Artículo Original.
En 2010 Paul Berman, ensayista y comentarista estadounidense, publicó La huida de los intelectuales (The Flight of the Intellectuals). En dicho libro terminaba de presentar un argumento que venía desarrollando en obras anteriores. Berman, identificándose como un liberal de izquierda, polemizaba contra la traición que algunos colegas y defensores del librepensamiento hacían contra sus propios ideales. Su presentación apunta a discutir, con cierta incredulidad y lamentación, el hecho de que hay destacados profesionales en las carreras de humanidades, quienes bajo la tentación de los requisitos del establecimiento de lo políticamente correcto, se identifican con los intolerantes que demandan tolerancia, apelando a la culpa occidental por el colonialismo, la globalización, y otros agravios. En su libro, Berman se vale de ejemplos y debates conocidos entre los norteamericanos y europeos, y sin embargo, al leerlo, yo no podía dejar de encontrar paralelos con la coyuntura latinoamericana a la que pertenezco.
Si la consigna fuera sintetizar su obra, la conclusión, con la cual yo suscribo plenamente, consiste en que está de moda medir con una vara a los pensadores occidentales, y con otra vara a los pensadores que apelan a otro sentido identitario o marco referencial. Personas quienes alegan defender la democracia, el pluralismo y la libertad de expresión, tergiversan estas mismas causas y paradójicamente las identifican con la oposición a un Occidente abusivo de supuesta mentalidad supremacista. De este modo, el islam político, el llamado islamismo, se convierte en un movimiento oprimido del tercer mundo que lucha por la libertad. Como resultado, las acciones de Estados Unidos y sus aliados axiomáticamente se convierten en maniobras imperialistas, y el terrorismo suicida que atenta contra todo lo que el liberalismo político representa se convierte, en el mejor de los casos, en un incidente que puede relativizarse en contraste con las prácticas de entidades democráticas.
En América Latina a estos intelectuales les gusta introducirse como progresistas, y en algunos casos como populistas. Invocando los errores del pasado y las percibidas maquinaciones del presente, muchos hombres y mujeres de las artes y las letras se dejan llevar por la tendencia del momento, y terminan defenestrando las mismas ideas progresistas que dicen representar. Algo así me demostró el Centro Islámico de la República Argentina (CIRA), al denunciar el último 12 de mayo, a raíz de una columna de Marcos Aguinis y otra mía, que en mí país se esta llevando a cabo una maliciosa campaña de difamación en contra de los musulmanes. Continuar leyendo «La huida de los intelectuales: mi respuesta al CIRA»