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En el mundo informatizado de hoy la paz internacional ha dejado de ser la facultad exclusiva de la alta política. En efecto, desde un punto de vista constructivista, los conflictos nunca podrán solucionarse del todo sin la intervención y reconciliación entre los afectados. Las personas de carne y hueso, empoderadas por las redes sociales y los medios de comunicación, también deben ejercer presión “de abajo hacia arriba” para librar la batalla cultural por la paz. Este esfuerzo podría estar orientado a legitimar el escrutinio público sobre dogmas ideológicos intocables, a cuestionar narrativas institucionalizadas, y a ponerse en el lugar del otro para puentear diferencias.
Como en tantos otros sitios, en un mundo ideal esto es lo que debería acontecer en Medio Oriente. Aunque se ha visto una expansión de la paz política entre Israel y los países árabes, la misma no se replica necesariamente en la opinión de muchas personas en países mayoritariamente musulmanes. Esto puede apreciarse muy bien el índice de opinión árabe publicado por el Arab Center de Washington DC, que pinta un panorama tan adverso como preocupante. La última edición comprende encuestas llevadas a cabo entre 2019 y 2020 en 13 países árabes, incluyendo los territorios palestinos.
El 37% de los encuestados aseguró que Israel presenta la mayor amenaza para los países árabes. En segundo lugar, el 29% opinó que este lugar lo ocupa Estados Unidos, de modo que un 66% identifica a estadounidenses e israelíes como los principales agresores del mundo árabe. Estos números crecieron luego de que a los encuestados se les presentara una lista de países, de los cuales debían identificar a los actores que atentan contra la seguridad y la estabilidad. El 89% aseguró que Israel caía en esta categoría, y el 81% posicionó aquí a Estados Unidos también.
Si de la causa palestina se trata, más de ¾ de los encuestados opina que la misma es una preocupación panarabista. En vista de este preámbulo actitudinal, no sorprende que la gran mayoría de los encuestados —probables salientes representativos de sus respectivas sociedades—, opine que no debería existir reconocimiento diplomático de Israel. Curiosamente, son más los argelinos, libaneses, tunecinos y jordanos opuestos a tal cosa que los propios palestinos. Según la encuestadora, no se han registrado actitudes diferentes en distintos grupos etarios. Todas las edades comparten el mismo oprobio culturalmente institucionalizado hacia Israel.
Poco más del 45% se opone al reconocimiento diplomático de Israel debido a la percibida opresión de los palestinos. En segundo término, casi el 20% aduce motivos relacionados con hostilidades hacia el mundo árabe. Luego, ya posiblemente reflejando creencias extremistas, cerca del 8% justifica su posición afirmando que Israel es un Estado terrorista, y casi el 7% que la religión no permite la paz con el Estado judío.
Estas actitudes muestran que la paz, en un sentido amplio de la expresión, se construye todos los días entre las personas comunes y corrientes. Si bien las decisiones políticas pueden cambiar las realidades en el terreno, allanado el paso para acuerdos pragmáticos, a largo plazo es indispensable crear una cultura de paz entre pueblos enfrentados. Sin ella, realísticamente hablando, cualquier acomodo, tregua o tratado será temporal y no superará la prueba del tiempo.