas.
Desde esta perspectiva, es probable que la nación retorne a la década de los 90, cuando los talibanes gobernaban y controlaban todo aspecto de la sociedad civil, imponiendo la ley islámica en toda la sociedad.
“Ahora, por otro lado, desde el punto de vista histórico está claro que Afganistán no puede ser gobernada o administrada por una fuerza externa. Lo muestra la historia y esto no tiene nada que ver con la ideología. Los británicos fracasaron en su intento en el siglo XIX, la Unión Soviética no fue diferente y lo que sucede en estos casi últimos 20 años de administración americana y de la OTAN da a entender que, más allá de que exista voluntad política y tropas en el terreno, es imposible o muy difícil ganarle a la adversa geografía de Afganistán y sobre todo a la cultura de su gente”, explica Gaon.
Según el analista, la guerra en suelo afgano es una que no se puede ganar, las condiciones culturales y geográficas explican por qué la insurgencia talibana no ha sido derrotada después de tanto tiempo. Y ante la coyuntura internacional es casi imposible que los votantes estadounidenses y europeos sigan a favor de mantener una presencia militar en el país asiático.
“Es muy difícil, si no imposible, alcanzar una estabilidad porque hay que tener en cuenta que ya en 2014, luego de las elecciones presidenciales, Estados Unidos tuvo que intervenir para alcanzar un acuerdo para que las figuras principales de la política, el presidente Ashraf Ghani Ahmadzai y su rival, Abdullah Abdullah, pudieran compartir el poder, y eso que estamos hablando de las élites, no estamos hablando de los elementos radicales de la sociedad”, asegura Gaon, quien resalta que será muy difícil que los talibanes legitimen o reconozcan la autoridad del gobierno central. “Cualquier acuerdo alcanzado entre los talibanes y el Gobierno yo creo que será muy frágil”.
Sobre la participación de Pakistán, Gaon señala que este país vecino, al que EEUU ha pedido en reiteradas ocasiones que aumente su colaboración en el proceso de paz, no ha tenido una influencia positiva en la nación afgana.
“Los talibanes han quedado supeditados a la voluntad de los generales paquistaníes: muchas veces son utilizados como sicarios y herramientas en su juego político. Pakistán, sin ir más lejos, hospedó elementos talibanes y de Al Qaeda como Osama bin Laden. Pakistán tiene sus propias dinámicas y en este sentido Afganistán siempre ha sido su patio trasero”, explica.
Según el consultor político, los actores regionales de peso, ante la eventual salida de EEUU y de la OTAN de la nación afgana, aislarán a Afganistán, la contendrán para evitar que vuelva a convertirse en un epicentro del terrorismo internacional.
“Esto es lo que quieren los americanos, por lo menos en papel, que los talibanes se comprometan a no relacionarse con los elementos activos del terrorismo y esto es muy difícil de asegurar. El papel no va a determinar el devenir de los próximos años”.