Turquía redobla sus esfuerzos en Siria: el escenario regional

Artículo Original. Publicado también en POLÍTICAS Y PÚBLICAS el 25/01/2017.

Mapa del conflicto sirio provisto por https://syria.liveuamap.com, actualizado al 24 de enero de 2018. Mientras las fuerzas leales a Bashar al-Assad mantienen una ofensiva en Idlib, el último gran bastión de la insurgencia yihadista, Turquía lanza la operación «Rama de Olivo» para expulsar a las fuerzas kurdas de Afrín.

El 20 de enero Turquía lanzó una incursión militar al distrito sirio de  Afrín lindante con la frontera turca, con el expreso objetivo de derrotar a las milicias kurdas que allí operan. La campaña está dirigida a expulsar a los combatientes de las llamadas Unidades de Protección Popular (YPG), a su vez el principal cuerpo de combate de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), una coalición que forma estatidad de facto en el noreste sirio, y que cuenta con el respaldo armamentístico de Estados Unidos. Irónicamente llamada “Rama de Olivo”, la operación anunciada por Recep Tayyip Erdogan busca concretamente una “zona segura” de treinta kilómetros en torno a  Afrín, a modo de poder salvaguardar la seguridad turca y la integridad territorial de Siria.

En la medida en que los medios cubren los acontecimientos en el terreno, quedan interrogantes acerca del impacto de la nueva escalada en el teatro de operaciones sirio. Cabe analizar hasta qué punto la campaña turca tendrá éxito, y qué repercusiones traerá a la reputación o influencia de Turquía en el plano internacional, o mismo por qué Erdogan lanzó la campaña ahora. No obstante, el escenario no estaría claramente explicado sin hacer mención a la coyuntura, y específicamente al papel que juegan las principales potencias involucradas, Estados Unidos y Rusia.

En primera instancia, la justificación de Ankara para llevar a cabo sus maniobras tiene sentido si se dan por válidas sus preocupaciones de seguridad. Turquía viene consistentemente denunciando a las milicias kurdas (sirias) por presuntos vínculos con el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), la guerrilla izquierdista considerada terrorista por casi todos los países del primer mundo. Desde este punto de vista, “Rama de Olivo” busca coartar la capacidad del YPG y el PKK para operar simultáneamente en ambos bandos de la frontera sirio-turca. La nueva operación se complementa con “Escudo del Eúfrates”, lanzada en agosto de 2016, y también orientada a truncar los planes de un Kurdistán sirio (conocido como Rojava) emancipado. Es decir, “Rama de Olivo” es un acto cuidadosamente planificado, con miras que escapan al corto plazo. (Turquía busca establecer cordones de seguridad en la frontera con Siria desde el año 2012.)

Sin embargo, el catalizador que desencadenó la última campaña militar fue el anuncio del 13 de enero, por parte de Estados Unidos, confirmando la creación de una fuerza fronteriza de 30,000 hombres kurdos para asegurar el norte de Siria, y así evitar el resurgimiento de focos yihadistas en la zona. El prospecto de semejante fuerza compuesta por veteranos del SDF, llega como un insulto para los turcos.

El papel de Estados Unidos

Según lo inicialmente anunciado, la fuerza fronteriza sería posicionada a lo largo del valle del Eúfrates, una frontera topográfica con las fuerzas del régimen sirio, y consecuentemente con sus aliados rusos e iraníes. Específicamente, el contingente estaría cubriendo el borde del Kurdistán sirio con Irak, y con Turquía al norte. Es decir, de alguna manera Estados Unidos estaría apoyando al SDF para el establecimiento de una gendarmería para proteger los límites de su autonomía de facto. Esto se debe probablemente a la necesidad estratégica de Washington de mantener a Irán controlado, que –vale tener presente– viene alcanzando importantes logros en Irak por medio de sus milicias chiitas. Si bien es muy difícil hacer lectura de la estrategia estadounidense frente al conflicto sectario en Medio Oriente (si la hay siquiera), seguramente uno de los objetivos de la fuerza fronteriza es mantener el statu quo; y así evitar incursiones iraníes desde Irak hacia Siria, por lo menos hacia el noreste del país.

La ruta de Irán hacia el mar. Los iraníes ya no pueden pasar por el norte, y el plan del cuerpo fronterizo apoyado por Estados Unidos está orientado a evitar esto mismo. Crédito por el gráfico: The Guardian.

En teoría, el plan norteamericano tiene sustento siempre y cuando el SDF se abstenga de proclamar la independencia formal de Rojava del resto de Siria. Tal como me expresó mi colega Timur Akhmetov, en este momento los kurdos sirios tienen que concentrarse en planes humildes y evitar caer en la tentación de las ambiciones nacionalistas, so pena de sufrir una suerte comparable a la del Kurdistán iraquí (KRG). Por razones controversiales que desconciertan a diplomáticos, estrategas y analistas estadounidenses, lo cierto es que Washington no apoyó la independencia del KRG, permitiendo entonces la expansión de la influencia iraní sobre Irak. En suma, en tanto el SDF se contente con el estado actual de las cosas y no peticione por un reconocimiento diplomático explícito que ninguna potencia avalará, Estados Unidos estaría dispuesto a garantizar sus fronteras.

Así y todo, no se sabe hasta dónde Washington tiene una “resolución inherente” (el nombre de la operación estadounidense contra el Estado Islámico (ISIS) para mantener sus compromisos luego de la más reciente incursión turca. Los informes de prensa sugieren que el secretario de Estado Rex Tillerson trata infructuosamente de limar las asperezas con Turquía, instando a la moderación, afirmando que la posición de su país fue “mal representada”. Teniendo en cuenta los cortocircuitos de la administración de Donald Trump, es factible que no haya una postura clara en la Casa Blanca, y que hayan desacuerdos en las esferas más altas de poder. Guste o no, los críticos ciertamente tienen razón en una cosa: el enojo de Turquía era totalmente previsible. Pero más importante es el hecho de que los turcos decidieron lanzar “Rama de Olivo” pese al posicionamiento favorable de Estados Unidos hacia el SDF. Como vengo discutiendo en este espacio, esto sucede porque el músculo norteamericano en Medio Oriente está debilitándose con creces. Pese a la llegada de un aparente pistolero como lo es Trump, la primera potencia mundial ya no desenfunda primero. Desde un enfoque global, el hecho de que Turquía pueda contrariar los intereses estadounidenses de esta manera, sin antes mediar palabra, demuestra que la hegemonía estadounidense ya no es lo que era.

En línea con este análisis, podría decirse –como lo hace el investigador Simon A. Waldman– que de ahora en más Estados Unidos estará inserto en una guerra proxy o subsidiaria con Turquía. Estados Unidos apoyaría al YPG con armamento made in USA para combatir a un país supuestamente aliado, y ante todo miembro de la OTAN. Para ser claros, “Rama de Olivo” no necesariamente representa el fin del proyecto de la patrulla fronteriza de 30.000 hombres. Si lo que se busca es mantener apartado a Irán del noreste sirio,  Afrín (ubicada en el oeste) tiene poca importancia. Esto es algo que dentro de todo el Pentágono ya dejó en claro antes de que comenzara la incursión militar turca, dejando saber que dicha área sería excluida del proyecto de seguridad fronteriza.

El rol de Rusia

Por lo dicho anteriormente, lo más probable es que “Rama de Olivo” haya estado planificada desde hace algún tiempo. Si Afrín no pone en riesgo existencial a la hipotética patrulla kurda que se formará en torno al Éufrates, entonces tampoco es una molestia intolerable para Irán, que de cualquier manera necesita otro puente terrestre hacia Siria que no pase por el norte. Por otro lado, la operación tampoco pone en jaque los intereses rusos. No por poco la gran mayoría de analistas coinciden en que Moscú le dio a Ankara luz verde para lanzar la misma. Esto se ve en el hecho de que los rusos diligentemente sacaron sus fichas de Afrín. Suponiendo que a los turcos les vaya bien, siempre y cuando estos no avancen hacia las cercanías de Alepo, Rusia no tendrá motivo para intervenir en los planes de Erdogan.

Aunque futuros enfrentamientos entre tropas leales a Bashar al-Assad y fuerzas de Erdogan no pueden descartarse, en el tiempo previsible la mayoría de los enfrentamientos al sur de la frontera de Turquía estarán protagonizados por turcos el YPG. Mientras tanto, Rusia juega ajedrez en el tablero en detrimento de turcos y estadounidenses por igual. Por un lado, si mis premisas se toman como válidas, la impresión de que Estados Unidos sale debilitado por el desacato turco es en sí una victoria estratégica. La política exterior rusa se basa en la idea de un mundo multipolar, en donde Estados Unidos no pueda unilateralmente dictar términos y ultimátums. Si Turquía desafía la idea de un Kurdistán sirio bajo influencia norteamericana, entonces Rusia sale beneficiada ipso facto. Es una victoria virtualmente servida en bandeja, sin costos o daños colaterales. Por otro lado –valga la redundancia– Rusia viene expresando interés por tomar en consideración los intereses de los kurdos sirios. Pese al descontento de Ankara y Teherán, el Kremlin insiste en que los representantes de Rojava merecen tener participación en negociaciones de paz, dejando entreabierta la posibilidad de apoyar algún tipo de semiautonomía para la región kurda de cara al futuro.

Reunión entre representantes del YPG y Rusia el 3 de diciembre de 2017 en la base áerea de Khmeimim, cerca de Latakia. El general ruso Alexcander Kim (centro) participa de una conferencia de prensa con el portavoz del YPG Noureddine Mahmoud (izquierda).

Este análisis apunta a que Moscú le está diciendo al SDF que sus intereses están últimamente mejor cuidados con Rusia que con Estados Unidos, un aliado que en el caso de los kurdos iraquíes no resultó fiable. Interesantemente, tal como nota la experta Gönül Tol, mientras que Erdogan no tiene problema en defenestrar verbalmente a Estados Unidos por sus vínculos con el SDF, sobre Rusia se queda callado. Esta muestra de hipocresía se explica –como marca sucintamente Tol– en que Ankara ha sido tradicionalmente vulnerable a política kurda de Rusia. En rigor, esto demuestra que, a diferencia de Estados Unidos, Rusia ejerce presión efectiva sobre todos los actores involucrados. A juzgar por el estado geopolítico de las cosas, solo Rusia puede mantener a los turcos a raya, y a la vez garantizar representatividad política para el SDF vis-à-vis Damasco.

Tendría sentido suponer que aquí hubo un intercambio de fichas. Turquía venía condicionando un cese al fuego a la conservación de las llamadas “zonas de distensión” (de-escalation zones) acordadas por Rusia, Turquía e Irán en septiembre de 2017. La principal de estas áreas cubre la región de Idlib, el principal bastión de la insurgencia sunita yihadista contra Bashar al-Assad. En las últimas semanas las fuerzas lealistas al régimen y sus aliados lanzaron una ofensiva orientada a recapturar Idlib, y si bien el panorama todavía es incierto, con cada victoria Assad se fortalece en el poder: un trago amargo para “el sultán” Erdogan, sobre todo si se tiene en cuenta que viene llamando a su derrocamiento desde que empezara la guerra siete años atrás. En vista de las circunstancias, a cambio de pararle el carro a sirios e iraníes, Turquía le habría ofrecido a Rusia reconocimiento por sus iniciativas diplomáticas. Rusia por su parte habría retrucado la oferta con algo más concreto y duradero: Idlib, un objetivo prioritario como ineludible para Damasco, a cambio de libertad de acción en Afrín. Sea como sea, en todo caso el Kremlin sale ganando.

El rol de Turquía

“Rama de Olivo” potencialmente le ofrece a Turquía y a Erdogan importantes beneficios, pero también riesgos. Retomando lo dicho al comienzo, Ankara quiere poner coto a la influencia de los kurdos en el patio trasero del otrora Imperio otomano, y acaso encontrar una solución más permanente al problema de dicha insurgencia. Si Turquía logra expulsar al YPG de Afrín y mantener la “zona segura” de treinta kilómetros dentro de territorio sirio, el país alcanzaría un objetivo estratégico que sería celebrado por nacionalistas con indiferencia de su rasgo político; y en Turquía el orgullo no es cosa menor.

Dejando de lado las vicisitudes en el plano táctico que dejó “Escudo del Éufrates” (como pueden ser bajas importantes y un cronograma lento), si en el plano estratégico Turquía alcanza una situación comparable con la (inaugurada por la operación militar) de mediados de 2016, entonces habrá marcado otro tanto en su política exterior neootomana. Se trata de una aproximación basada en el revisionismo histórico y hambre de prestigio y liderazgo regional: una necesidad que los turcos nunca se cansan de esconder. A grandes rasgos, este análisis no difiere del que presentaba con motivo de la primera incursión turca en Siria propiamente dicha. Queda en evidencia que hubo un pacto con Rusia, y que Turquía continúa desafiando a Estados Unidos, cosa que de por sí suele inspirar respeto entre los autócratas contestatarios del mundo. Como en Medio Oriente el garrote habla más fuerte que cualquier zanahoria, Turquía se reafirma así misma como una potencia regional. Mientras tanto, la administración Trump, al igual que la gestión de Barack Obama, carece de determinación para hacer cumplir su voluntad.

Soldados turcos en la frontera turco-siria, cerca de Idlib, el 10 de octubre de 2017. En octubre el ejército turco lanzó una misión de reconocimiento en Idlib en un intento de marcar territorio de cara a próximas negociaciones para delimitar áreas de influencia. Crédito por la imágen: Ilyas Akengin / AFP.

Para bien o para mal, Turquía llega a la conferencia de paz organizada por los rusos en Sochi (el 29 de enero) en una posición relativamente mejor a la que estaría sin Afrín. Dicho esto, la celeridad y efectividad de las fuerzas turcas aún no ha sido corroborada, y queda por ver hasta qué punto en el mapa logran avanzar. Un ajedrecista ruso citado por la prensa de su país indica que a los turcos la jugada les podía costar muchas bajas. En miras de dar con una repartición territorial orientada a un apaciguamiento general, probablemente Turquía acepte a regañadientes a Al-Assad a cambio de conservar (anexionar de forma facto) sus ganancias territoriales en el nombre de la seguridad nacional.

Desde el plano doméstico, apelando a las pasiones nacionalistas, “Rama de Olivo” le ofrece a Erdogan réditos políticos para confirmarse como el líder indiscutido de su reimaginado Estado otomano. Durante mucho tiempo de la guerra civil siria Erdogan se abstuvo de lanzar operaciones semejantes. Resulta que su aversión al riesgo era mucho mayor, siendo que su poder no estaba del todo asegurado. Personalmente creo que este ya no es el caso. A partir del fallido golpe de Estado de julio de 2016, y la reforma superpresidencialista aprobada exactamente un año atrás (en enero de 2017), Erdogan tiene motivo para actuar con mayor resolución, sabiendo que su base interna está asegurada. Es sabido que el líder ya ha recurrido a polarizar a la población entre “turcos verdaderos” y “turcos que no lo son tanto” para ganar puntos entre nacionalistas islamistas y seculares. Estos últimos son los que más retienen el disgusto kemalista por las expresiones culturales o políticas de los kurdos.

Asumiendo que “Rama de Olivo” pueda ser promocionada propagandísticamente como “Martillo de kurdos”, Erdogan estará mejor posicionado para afianzar autoridad de cara a las primeras elecciones pos-reformas en noviembre de 2019, donde por primera vez el presidente electo pasará a ser jefe de Gobierno propiamente dicho.

En definitiva, más allá de que la nueva incursión turca en Siria difícilmente tiene potencial para alterar fundamentalmente el balance de poder en el fragmentado Levante, la puesta en escena de los distintos actores manifiesta el nivel de complejidad del conflicto. A primera vista, las demandas entre las partes parecen irreconciliables. Sin embargo, una mirada más detallada demuestra que la geopolítica se juega entre caballeros, y que dejando de lado las posturas públicas, lo que verdaderamente importa son los intereses que se negocian entre quienes conocen el tablero. En esencia, de los actores aquí discutidos Estados Unidos es quien está perdiendo la partida. Turquía la sobrelleva como puede, y Rusia la está ganando como campeona indiscutida.