La situación en el sur de Siria: Irán se acerca a los Altos del Golán

Artículo Original.

Mapa del conflicto sirio provisto por https://syria.liveuamap.com, actualizado al 30 de diciembre de 2017. Las fuerzas leales a Bashar al-Assad están avanzando sobre posiciones del Frente Sur del Ejército Libre Sirio (FSA) al sur del país. Este desarrollo supone una jugada de alto riesgo, que marca la creciente influencia de Irán en la zona fronteriza aledaña a las Altos del Golan.

En las últimas semanas se han producido movimientos importantes en el sur de Siria, cerca del monte Hermón y de los Altos del Golán. Parece ser que el gobierno sirio y sus aliados proiraníes están emprendiendo una ofensiva contra los rebeldes del llamado Ejército Libre Sirio (FSA por sus siglas en inglés) ubicados en torno a la ciudad de Beit Jin. Los reportes de prensa indican que las fuerzas de Damasco emitieron un ultimátum a sus adversarios, ofreciéndoles una tregua temporaria. Siguiendo el precedente de acuerdos pasados, los rebeldes que así lo dispongan podrán viajar (escoltados por la Media Luna Roja Árabe Siria) a la provincia de Idlib, en donde podrán unirse a la insurgencia islamista que sigue allí sin aplacarse. Por otra parte, quienes no acepten la oferta deberán enfrentarse a una respuesta militar. Al momento de escribir estas líneas parece ser que los rebeldes del FSA están acatando las instrucciones.

Este desarrollo es significativo por dos cuestiones fundamentales. En primera instancia, sugiere que Irán y el régimen de Bashar al-Assad están dispuestos a capitalizar réditos políticos luego de la seguidilla de victorias que vienen obteniendo derrotando al Estado Islámico (ISIS), particularmente expulsando a los yihadistas de Deir Ezzor. Para al-Assad y sus aliados es muy importante proyectar fortaleza y determinación para reunificar Siria. En términos domésticos, la propia legitimidad del régimen descansa en la habilidad o competencia que muestre Assad a los efectos de pacificar el país. En segundo lugar, la ofensiva sobre Beit Jin es significativa porque muestra que el bloque chiita está asumiendo un riesgo calculado a sabiendas de una coyuntura internacional favorable. De este modo, Assad, asistido por Hezbollah, está permitiendo mayor influencia de proxies iraníes en Quneitra, a costas de invitar una respuesta militar israelí.

Esto merece un análisis aparte que permitirá evaluar el escenario que está desenvolviéndose en el sur de Siria. Por lo pronto todo indica que Irán está acercandose peligrosamente a Israel.

Hace un año escribía en este blog un artículo explicitando la situación en Siria. A grandes rasgos, escribía que la prioridad del régimen consistía en recuperar los territorios económicamente relevantes que componen la “Siria útil”. Me refiero al corredor mediterráneo que se extiende desde Damasco hasta Alepo, que contrasta con la marginalidad y subdesarrollo del hinterland, es decir, los territorios internos y desérticos. Para llevar a cabo este objetivo Damasco necesita avanzar sobre la provincia de Idlib, que compone el principal bastión de la insurgencia religiosamente inspirada. Aunque en algunos puntos el análisis que hacía a principios de 2017 sigue siendo relevante, lo cierto es que desestimé la capacidad del régimen para hacer frente a amenazas más limitadas o contenidas. Si bien adelantaba correctamente que Assad avanzaría sobre el ISIS en la ciudad norteña de Al-Bab para negarle dicho territorio a las milicias kurdas, supuse que la campaña en Palmira y Deir Ezzor tardaría más tiempo en efectuarse.

Por otro lado, también advertía que Damasco no buscaría alterar el equilibrio de poder en el sur del país. Esto se debía a las advertencias de Washington, Amán, y Jerusalén, cuyos intereses se remiten a cuidar la estabilidad del vecindario, particularmente en la sensible zona fronteriza entre Líbano, Jordania, Siria e Israel. La misma advertencia también aplicaba para la facción meridional del FSA, el llamado Frente Sur, que ahora se repliega de Beit Jin. Con representación en Amán, el Frente Sur es considerado el grupo más moderado dentro de la oposición siria. Por así decirlo, venía siendo “utilizado” para mantener a las fuerzas de Assad a raya, evitando ofensivas como las que ahora están teniendo lugar. Algo evidentemente ha cambiado.

En mi opinión, la ofensiva del gobierno sirio y Hezbollah cerca del Golán se produce porque hoy en día las circunstancias son otras que hace un año atrás. A mediados de 2017 Trump puso fin al programa de su predecesor orientado a aprovisionar a los rebeldes del Frente Sur. La llegada de Trump trajo un paradigma realista a la Casa Blanca, dando por entendido que el FSA no tiene posibilidades de derrocar a Assad, o bien de contribuir a la estabilidad de la región al largo plazo. Guste o no, la participación rusa en el conflicto inclinó la balanza decisivamente en favor del régimen sirio, y la administración estadounidense prefiere desescalar la tensión con Moscú. Tal es así que Estados Unidos habría cerrado su liaison office (el llamado Military Operation Center o MOC) en Jordania para tratar con el FSA. Una fuente indica que el MOC pagaba el 60 por ciento de los salarios del Frente Sur.

La primera consecuencia de esta decisión es el deterioro del Frente Sur en términos de armamento como de prestigio. Sin el respaldo explícito de Estados Unidos y por extensión Jordania, el eje Damasco-Teherán no recibe las mismas advertencias que sonaban meses atrás. En la práctica esto significa que ya no hay un interés manifiesto por mantener el statu quo. A su vez, esto perjudica el prospecto de que la tregua vigente en el sur de Siria se mantenga. En contraprestación por quitarle el apoyo al Frente Sur, en julio de 2017 Estados Unidos negoció con Rusia una tregua para mantener la estabilidad en Quneitra. En otras palabras, Washington apostó por aplazar los garrotes y jugar a las zanahorias para encausar las relaciones con el Kremlin. Pero como he sugerido en varias oportunidades, el inconveniente con este tipo de jugadas aparece con la realización de que en Medio Oriente la fuerza habla más que las palabras.

En vistas del avance de Damasco sobre Beit Jin no sorprenden las objeciones que el mando israelí puso a la tregua recién mencionada. En efecto, si se dan por válidas las últimas declaraciones oficiales del régimen sirio, las operaciones en Beit Jin presagian una campaña más amplia para recuperar la totalidad de la zona fronteriza. Esto equivale a decir que Hezbollah (léase Irán) tendrá acceso a territorios sumamente relevantes en el cálculo de seguridad nacional de Israel. Mediante una serie de ataques recientes, la Fuerza Aérea israelí ha dejado bien en claro que el Estado hebreo no permitirá este desenlace. Por ello, los israelíes le vienen transmitiendo a los rusos y a los estadounidenses que pase lo que pase, Hezbollah debe mantener una distancia de 5 kilómetros con las posiciones del Frente Sur, sirviendo este de buffer o de “tapón” entre Israel y los agentes iraníes. Con el antecedente de la guerra del Líbano de 2006, para Israel es inaceptable un escenario en donde Hezbollah vuelva a tener posesión de Quneitra, tan cerca de las Alturas del Golán. Por esto mismo considero que, con sus movimientos en el sur de Siria, Assad y sus aliados están invitando una respuesta israelí.

El mapa muestra la línea de separación que Israel quiere conservar entre los grupos de la oposición (en verde) y las fuerzas aliadas al régimen sirio (en rojo). Israel busca que existan 5 kilómetros de separación entre ambas fuerzas. Crédito por la imagen: Prime Source.

Paradójicamente, quizás este sea el objetivo deseado por Damasco y Teherán. En 2015 publiqué un artículo planteando la posibilidad de una nueva guerra entre Israel y Hezbollah. Dejando de lado que las circunstancias entre aquel entonces y hoy son otras, las premisas nunca perdieron vigencia. Con el trasfondo de la controversia por la decisión de mover la embajada estadounidense a Jerusalén, Irán y Siria podrían beneficiarse de un nuevo conflicto que tenga a Israel como protagonista. Si de buscar influencia y legitimidad se trata, nada es más efectivo en el mundo árabe que desafiar al enemigo sionista, sea en defensa de la patria árabe, o bien del honor de los musulmanes. Es sabido que Irán está construyendo fábricas para producir misiles en Siria para un futuro conflicto Israel, y que las fuerzas sirias están subordinadas a la bajada de línea que viene de la Guardia Revolucionaria iraní (IRGC por sus siglas en inglés). Semanas atrás, el líder de una milicia iraquí chiita respaldada por Irán visitaba la frontera con Israel, explicitando la voluntad de sus amigos de enfrentarse a la “ocupación israelí anti-islam, antiárabe y antihumanidad”.

Otro punto a destacar es que el bloque chiita formado por las fuerzas gubernamentales de Assad y las milicias iraníes cuentan con una ventaja muy importante. Israel “no juega de local” como solía hacerlo. Puesto que los intereses sirios están engatusados con el Kremlin, Israel debe remitirse a un constante ejercicio de consulta internacional, y no cuenta con la libertad de acción que poseía años atrás. Israel no puede atacar a contingentes sirios o a unidades de Hezbollah sin la luz verde de Rusia. Si bien hasta ahora la cooperación entre Jerusalén y Moscú viene siendo relativamente efectiva, un conflicto podría, en teoría, tensar gravemente la relación. Así y todo, frente a un ataque lanzado detrás de la frontera siria, Israel responderá con decisión. Su estrategia de seguridad está integralmente basada en el concepto de disuasión militar: responder con crudeza a modo de acobardar o desalentar la realización de futuros ataques.

En todo caso, con o sin guerra con Israel, el avance del bando chiita sobre el sur de Siria amenaza la mal lograda estabilidad que venía dándose en Quneitra desde 2013. Desde un punto de vista humanitario, esto implica la pérdida de más vidas humanas. Desde un punto de vista político –tal como advierte un comentarista jordano– esto significa la posibilidad de caos, en donde Israel y Jordania quedan atados a la buena voluntad que tenga Rusia para mantener a las fuerzas de Assad y a las milicias proiraníes bajo control. Para los israelíes este caos supone una amenaza a largo plazo, pues pone a Irán a las puertas del Golán. Para los jordanos esta situación supone el riesgo de que mayores números de refugiados crucen la frontera hacia Jordania, deteriorando la estabilidad de la monarquía hachemita.

En suma, la jugada de Damasco y Teherán supone un cálculo de alto riesgo, pero que de cualquier modo denota la creciente influencia del bloque chiita en el Levante.