Frostpunk: una lección interactiva de fascismo y el género humano

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Frostpunk, desarollado por 11 Bit Studios y estrenado en 2018, propone liderar a una comunidad de sobrevivientes que se bate entre la vida y la muerte. En el contexto de un invierno apocalíptico, tendremos que conseguir la supervivencia a como dé lugar. En el proceso, los jugadores descubrirán intuitivamente qué tan atractivas pueden ser las ideas fascistoides, y qué tan útiles pueden ser para controlar a la población.

Los videojuegos de estrategia siempre fueron uno de mis pasatiempos favoritos, y desde pequeño me atraen los juegos que entremezclan historia con entretenimiento. Cuando era chico, para tranquilidad de mi madre, podía presuponer frente a ella que esta afición no era meramente esparcimiento, pues permitía “aprender jugando”. Para ganar había que ejercitar la cabeza y pensar estrategias. Además, casi por inercia, uno prestaba atención a las tramas argumentativas, muchas veces inspiradas en eventos reales. Así es cómo el Age of Empires ejerció una gran influencia en mi interés temprano por imperios y civilizaciones, o cómo el Commandos —y no la escuela— me introdujo a la Segunda Guerra Mundial.

Ya sea por nostalgia o porque son parte de mi identidad, como adulto retengo el mismo interés por estos juegos, y de vez en cuando continúo sorprendiéndome con la creatividad de las nuevas entregas. Este es el caso de Frostpunk, un título que instantáneamente ganó lugar en mi lista de favoritos. Inserto en el subgénero de construcción y gestión, el jugador es responsable por el mantenimiento y expansión de un asentamiento humano, sitiado por un invierno volcánico apocalíptico. La misión consiste en liderar a unos pobres desamparados y sobrevivir al frío y al hambre a como dé lugar. La acción transcurre en un universo ucrónico a finales del siglo XIX, y, como sugiere el nombre (un guiño al steampunk), el argumento es retrofuturista: toda la tecnología está dominada por el vapor.

No escribo de Frostpunk porque me interese reseñar y analizar su jugabilidad, sus gráficos, o determinar qué tan entretenido me pareció. Lo hago porque quedé encantado con la forma en la que 11 Bit Studios, la joven desarrolladora polaca detrás del título, inserta temáticas fascistas. Si no fuera por ellas, el juego seguramente perdería su magia y pasaría a ser un simulador citadino monótono, acaso otro Sim City sin sabor o sustancia. Por ello, en lo que respecta a la noción de aprender jugando, el potencial de este programa reside en la excelente lección interactiva que arroja sobre el fascismo, posiblemente muy útil para impartir tal concepto en jóvenes y adolescentes. Continuar leyendo «Frostpunk: una lección interactiva de fascismo y el género humano»

Perfiles yihadistas: cifras y datos relevantes

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Algunas crifras dan cuenta de tendencias entre yihadistas, y podrían ayudar a comprender mejor el fénomeno de radicalización. En la imágen, Abdelhamid Abaaoud, el jóven belga que planificó los atentados de noviembre de 2015 en París. Montaje propio, crédito por la imágen: AFP.

Existen cifras relevantes para comprender la envergadura de uno de los desafíos a la seguridad más grandes: el prospecto de más ataques terroristas llevados a cabo por yihadistas. Dada la relevancia de esta discusión, es conveniente repasar algunos datos para ubicar tendencias. En este aspecto, según lo constatan algunos informes, la evidencia sugiere que los terroristas europeos, a diferencia de sus contrapartes en África del Norte y Medio Oriente, suelen contar con antecedentes penales.

Este dato sugiere que un criminal convertido en yihadista tiene más posibilidades de aprovisionarse con armamento, gracias a contactos en redes de traficantes. Además, dado que el yihadismo ofrece martirio como una forma de redención, individuos radicalizados tienen motivación para perpetrar ataques, incluso a costa de perder sus propias vidas. Continuar leyendo «Perfiles yihadistas: cifras y datos relevantes»

Estado Islámico: yihadistas educados

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Mohammed Emwazi, más conocido como «Yihadi John», el infame verdugo con acento británico del Estado Islámico (ISIS), se había recibido en Administración y en Sistemas Informáticos en la Universidad de Westminster. Eso no impidió que decidiera unirse al grupo yihadista, para luego salir en Internet degollando prisioneros para aterrorizar al mundo libre. Un estudio difundido por el Banco Mundial recogido por algunos medios reconoce que, lejos de ser pobres o iletrados, los yihadistas suelen estar muy educados. Crédito por la imagen: CNN.

Hace pocos días algunos medios internacionales cubrieron lo que a simple vista podría parecer una novedad particularmente notable. Según un estudio del Banco Mundial, los reclutas del Estado Islámico (ISIS) están más educados que la nómina árabe. Según el documento, titulado “Inclusión social y económica para prevenir el extremismo violento”, el 69% de los militantes del grupo yihadista más infame tuvieron como mínimo educación secundaria. Solo el 15% dejó la escuela antes del secundario, y menos del 2% es iletrado. Sin embargo, pese a estos datos concisos, el informe insiste en explicar sus propios hallazgos en base a la “falta de inclusión económica”, que siempre permanece a lo largo del texto en un nivel genérico de abstracción. En efecto, el Banco Mundial contradice el título del reporte con la estadística que sale reflejada del mismo.

Esta ceguera es figurativa de la obstinación de muchos por elucidar las causas de la guerra santa bajo un paradigma materialista. No faltan los intelectuales que explican el yihadismo situando la culpa en el legado del colonialismo europeo, la política exterior de Estados Unidos, y la pobreza o la falta de educación de cuales miserables “víctimas” de la globalización. Por eso, es paradójico que un estudio volcado a entender las variables socioeconómicas detrás del ISIS, descubra que estas no son tan importantes como se presuponía.

En verdad, el reporte del Banco Mundial no dice nada nuevo. Los expertos en Medio Oriente y los especialistas en contraterrorismo vienen percatándose de lo mismo desde hace quince años. Que el terrorista y el yihadista haga lo que haga porque es ignorante o invariablemente pobre es un mito sin ningún tipo de sustento en la realidad. Una y otra vez, desde los atentados del 11 de septiembre en adelante, el perfil de los militantes no coincide con aquel del iletrado o muerto de hambre. Por el contrario, los terroristas suelen provenir de familias adineradas o de clase media. Incluso, muchos de ellos poseen incluso títulos universitarios, particularmente en ingeniería y medicina. Por eso, aunque vale la pena remarcar los hallazgos del reporte, a mi criterio la relevancia del documento estriba de su mediatización en los distintos medios del mundo. Es hora de derribar de una vez por todas el relato incongruente que justifica actos desesperados o dramáticos en la brecha entre ricos y pobres. Continuar leyendo «Estado Islámico: yihadistas educados»

Omar Peralta: ¿loquito o terrorista?

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Carlos Peralta López, alias Abdullah Omar, mató a cuchilladas a un comerciante judío de Paysandú, Uruguay, el último 8 de marzo. Según lo determinado por la pericia psicológica realizada al asesino, este podría llegar a ser considerado inimputable por la Justicia. Crédito por la imagen: perfil de Facebok de Peralta. Crédito por la imagen: perfil de Facebook de Peralta López.

Cuando el 8 de marzo Carlos Omar Peralta López asesinó a puñaladas a David Fremd, un conocido empresario judío de Paysandú, los uruguayos experimentaron tan solo una muestra del desgarrador conflicto sectario de Medio Oriente. No fue incidental que el asesino se hiciera llamar Abdullah Omar, y que su víctima fuera judía. Peralta quería ser yihadista. En las redes sociales expresó su admiración a los supuestos mártires del islam, y compartía un vínculo con islamistas profesos de Egipto y la Franja de Gaza. Por su parte, Fremd era, fatídicamente, el representante por defecto de la comunidad judía en la ciudad sanducera. Y, además de israelita, era querido, respetado y exitoso, una combinación que a Peralta le cayó mortíferamente intolerable.

A casi cinco meses del atentado, según lo informado por El Observador, el informe psiquiátrico del hospital (Vilardebó) que trató a Peralta, concluyó que el asesino padece una enfermedad mental aguda, recomendándose entonces asistencia psiquiátrica en una instalación especial. Esto implica que, a la larga, una vez concluido el proceso de “curación”, Abdullah Omar podría quedar en libertad. Dado que habría actuado sin sus justas facultades, y bajo los efectos de una “enfermedad alienante”, el homicida podría ser declarado inimputable. En otras palabras, de suceder este procedimiento, para la ley, lejos de ser un terrorista, Peralta sería lo que cotidianamente llamamos “un loquito”, un desquiciado que no sabía lo que hacía.

A raíz del caso, es conveniente tomar perspectiva de lo que está en juego con un futuro fallo judicial sobre la situación del asesino. Continuar leyendo «Omar Peralta: ¿loquito o terrorista?»

Un comentario acerca de la Revolución francesa

Artículo publicado originalmente en POLÍTICAS Y PÚBLICAS el 13/07/2016.

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La Revolución francesa inauguró la primera experiencia totalitaria de la Edad Contemporánea, y por lo tanto, amerita una discusión amplia. De izquierda a derecha, las figuras predominantes que desencadenaron el terrorismo de Estado en el que desembocó la Revolución: Rousseau, Robespierre, Saint-Just, Marat. Si bien Rousseau murió poco antes de que comenzaran las revueltas, sus postulados fueron puestos en práctica por los jacobinos.

En la escuela me enseñaron que la Revolución francesa es uno de los grandes hitos de la historia. No cabe duda de que se trató de uno de los eventos más dramáticos en la historia occidental, sino universal, y que, además de auspiciar el inicio de la Edad Contemporánea, inspiró a generaciones de líderes, patriotas y revolucionarios. Como argentino, me dijeron que los fundadores de nuestra nación se imbuyeron en el espíritu francés, y en la ilustre idea de que todo pueblo tiene derecho a sublevarse contra la tiranía. La narrativa que me enseñaron se resume en una línea. Como lo marca una francófila en La Nación, a propósito del bicentenario de nuestra independencia, “El Iluminismo francés, como contracara del absolutismo español que dominaba la región, inspiró la independencia de nuestro continente [americano]”.

Pero la Revolución también tiene otra cara. Esta visión idealizada de aquel eslogan inmortal –“liberté, égalité, fraternité”– se olvidó de la expresión punzante que lo acompaño –“ou la mort” (“o la muerte”). La épica francesa que figura en los manuales no describe los acontecimientos con la debida honestidad. En consecuencia, la nuestra es una perspectiva viciada por un idealismo, casi morboso, por el sacrificio en pos de causas nobles. Así, tal como canta nuestro himno, nuestro patriotismo se regocija en la noción de una muerte gloriosa, un honor neoclásico puesto de moda por los jacobinos galos. Esto, que para algunos es hermoso, para mi es algo trágico.

¿No fue la Revolución francesa la primera experiencia totalitaria de la contemporaneidad? Si bien impartió el progresivo elemento de ciudadanía, ¿no inauguró también la idea de que esta excluye a ciertos enemigos internos? La llamada “voluntad general”, ¿no será acaso un artilugio de dominación, propio del arrojo de los déspotas? En rigor, como fenómeno histórico radical, el estandarte tricolor fijó los tonos y matices de todos los totalitarismos seculares del siglo XX. Con la Revolución, la loable concepción de un Gobierno representativo devino en populismo “ilustrado”, dando comienzo a una tendencia filototalitaria, presente hasta la actualidad; provista de movimientos dedicados a utopías igualitarias (sociales) como ascéticas (románticas). Continuar leyendo «Un comentario acerca de la Revolución francesa»

Totalitarismo: la ideología que nunca muere

Publicado originalmente en PORTAFOLIO el 04/07/2016. Aquí se ofrece una versión más extensa del mismo artículo.

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En América Latina las ideologías con inclinaciones totalitarias están en retroceso. Sin embargo el totalitarismo siempre encuentra la manera de renovarse, y de ganar nuevos adeptos. En la foto, guerrilleros de las FARC participan de una parada militar en San Vicente del Caguán. Crédito por la imagen: Luis Acosta / AFP.

Los analistas políticos tenemos un problema con los conceptos abstractos, sobre todo a la hora de analizar el impacto de las variables ideológicas. Las ideas son ambiguas, y se amparan en un contexto que, casi siempre, es sujeto de diversas interpretaciones. Asimismo, al hablar de conceptos, estos resultan a veces estirados (quizás manipulados), por lo que un término puede significar varias cosas según a quién uno consulte. Llevado esto a un plano político, ¿qué quiere decir el presidente cuando dice determinada cosa? ¿Lo que dice un líder debe ser tomando literalmente, pues es lo que piensa? ¿No será en cambio todo atribuible a un contexto bien determinado, con razones sociales especificas?

Esta última pregunta da cuenta de la reticencia que tienen muchos sectores de la academia al momento de estudiar religión e ideología. Como comentarista político y de las relaciones internacionales, veo como la dimensión ideológica, cardinal en el comportamiento humano, es dejada de lado por periodistas y profesores por igual. En cierta medida esto es entendible. Existen suficientes motivos para tomar con expertísimo el kit de ideas que exhiben las ideologías en sus vitrinas. Sin embargo, aun así, al estudiar partidos políticos y movimientos sociales, es imprescindible abarcar el componente filosófico que da justificación a sus proyectos. Obviar ideología es obviar influencias culturales y religiosas imperantes. Y si bien las sociedades se transforman, y las ideas cambian y pasan de moda, la pulsión autodestructiva de las ideologías totalitarias nunca muere. Continuar leyendo «Totalitarismo: la ideología que nunca muere»