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A raíz del enfrentamiento en Siria, puede decirse, a grandes rasgos, que en el tablero geopolítico se formaron dos bloques. En primer lugar, están los Estados que se oponen a la continuidad del régimen de Bashar al-Assad, entre los que se encuentran Estados Unidos y los países sunitas. Luego están los actores cuyos intereses coinciden con Damasco, y que por lo tanto apuestan por su preservación, principalmente Rusia e Irán.
En ocasiones, esta realidad ha llevado a los internacionalistas a afirmar que Moscú y Teherán son aliados estratégicos, una aseveración que por lo pronto a mí me parece exagerada. Aunque Rusia está más cerca de Irán que de las potencias occidentales en lo vinculado con Medio Oriente, hay indicios de que existen brechas importantes en la relación; y, en este punto, no está claro hasta donde, o en qué medida, el régimen islamista y el gran país eslavo sean socios a largo plazo.
A pesar de un resquemor compartido hacia Estados Unidos, la relación entre Rusia e Irán representa una trama complicada, llena de altibajos. Para empezar, Ruhollah Jomeini, el fundador de la república islámica, vapuleaba a la Unión Soviética tildándola como el “Satán Menor” (después del “Gran Satán”, Estados Unidos). En aquellos tiempos, Moscú era una fuente de apoyo a los adversarios domésticos y extranjeros del régimen teocrático. Rusia mantenía a los comunistas iraníes, y asistió militarmente a Saddam Hussein durante la devastadora guerra de ocho años entre Irak e Irán.
Desde que se consagrara la revolución islámica en 1979, y hasta que se demoliera el ensueño socialista en 1989, el Kremlin temía, con justa razón, que el ejemplo persa radicalizara a los musulmanes dentro de las repúblicas rusas, en las cercanías con Irán. Hoy en día el contexto es otro, pero las adversidades históricas subyacentes continúan condicionando las relaciones bilaterales. ¿Puede decirse entonces que Rusia e Irán sean aliados estratégicos? Continuar leyendo «Rusia e Irán: ¿aliados estratégicos?»