Publicado originalmente en PORTAFOLIO el 04/07/2016. Aquí se ofrece una versión más extensa del mismo artículo.
Los analistas políticos tenemos un problema con los conceptos abstractos, sobre todo a la hora de analizar el impacto de las variables ideológicas. Las ideas son ambiguas, y se amparan en un contexto que, casi siempre, es sujeto de diversas interpretaciones. Asimismo, al hablar de conceptos, estos resultan a veces estirados (quizás manipulados), por lo que un término puede significar varias cosas según a quién uno consulte. Llevado esto a un plano político, ¿qué quiere decir el presidente cuando dice determinada cosa? ¿Lo que dice un líder debe ser tomando literalmente, pues es lo que piensa? ¿No será en cambio todo atribuible a un contexto bien determinado, con razones sociales especificas?
Esta última pregunta da cuenta de la reticencia que tienen muchos sectores de la academia al momento de estudiar religión e ideología. Como comentarista político y de las relaciones internacionales, veo como la dimensión ideológica, cardinal en el comportamiento humano, es dejada de lado por periodistas y profesores por igual. En cierta medida esto es entendible. Existen suficientes motivos para tomar con expertísimo el kit de ideas que exhiben las ideologías en sus vitrinas. Sin embargo, aun así, al estudiar partidos políticos y movimientos sociales, es imprescindible abarcar el componente filosófico que da justificación a sus proyectos. Obviar ideología es obviar influencias culturales y religiosas imperantes. Y si bien las sociedades se transforman, y las ideas cambian y pasan de moda, la pulsión autodestructiva de las ideologías totalitarias nunca muere. Continuar leyendo «Totalitarismo: la ideología que nunca muere»