Una excepción a la regla: Kosovo reconoce a Jerusalén como capital de Israel

Artículo Original. Publicado también en INFOBAE el 03/04/2021.

Las banderas de Kosovo e Israel lado a lado en la flamante embajada kosovar en Jerusalén. El establecimiento de relaciones diplomáticas entre estos países señala que la solidaridad religiosa no lo es todo en política internacional. Crédito por la imagen: Anadolu Agency.

El 14 de marzo Kosovo formalizó la apertura de su embajada en Jerusalén, convirtiéndose en la primera entidad europea en reconocer (de iure) la capital israelí. Con esta decisión, el país balcánico se une a Estados Unidos y a Guatemala en derogar la disputa territorial por la ciudad santa, en claro detrimento de los intereses palestinos. No obstante, debido precisamente a ello, lo más llamativo del asunto estriba en la identidad musulmana de la nación kosovar.

En un principio se trata de una jugada políticamente contraintuitiva, pues actúa en contra de todas las convenciones establecidas. De algún modo, reconocer la soberanía israelí en Jerusalén equivale a concederle la victoria al Estado judío, ya sea de forma simbólica, retórica, o jurídica. Implica asumir que la narrativa israelí triunfa por sobre los reclamos palestinos, sin importar cuales fueran las intenciones o motivaciones que tuvieran los actores involucrados.

El caso kosovar merece especial atención porque sobrepasa las desavenencias religiosas de Medio Oriente y los Balcanes. En este sentido, en conjunción con la apertura de algunos países árabes hacia Israel, el acercamiento entre Pristina y Jerusalén podría servir de antecedente positivo para socavar, por medio de influencias externas, el fuerte componente religioso existente en el conflicto israelí-palestino. Continuar leyendo «Una excepción a la regla: Kosovo reconoce a Jerusalén como capital de Israel»

Frostpunk: una lección interactiva de fascismo y el género humano

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Frostpunk, desarollado por 11 Bit Studios y estrenado en 2018, propone liderar a una comunidad de sobrevivientes que se bate entre la vida y la muerte. En el contexto de un invierno apocalíptico, tendremos que conseguir la supervivencia a como dé lugar. En el proceso, los jugadores descubrirán intuitivamente qué tan atractivas pueden ser las ideas fascistoides, y qué tan útiles pueden ser para controlar a la población.

Los videojuegos de estrategia siempre fueron uno de mis pasatiempos favoritos, y desde pequeño me atraen los juegos que entremezclan historia con entretenimiento. Cuando era chico, para tranquilidad de mi madre, podía presuponer frente a ella que esta afición no era meramente esparcimiento, pues permitía “aprender jugando”. Para ganar había que ejercitar la cabeza y pensar estrategias. Además, casi por inercia, uno prestaba atención a las tramas argumentativas, muchas veces inspiradas en eventos reales. Así es cómo el Age of Empires ejerció una gran influencia en mi interés temprano por imperios y civilizaciones, o cómo el Commandos —y no la escuela— me introdujo a la Segunda Guerra Mundial.

Ya sea por nostalgia o porque son parte de mi identidad, como adulto retengo el mismo interés por estos juegos, y de vez en cuando continúo sorprendiéndome con la creatividad de las nuevas entregas. Este es el caso de Frostpunk, un título que instantáneamente ganó lugar en mi lista de favoritos. Inserto en el subgénero de construcción y gestión, el jugador es responsable por el mantenimiento y expansión de un asentamiento humano, sitiado por un invierno volcánico apocalíptico. La misión consiste en liderar a unos pobres desamparados y sobrevivir al frío y al hambre a como dé lugar. La acción transcurre en un universo ucrónico a finales del siglo XIX, y, como sugiere el nombre (un guiño al steampunk), el argumento es retrofuturista: toda la tecnología está dominada por el vapor.

No escribo de Frostpunk porque me interese reseñar y analizar su jugabilidad, sus gráficos, o determinar qué tan entretenido me pareció. Lo hago porque quedé encantado con la forma en la que 11 Bit Studios, la joven desarrolladora polaca detrás del título, inserta temáticas fascistas. Si no fuera por ellas, el juego seguramente perdería su magia y pasaría a ser un simulador citadino monótono, acaso otro Sim City sin sabor o sustancia. Por ello, en lo que respecta a la noción de aprender jugando, el potencial de este programa reside en la excelente lección interactiva que arroja sobre el fascismo, posiblemente muy útil para impartir tal concepto en jóvenes y adolescentes. Continuar leyendo «Frostpunk: una lección interactiva de fascismo y el género humano»