El asesinato del embajador ruso en Turquía: consideraciones preliminares

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El embajador ruso en Turquía, Andrey Karlov, en la galería de arte en Ankara, momentos antes de ser asesinado por el policía que está detrás. Si bien el incidente seguramente impactará negativamente las relaciones entre Rusia y Turquía al corto plazo, difícilmente pueda revertir el rapprochement entre Moscú y Ankara. Crédito por la imagen: Burhan Ozbilici.

El embajador ruso en Turquía, Andrey Karlov, fue asesinado el 19 de diciembre en Ankara por un guardia que se suponía que tenía que protegerlo. El asesino, Mevlüt Mert Alintas, es un policía de la unidad antidisturbios de 22 años, y vació su cargador justo cuando el embajador se disponía a dar un discurso en una galería de arte, probablemente ensalzando los lazos culturales entre Rusia y Turquía. Luego de cometer el asesinato, el joven policía grito en árabe:»Le juramos a Mahoma que moriríamos en martirio…en venganza por Siria y Alepo». Tambíen pronunció en turco: «No se olviden de Alepo. No se olviden de Siria…no estarán a salvo. Solo mi cuerpo muerto saldrá de aquí».

Podría decirse que la realidad superó la ficción. Los investigadores se ocuparán de averiguar si Alintas se radicalizó antes o posteriormente de haber entrado en el cuerpo policial. No obstante, el asunto más urgente es medir el impacto de este asesinato en las de por sí complicadas relaciones entre Rusia y Turquía. Si bien aún no es posible ver las cosas con cierto margen de perspectiva, es posible hacer una evaluación preliminar.

En principio, Moscú catalogo el asesinato como un ataque terrorista, y de momento se abstuvo de culpar al Gobierno turco. Sin embargo, seguramente el Kremlin elevará críticas importantes relacionadas con el filtro magro que permitió que este individuo pudiese estar tan cerca del diplomático. Por eso, muy posiblemente los investigadores buscarán determinar si ha habido algún tipo de complot entre Alintas y el mando superior que le encomendó estar en la galería de arte.

El incidente llega como una humillación a Recep Tayyip Erdogan vis-à-vis Vladimir Putin, dados los esfuerzos del primero por reconciliarse con el segundo, luego de un año de convulsiones diplomáticas, comenzando con el caza de combate ruso derribado por Turquía, en noviembre de 2015. Con el telón de la guerra en Siria, que posiciona a Ankara y a Moscú en bandos antagónicos, Ankara ha buscado un modus vivendi con Rusia para evitar que las tensiones lleguen a puntos de quiebre. Como lo remarcaba el año pasado, lo cierto en este sentido es que Turquía no puede darse el lujo de enemistarse abiertamente con una Rusia que cubre su demanda energética, entre otros proyectos de cooperación de mutuo beneficio.

En este contexto, Putin y Erdogan improvisaron un acuerdo de caballeros en agosto. El encuentro signo la rivalidad y a su vez el muto respeto entre el zar y el sultán: dos autócratas con muchas afinidades en lo referente al estilo de conducción. En breves cuentas, los líderes reconocieron que hay rivalidades de orden geopolítico insalvables, que hacen a los intereses históricos de cada potencia. Pero así y todo, también encontraron una posición común en lo vinculado con el rol de Europa y Estados Unidos en los asuntos internacionales. Estos mandatarios están en el poder desde hace más de una década, y coinciden en su dura crítica contra Occidente, al cual frecuentemente acusan de exacerbar problemas, metiéndose en donde no le corresponde. Esta aversión común sirve de cemento al rapprochement o acercamiento entre rusos y turcos. Si se quiere, actúa de paliativo para suavizar la competencia entre Ankara y Moscú por influencia regional.

Desde este punto de vista, no sería congruente esperar que el rapprochement ruso-turco entre en crisis. Posiblemente habrán cruces en el corto plazo, pero las relaciones no se verán en peligro. Algunos analistas discutieron que el cese al fuego en Alepo podría derrumbarse como consecuencia directa del asesinato del embajador. Por el mismo motivo, soy escéptico a que esto ocurra. En todo caso, la preocupación inmediata de Rusia es reforzar la seguridad en sus consulados y embajadas al rededor del mundo.

Si bien aún no queda claro a qué grupo pertenecía el joven asesino, hay algo que llama la atención. Un día antes del asesinato, el Estado Islámico (ISIS) publicó una lista con las direcciones de las representaciones diplomáticas rusas en varios países, llamando a sus seguidores a realizar ataques. Con independencia de si en efecto hay una relación o no entre el asesinato y la publicación del documento, lo cabal es que la seguridad del personal ruso es prioritaria.

Dicho esto, es plausible que Erdogan tome la oportunidad para lanzar otra purga de los servicios de seguridad. Buscando quedar bien con su patrón, el gobernador de Ankara, Ibrahim Melih Gokcek, sugirió en Twitter que el movimiento Gulen está detrás del incidente, acaso buscando desestabilizar el país. Quedará por verse si el Gobierno da por válida esta suposición y accede a reprimir a los supuestos elementos insubordinados del aparto policial y militar turco.

 

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