La resolución 2334 del Consejo de Seguridad adoptada el 23 de diciembre, gracias a la atípica abstención de Estados Unidos, hace meollo en los asentamientos israelíes, y queda por verse todavía hasta dónde llegaran las ramificaciones. En principio, aunque el documento no expresa nada nuevo, se concede que es muy perjudicial para Israel. En esencia, sugiere que el Estado hebreo busca alterar la composición demográfica de los territorios que ocupó en 1967, condenando la construcción o expansión de hogares judíos en Jerusalén Oriental y Cisjordania. Acaso más importante, la resolución da a entender que la culpa de que no haya paz la tienen los israelíes.
Con su abstención, Estados Unidos fue aquiescente con una resolución que hasta recientemente hubiese vetado. De este modo, el supuesto giro en la política exterior causó una controversia política inmensa en la escena norteamericana, fogoneada en parte por la verborragia ofensiva de un Benjamín Netanyahu ofendido. En este sentido, el comportamiento de Barack Obama causó más estruendo que la resolución misma.
Por eso, más allá de lo que vaya a suceder con israelíes y palestinos –una discusión que dejaré para mi próximo artículo– resulta conveniente analizar si efectivamente ha habido un cambio en la agenda. En todo caso, también conviene dar cuenta del percibido impacto que causó el presidente saliente, y cómo se verá reflejado esto en la administración entrante de Donald Trump. Continuar leyendo “Israel, Estados Unidos y el Consejo de Seguridad: entre Barack Obama y Donald Trump”
Artículo Original. Publicado también en INFOBAE el 24/10/2016.
Las relaciones entre Estados Unidos y Rusia nunca han estado tan mal en la era postsoviética. La tensión es tal, que, evocando los acontecimientos de la Guerra Fría, políticos, especialistas y militares han puesto el interrogante en la hipotética premisa de una guerra nuclear. La discusión se refiere a la plausibilidad de una tercera hecatombe global suscitada, entre otras cosas, a partir de la contrariedad que mantiene Rusia y el bloque occidental con respecto a Siria. Moscú ha dejado en claro que su intervención en el Levante no estará sujeta a ninguna negociación inquisitiva, la cual busque restringir o limitar el alcance de la influencia rusa en Medio Oriente. Por otro lado, Washington observa con preocupación que está perdiendo su capacidad de disuasión, puesta a prueba por una Rusia envalentonada, que responde más agresivamente a la interposición norteamericana en sus asuntos.
El solo hecho de que un escenario de guerra abierta sea tomado en serio dice bastante acerca de lo volátil de la situación. Como en las relaciones internacionales la percepción ocupa un papel central, hay quienes dirían que –si llegase a ocurrir algún día– semejante conflicto será el resultado de una profecía autocumplida, pues se concede que, con el tiempo, los prejuicios y las palabras hostiles embrollan la percepción que los países tienen el uno hacia el otro. Por eso, cuando Estados Unidos dice que Rusia comete crímenes de guerra en Alepo, los rusos perciben hipocresía, y ante todo una excusa para minar la consecución de sus intereses legítimos. En respuesta, el Kremlin expresa su malestar con amenazas, y más precisamente con la carta nuclear. Pero como lo muestra este caso, las armas suelen hablar mucho más que las palabras, especialmente cuando las primeras son lo suficientemente potentes como para hacer valer las bravatas verbales.
Luego de haberse ocupado de modernizar el arsenal de la otrora superpotencia, Vladimir Putin revivió la vieja usanza soviética de negociar con una pistola sobre la mesa. Esta diplomacia caliente consiste en desplazar las fichas sobre el tablero, creando la impresión de que la dirigencia rusa tiene menos aversión al riesgo que sus contrapartes en Occidente. Por esta razón, una percepción desacertada puede desencadenar decisiones erradas, y arrojar consecuencias fatídicas. Pese a la exhortación de moderación y templanza, las escaladas militares son una constante histórica, que devienen justamente de la capacidad de los líderes por interpretar –correcta o irreflexivamente– la voluntad de terceros actores en el teatro de la alta política. Ahora bien, este augurio pesimista no necesariamente se verificará en el presente. Aunque la tensión geopolítica entre Estados Unidos y Rusia subsistirá como eje de las discusiones, la guerra abierta perfectamente puede ser evitada, siempre y cuando los decisores juzguen correctamente las intenciones de sus adversarios. Continuar leyendo “La diplomacia caliente de Rusia: las armas hablan más que las palabras”
Artículo Original. También publicado en INFOBAE el 01/09/2016.
El miércoles 24 de agosto las fuerzas armadas turcas lanzaron la operación terrestre “Escudo del Éufrates” para expulsar al Estado Islámico (ISIS) del área de Yarablus, en la frontera con Turquía. Con esta jugada, Ankara interviene militarmente en el conflicto sirio por primera vez. Según fuentes oficiales del Gobierno turco, el objetivo de la operación consiste en abrir un corredor para que la oposición moderada pueda tomar posesión del área, lo que representa un duro golpe al grupo terrorista. Es a través de la frontera con Turquía que los militantes islámicos contrabandeaban armas y recursos para su campaña, y también reclutas hacia el campo de batalla.
Por lo pronto, Recep Tayyip Erdogan anunció que la ciudad ha sido vaciada de elementos yihadistas en beneficio del Ejército Libre Sirio (FSA), la oposición moderada, que –aprovechando las circunstancias– tomó las posiciones del ISIS. Se dice que este es un acontecimiento significativo, pero vale la pena indagar sobre el asunto, y preguntarse por qué Turquía actúa ahora, cuando lo podría haber hecho un año atrás. Continuar leyendo “Incursión turca en Siria: ¿por qué ahora?”
Artículo publicado originalmente en INFOBAE el 07/07/2016.
El 14 de julio marcará el primer aniversario del polémico acuerdo nuclear con Irán, el llamado Plan de Acción Conjunto y Completo, o JCPOA por sus siglas en inglés. A razón de la ocasión, durante un evento organizado el 21 de junio en Tel Aviv, diversos expertos discutieron el estado del acuerdo, y lo que puede esperarse de Irán de aquí a futuro. Los expertos, convocados por The Institute for National Security Studies (INSS), un think tank israelí, compartieron valiosas reflexiones que merecen ser difundidas y debatidas.
En primera instancia, si bien hubo opiniones divergentes en relación a la conveniencia de tener un acuerdo formal con Irán, los expertos convinieron que lo hecho, hecho está, y que, por consiguiente, no hay vuelta atrás. En este sentido, todos los oradores –profesores universitarios, especialistas en las cuestiones nucleares, y en el tráfico de armas– consensuaron que el principal desafío de cara a los próximos diez años es controlar a Irán. Más importante todavía, acentuaron que es necesario perfeccionar un mecanismo de coacción para castigar al régimen islámico en el caso de que este trasgreda lo acordado. Asimismo, nadie puso en tela de juicio que Irán se convertirá, gracias a la quita de sanciones, en uno de los principales actores económicos de Medio Oriente.
Como disciplina académica, el estudio de la diplomacia y de los asuntos internacionales presenta varios marcos teóricos. En esta materia, las teorías imparten aproximaciones conceptuales para explicar y dar cuenta del comportamiento de los actores que influyen sobre el globo. Por supuesto, el principal foco de los modelos teóricos son las entidades políticas, particularmente los Estados.
Como bien sabe cualquier estudiante de Relaciones Internacionales, los modelos teóricos estriban de una pregunta filosófica fundamental. Como entes racionales por naturaleza, ¿qué somos los seres humanos?, ¿bondadosos o egoístas? En líneas generales, según la respuesta que uno escoja, se estará más cerca de una postura “realista” o de una postura “liberal”. Este debate es el más trascendental de la disciplina. A partir del comportamiento humano, las teorías –realistas o liberales– buscan predecir el comportamiento de los Estados.
En tanto los realistas dirán que los Estados actúan motivados por intereses egoístas, principalmente en función de acrecentar su poder e influencia, quienes suscriben con alguna vertiente liberal dirán que esta machtpolitik, o “política de poder”, no es tan determinante como los realistas sugieren, y que los Estados, en las circunstancias adecuadas, prefieren cooperar antes que desconfiar entre sí.
Por otro lado, dejando de lado el debate entre realistas y liberales, existe un tercer enfoque que viene ganando protagonismo en las últimas dos décadas. Se trata de una perspectiva amplia, en rigor con dos vertientes principales, que adscribe a la opinión de que la cultura tiene un rol preponderante en las relaciones internacionales, puesto que los valores y las ideas de las sociedades sopesan sobre el comportamiento de los Estados. Como hablar de cultura es hablar de algo abstracto –algo con lo que no se puede “experimentar” con facilidad– este es un concepto difícil de definir, y no obstante fácil de comprender. Es evidente que no todas las sociedades comparten la misma cultura, las mismas normas o preferencias, y que esto, a su vez, tiene un impacto en la política internacional. Quienes sostienen que la cultura es algo más o menos estático difícil de cambiar (con especial énfasis en la religión) se llaman culturalistas, y se posicionan más cerca de los realistas. En cambio, quienes sostienen que las normas y preferencias son el resultado de construcciones sociales cambiantes se llaman constructivistas, y se posicionan más cerca de los liberales.
¿Pero cómo aplican estos enfoques a Medio Oriente? Soy de la opinión que, de la misma manera en que no existe una única receta para los problemas del mundo, un solo enfoque teórico no puede abarcar la complejidad y la vertiginosidad del globo. Pero si bien siempre hay un punto en donde los conceptos se complementan entre sí, en algunos casos algunos funcionan mejor que otros. Es decir, una teoría que puede explicar la realidad algunas veces, en determinado tiempo y lugar, posiblemente fallé para contextualizar lo que acontece en otro momento y espacio. ¿Qué hay entonces de Medio Oriente? ¿Qué enfoques teóricos son más adecuados para denotar lo qué sucede?
Como parte de una entrega de tres partes sobre la teoría de las Relaciones Internacionales y Medio Oriente, si por lo pronto tengo que escoger entre una de estas grandes disposiciones teóricas escojo la postura realista. En artículos venideros discutiré las otras aproximaciones. Continuar leyendo “Teoría de las Relaciones Internacionales y Medio Oriente: realismo”
Artículo Original. También publicado en AURORA el 03/03/2016; y en INFOBAE el 07/03/2016.
Reunidas en Múnich, el mes pasado, las potencias acordaron un cese al fuego en Siria. Se trata de una tregua, de duración incierta, articulada con el fin de que la tan necesitada ayuda humanitaria pueda llegar a las zonas calientes más afectadas por la guerra. No contempla el cese de hostilidades contra el Estado Islámico (ISIS), ni tampoco define pasos a seguir a futuro. Esto significa que no intenta encaminar a los actores involucrados a una verdadera negociación para resolver sus diferencias.
Siendo este el caso, los analistas han tratado la noticia de la tregua con cautela y escepticismo. Desde el punto de vista humanitario, visto en el corto plazo, el cese al fuego, aunque imperfecto, ciertamente es mejor que nada. Desde otro lugar, pensando en un plazo más amplio, si se mantiene el cese al fuego, este será aprovechado por los actores regionales para reacomodar sus fichas en el tablero, en disposición para futuras ofensivas. En efecto, hay indicios de que el escenario bélico sobre el Levante podría densificarse drásticamente en los próximos meses, y que, llegado el caso, la violencia podría escalar hasta alcanzar una escala virtualmente global. Siria es solamente el escenario más visible de una guerra más extensa por el dominio geopolítico de Medio Oriente. Continuar leyendo “¿Cuánto durará la tregua en Siria?”
El canal 13 de la televisión israelí trasmitió recientemente, entre el 3 y el 17 de noviembre, un documental de tres capítulos acerca del proceso de paz entre israelíes y palestinos. Realizada por el programa Hamakor (“la fuente”), y presentada por el periodista Raviv Druker, la investigación incluye entrevistas sin precedentes a casi todos los actores que estuvieron involucrados directa o indirectamente en las rondas de negociaciones.
Artículo publicado originalmente en BASTION DIGITAL el 08/10/2015.
Imagínese por un momento la siguiente la situación. Corre el año 2020, y Jeremy Corbyn, sin entrar en detalles, además de haber logrado imbuir al laborismo británico con su liderazgo, más impresionantemente todavía, se ha impuesto en los comicios generales, convirtiéndose en primer ministro tras una década de gobierno conservador. Paralelamente, al otro lado del Atlántico, el presidente republicano Donald Trump aguarda confiado la reelección, puesto que su gestión, al grano y sin rodeos, ha sido bien recibida por un amplio margen del electorado estadounidense.
Si bien a estas alturas este escenario parece inverosímil, lo cierto es que ambas figuras están acaparando la atención. Corbyn, es cierto, pese a ser un reaccionario de la izquierda idealista, se ha alzado al mando del partido laborista, rompiendo, al menos desde la abstracción teoríca, con la moderación centrista de sus predecesores. Trump, por otra parte, es una estrella mediática en ascenso, y está ganando lugar en las encuestas de opinión, a tal punto que al partido republicano no le ha quedado otra que tomárselo muy enserio. Pero a juzgar por sus ideas y carácter, ambos referentes aparentarían ser eventos mutuamente excluyentes. Uno parecería ser la perfecta antítesis del otro; y puesto de esta manera, siguiendo la situación hipotética planteada, de momento vale preguntarse qué sucedería si por algún motivo u otro ambos terminan capitaneando el destino de sus respectivos países. Continuar leyendo “Un mundo liderado por Corbyn y Trump”
¿Qué se siente ser embajador de Israel en Estados Unidos? En su reciente libro, Michael Oren, estadounidense naturalizado israelí, e historiador convertido en diplomático, narra sus experiencias, y da cuenta de los desafíos a los que tuvo que enfrentarse cómo embajador de Benjamín Netanyahu ante la administración de Barack Obama. En Ally: My Journey Across the American-Israeli Divide (que podría ser traducido como “Aliado: mi viaje a través de la brecha estadounidense israelí”) Oren explaya el camino que tuvo transitar para representar al Gobierno israelí en Estados Unidos.
El texto combina el relato autobiográfico del autor, y brinda sus apreciaciones sobre eventos claves que marcaron su estadía en Washington en calidad de ministro plenipotenciario. El libro ofrece una perspectiva abarcativa acerca del rol exigente al que se somete un embajador israelí en Estados Unidos. Quizás lo más interesante del libro estriba de las críticas del autor a las políticas de Obama para con Medio Oriente e Israel. Oren, quien nunca antes había servido como diplomático, fue embajador entre julio de 2009 y septiembre de 2013, y en su libro, a forma de crónica, da lugar a reflexiones que terminan en críticas rotundas al presidente norteamericano. Oren sirve en la actualidad como miembro de la Knesset (parlamento) por el nuevo partido Kulanu, formado por expartidarios del Likud, y su visión por lo pronto podría ser representativa de un espectro importante del establecimiento político israelí, por lo que merece ser analizada. Además, me permito agregar que en algún punto la misma es representativa de mi propio pensamiento. Continuar leyendo “La crónica de un embajador israelí en Estados Unidos”
Existe una opinión interdisciplinaria entre muchos analistas que supone a India y a China como las potencias dominantes del siglo XXI. Implícito en este escenario habría un papel menor para Estados Unidos, viéndose su proyección global reducida, por lo pronto en términos relativos con el presente. En el futuro aparentemente habrá un balance internacional que le será desfavorable. Ya no será la única superpotencia, y en función del ascenso de otros actores, principalmente los recién mencionados, tendrá que lidiar con un sistema virtualmente multipolar. Sin ir más lejos, en lo que respecta a Medio Oriente este proceso ya parece estar ocurriendo, y no necesariamente por las acciones de terceros actores. Por el contrario, las propias decisiones de la Casa Blanca, de no ser revertidas, podrían apresurar el fin de la hegemonía estadounidense en la región.
La administración de Barack Obama no ha entendido la idiosincrasia de Medio Oriente e inadvertidamente se ha encargado de mermar la posición de Estados Unidos tanto entre sus aliados como entre sus enemigos. Obama les soltó la mano a aliados tradicionales como Hosni Mubarak y Zine Ben Ali, y estuvo dispuesto a reconocer a mandatarios islamistas. Apoyó a la mayoría de las protestas masivas en el mundo árabe, pero no a aquellas en Bahréin o Irán. Supuso también que podría enmendar las relaciones con Siria e Irán, cuyos regímenes están empedernidos por exportar terrorismo y desestabilidad. Luego de permanecer cerrada por seis años, en enero de 2011 Estados Unidos reabrió su embajada en Damasco; y sin embargo, tan pronto comenzó la guerra civil siria unos meses más adelante, Obama exigió que Bashar al-Asad diera un paso al costado. Pese a reiteradas líneas rojas establecidas para aplacar al Gobierno sirio, en este frente Obama no se atrevió a comprometerse. En tanto, en la contienda libanesa, Estados Unidos “lideró desde atrás”. Por otro lado, el presidente aceleró la retirada estadounidense de Afganistán e Irak, y al aparecer luego el Estado Islámico (ISIS), actuó con letargo y sin contundencia.