La huida de los intelectuales: mi respuesta al CIRA

Artículo Original.

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El pasado 12 de mayo el Centro Islámico de la República Argentina (CIRA) denunció que en Argentina se estaba llevando a cabo una “gravísima campaña difamatoria” contra los árabes y los musulmanes, a raíz de una columna del escritor Marcos Aguinis y otra publicada por mi persona. Creada en 1931, el CIRA es una institución fundada con el objetivo de organizar y representar a la comunidad islámica argentina. Crédito por la imagen: CIRA.

En 2010 Paul Berman, ensayista y comentarista estadounidense, publicó La huida de los intelectuales (The Flight of the Intellectuals). En dicho libro terminaba de presentar un argumento que venía desarrollando en obras anteriores. Berman, identificándose como un liberal de izquierda, polemizaba contra la traición que algunos colegas y defensores del librepensamiento hacían contra sus propios ideales. Su presentación apunta a discutir, con cierta incredulidad y lamentación, el hecho de que hay destacados profesionales en las carreras de humanidades, quienes bajo la tentación de los requisitos del establecimiento de lo políticamente correcto, se identifican con los intolerantes que demandan tolerancia, apelando a la culpa occidental por el colonialismo, la globalización, y otros agravios. En su libro, Berman se vale de ejemplos y debates conocidos entre los norteamericanos y europeos, y sin embargo, al leerlo, yo no podía dejar de encontrar paralelos con la coyuntura latinoamericana a la que pertenezco.

Si la consigna fuera sintetizar su obra, la conclusión, con la cual yo suscribo plenamente, consiste en que está de moda medir con una vara a los pensadores occidentales, y con otra vara a los pensadores que apelan a otro sentido identitario o marco referencial. Personas quienes alegan defender la democracia, el pluralismo y la libertad de expresión, tergiversan estas mismas causas y paradójicamente las identifican con la oposición a un Occidente abusivo de supuesta mentalidad supremacista. De este modo, el islam político, el llamado islamismo, se convierte en un movimiento oprimido del tercer mundo que lucha por la libertad. Como resultado, las acciones de Estados Unidos y sus aliados axiomáticamente se convierten en maniobras imperialistas, y el terrorismo suicida que atenta contra todo lo que el liberalismo político representa se convierte, en el mejor de los casos, en un incidente que puede relativizarse en contraste con las prácticas de entidades democráticas.

En América Latina a estos intelectuales les gusta introducirse como progresistas, y en algunos casos como populistas. Invocando los errores del pasado y las percibidas maquinaciones del presente, muchos hombres y mujeres de las artes y las letras se dejan llevar por la tendencia del momento, y terminan defenestrando las mismas ideas progresistas que dicen representar. Algo así me demostró el Centro Islámico de la República Argentina (CIRA), al denunciar el último 12 de mayo, a raíz de una columna de Marcos Aguinis y otra mía, que en mí país se esta llevando a cabo una maliciosa campaña de difamación en contra de los musulmanes.

La columna de Marcos Aguinis publicada en La Nación el viernes 8 de mayo, discute que el islamismo es una ideología inspirada en una religión, pero que en esencia “responde a las características de cualquier totalitarismo”. Marcos sugiere, correctamente en mi opinión, que existe una conexión entre el hitlerismo, el estalinismo, y el islamismo. Todas ellas ideologías que pretenden imponer una sola verdad mediante un solo discurso, y crear una utopía sobre la tierra, para lo que se recurre a una guerra de expansión y al sometimiento de toda la disidencia doméstica. En rigor, el mensaje de la columna de Aguinis no resulta muy diferente al que esbozaba Berman. Resulta que el escritor cordobés también reprocha a quienes pretenden justificar a los islamistas porque “no son los únicos que matan, abusan y violan”. Aguinis, al igual que Berman, quiere poner incómodos a los intelectuales de esta caña progresista, y denuncia su pasividad frente a los abusos de actores que por el solo hecho de no ser pasadas potencias coloniales, reciben poca atención, si es que reciben atención alguna, escapándose de la indignación de los supuestos liberales de internacionalizada conciencia y humanismo.

En el caso de mi columna, publicada en Infobae el 11 de mayo, tomo nota del septuagésimo aniversario de la muerte de Hitler para discutir que en nuestros pagos latinoamericanos se desconoce la altísima influencia que los nazis supieron cosechar entre los árabes. En el espacio que permite un artículo de opinión, argumento, en base a lo que he estudiado, que multitudes árabes llegaron a admirar al dictador alemán por haberle dado batalla a los poderes de la época, sobre todo Francia y Gran Bretaña, que tutelaban el devenir de los entonces nacientes Estados árabes. Por otra parte, sostengo que Hitler aún es objeto de culto entre multitudes dentro del mundo árabe por su infranqueable determinación por aniquilar a los judíos, hoy relacionados con Israel – un Estado cuya misma existencia muchísimos árabes lamentan y repudian. Finalmente, como Aguinis, sugiero que los más propensos a seguir los pasos del infame dictador son los islamistas, a quienes también identifico como militantes del totalitarismo.

Antes de presentar las refutaciones del CIRA, que se expresó mediante un comunicado, debo confesar que me siento verdaderamente halagado de que mi columna, que según dicha institución es antípoda con la paz, el diálogo y el entendimiento mutuo, haya sido evaluada en igualdad de condición que aquella de una mente lúcida como la de Marcos. La directiva del CIRA expresa que nuestras visiones “no representan a nadie y viven a contramano de la sociedad argentina democrática, fraterna y pluralista”. Mi propósito aquí es responder a semejante grandilocuente acusación, que – como usted acertó – es bien intencionada y progresista. No obstante ciertamente podría estar de acuerdo con el CIRA en que mi visión no representa a nadie. De hecho con mis escritos nunca pretendí representar a nadie más que a mí mismo. Si alguien se siente identificado por lo que digo, queda a cuenta de esa persona. Pero en este punto me atrevo a discrepar en algo con el CIRA, pues, aunque me tenga que poner a toda la comunidad que esta representa en contra, lo cierto es que la mirada de Aguinis tiene credenciales reconocidas internacionalmente. Como experimentado y premiado literato que es, Marcos ilustra un pensamiento – que guste o no – dista bastante, en mi humilde opinión, de ser merecedor de la mención, en el cuadro de deshonor, al panfletista agresivo y difamatorio, que según el CIRA importa conflictos y busca enemistar los corazones.

Dicho esto, mi principal objeción y desilusión con el CIRA consiste en que su comunicado, antes que remitirse a los argumentos de los columnistas cuestionados, convoca a usted, devoto tribuno de la opinión pública, a descalificar a los acusados. Como si se tratara de un juicio, se nos imputa de haber quebrantado el diálogo interreligioso que va en tono con el carácter pluralista de nuestro país.

La fiscalía da por iniciada la sesión:

“[…] El escritor Marcos Aguinis […] y el periodista Federico Gaon […], basándose en falsedades, calumnias y tergiversaciones, acusan gratuita e impunemente a la dirigencia árabe (es decir, musulmanes y cristianos por igual) de tener como modelo político a Adolf Hitler y a su Estado criminal, racista y genocida”.

A continuación, se le concede la palabra a un querellante llamado Adam Husein quien desde el diario Sirio-Libanés confirma la tesis de la fiscalía:

“Como ya ha sucedido en el pasado, en reiteradas ocasiones, y resultando tristemente bien conocido por los integrantes de nuestra colectividad en general y particularmente la comunidad islámica nacional, el escritor Marcos Aguinis, secundado hoy por el joven sr. Gaon, hacen un nuevo y generoso aporte al odio y la discordia oculto bajo el formato de un agudo análisis o una inocente nota de opinión.”

Presentados los cargos se procede a la discusión, mas no sin antes recordarles a los miembros del jurado, que aunque novelista, Aguinis – “es obvio”, “no tiene el menor respeto por la historia”. Además de llamar al odio por denunciar los excesos del islamismo, Aguinis estaría mintiendo descaradamente al no haber reconocido que “los musulmanes fueron los primeros en combatir el fascismo europeo”. La evidencia empírica la traen una serie de personalidades históricas, que en efecto – el acusado Gaon reconoce – lucharon contra las fuerzas de los totalitarismos.

Ahora bien, llega el turno de la defensa, la cual mediante este texto procede a presentar mi posición.

Me dirijo a usted, estimado lector, y lo invito a ver las cosas en perspectiva. Le recomiendo dos libros que lamentablemente no están traducidos al español todavía (que yo esté enterado), Nazi Propaganda for the Arab World (“Propaganda nazi para el mundo árabe”) de Jeffrey Herf, y Jihad and Jew-Hatred: Islamism, Nazism and the Roots of 9/11 (“La yihad y la judeofobia: el islamismo, el nazismo y las raíces del 9/11”) de Matthias Künzel. Mis argumentos se sustraen del trabajo investigativo de estos académicos, quienes demuestran que los nazis querían persuadir a los árabes, y particularmente a los musulmanes, que Alemania era su aliada natural, en la lucha mancomunada por frenar al sionismo y promover la causa del islam. Los autores explican que el grado de influencia de la propaganda nazi era tal, que en los años cuarenta en países como Egipto y Siria era típico encontrarse con apologías al nazismo por doquier.

El CIRA desmiente de lleno mis argumentos y los de Aguinis señalando que hubo árabes enlistados en la lucha contra el fascismo. Pero no reconoce, en falta con la otra cara de la verdad, que por razones que podremos discutir otro día, la predica del totalitarismo europeo tuvo cabida en el incipiente movimiento islamista, el cual se sintió identificado con su retórica, su corporativismo, sus métodos, y sus arquetipos de pureza. Es más, tal vez más fácil de reconocer, además de mostrarse en los grupos islamistas, la estela de Mussolini, Hitler y luego Stalin se hizo visible en la articulación del Partido Baaz, hoy comandado por Bashar al-Asad. Lea a los intelectuales fundadores de la doctrina árabe socialista y usted tendrá más herramientas para emitir juicio. Observe la incesante propaganda en contra de Israel que imparten algunos Gobiernos árabes. Verá que muy a menudo se quiere barrer debajo del tapete las imprudencias y vergüenzas propias. Observe sino la manera en la que está organizado el sistema educativo, especialmente en aquellos países de Medio Oriente que no gozan de un sistema democrático, y usted podrá sacar sus propias conclusiones

A todo esto lo importante es que usted forme su posición luego de su propia indagación. El flagelo argumentativo del CIRA consiste precisamente en evitar la discusión, apelando a casos concretos, que si bien son ciertos, no quitan el hecho de que al día de hoy haya un potente sesgo hitleriano en el discurso y el estilo de grupos islamistas – que movilizan a los musulmanes, empleando la religión en aras de impartir una ideología que busca regir cada aspecto de la cotidianidad.

Siguiendo, estimado lector, la posición que esboza el CIRA es una evasiva que descalifica, no esclarece. Como corolario a esto, vea usted que el columnista que oficia de querellante me descalifica solamente porque me baso en dos organizaciones (PMW y MEMRI) afines a Israel para sostener mis conclusiones “irrefutables” (yo en ningún momento utilicé esta última palabra). Allí un ejemplo claro de la patología que identifica Berman. Solo por ser mis fuentes próximas a Israel, el columnista Adam Husein – quien dicho sea de paso deja bastante en claro lo que piensa del “régimen expansionista de Tel Aviv” – procede al ataque axiomático de las mismas. El punto, por si no queda claro, es que Husein juzga al libro por su tapa, no por su contenido. Parecería que vale más juzgar a la fuente por su procedencia que por lo que tiene para decir.

Quizás Husein hubiera hecho bien, a los efectos de dar lugar a un debate ordenado y pluralista, percatarse que las organizaciones en cuestión se dedican principalmente a traducir a lenguas europeas lo que los medios árabes y palestinos reproducen. Si quiere podría criticarlas por malas traducción, pero eso es un debate aparte.

Procediendo con el juicio, la fiscalía ataca a Aguinis porque este concluye, que por las buenas o por las malas, desde las primeras conquistas del islam los cristianos fueron obligados a convertirse, al punto que hoy son asesinados a mansalva. En su respuesta el CIRA enfatiza que la religión islámica se esparció entre los siglos VII y VIII sin restar las identidades culturales de los pueblos del Cercano y Medio Oriente.

A la defensa se le permite discrepar.

Existe cierto consenso entre los historiadores de que las primeras conquistas islámicas consistían primordialmente de expediciones militares (de árabes) organizadas a pequeña escala, impulsadas por ejércitos de voluntarios, movilizados significativamente por un fervor religioso basado en la promesa celestial de botín, la convicción en el triunfo final del islam, y en la supremacía de los árabes como depositarios de la última revelación que recibiría el hombre. Sin embargo es desde luego cierto que el islam, como aduce el comunicado del CIRA, hace un especial énfasis en la justicia y en la igualdad, y eventualmente, conforme el desarrollo histórico del mundo islámico, las diferencias étnicas entre musulmanes perdieron importancia. Pero si de omisiones deliberadas se habla (algo de lo que se nos acusa), me llama la atención que el CIRA no se haya expedido sobre la jurisprudencia religiosa hacia el trato de los no musulmanes en el correr de los siglos. Aunque judíos y cristianos muchas veces fueron tratados loablemente, también hay que decir que generalmente fueron discriminados y a veces terriblemente diezmados.

En este sentido, si bien la aseveración de Aguinis puede resultar tendenciosa, y es en mi opinión discutible, el CIRA termina cayendo en la misma impostura. Cuando se le replica al ensayista que los cristianos no fueron convertidos por la fuerza, bajo la base de que el Corán establece “No cabe la coacción en la religión”, (2:256), hubiese sido conveniente que también se citaran otros versos memorables (revelados más adelante en la etapa más belicosa de Mahoma que coincidió con su estadía en Medina). Por ejemplo, la sura (capítulo) 5:82 recita “Hallarás sin duda que los mayores adversarios de los que creen [en esta escritura divina] son los judíos […]”. Por mostrar otro ejemplo, la sura 5:51 establece “¡Oh vosotros que habéis llegado a creer! No toméis a los judíos ni a los cristianos por aliados: son solo aliados unos de otros – y quien de vosotros se alía con ellos se vuelve en verdad, uno de ellos; ciertamente, Dios no guía a tales malhechores”.

Citas como estas les sirven de inspiración a los militantes radicalizados, y el hecho de que el CIRA no las tome como válidas o vigentes a la luz de los tiempos modernos, no significa que otros musulmanes alrededor del globo hayan hecho lo mismo. Lo importante aquí no es lo que digan las fuentes, pero más bien el cómo se las interpreta. Desde ya podríamos encontrar pasajes anticuados en las fuentes religiosas judías y cristianas, pero prácticas como la lapidación y la muerte en la hoguera desde hace mucho tiempo dejaron de ser condonadas por los ministros de la religión.

De todas formas el CIRA se distrae de la cuestión y evita (o no entendió) el caso que quiso establecer Aguinis: hoy en día los cristianos son perseguidos y brutalmente asesinados en manos de hordas islamistas (yo diría yihadistas) y nadie está haciendo nada para evitarlo.

El mecanismo que emplea el CIRA para desasociarse de una discusión de trascendencia, la cual debería fomentarse puertas adentro de las comunidades islámicas, es catalogar a Aguinis como islamofóbico por denunciar – según lo interpreto yo – que la islamofobia no es nada al lado del calvario por el cual están viviendo los cristianos y las minorías religiosas en Medio Oriente. De acuerdo con Raymond Ibrahim, experto en la temática, hace un siglo atrás el 25 por ciento de los habitantes de la región eran cristianos, mientras que hoy solamente sus comunidades llegarían a abarcar un dos por ciento. En contraste con esta realidad, la población musulmana en Europa se ha multiplicado, y si bien existen cabales problemas de integración que serán motivo de otro debate, lo concreto es que se han beneficiado con los mismos derechos y garantías que el resto de los ciudadanos.

La islamofobia, para ser claros, existe. Pero volviendo a las premisas, y como termina demostrando el CIRA con su planteo, la huida de los intelectuales se manifiesta cuando la islamofobia es invocada para acusar de racistas a librepensadores. Tanto Marcos como yo observamos un problema, por ejemplo, en el hecho de que en las urbes europeas haya barrios en donde la policía no entra, en donde ipso facto mandan cortes islámicas, y en donde, en algunas circunstancias, los jóvenes son incentivados a no integrarse a la sociedad secular. Sin lugar a dudas este no es el caso de los musulmanes argentinos. Pero la falacia está en suponer, como hace el CIRA, que por ellos representar a una comunidad prolífica, integrada, y amante de la paz, con una interpretación moderna de las fuentes islámicas, el islam se define en los términos misericordiosos a los cuales ellos se atienen. En otras palabras, al igual que el cristianismo se ha reformado, su islam se ha transformado, mas eso no significa que los radicales que integran el Estado Islámico (ISIS) sean menos islámicos que ellos. La dantesca interpretación del islam de los radicales se sustrae de los mismos textos. El ISIS no ha inventado nada nuevo, sino que vivifica el modo en el cual la fe era practicada en sus orígenes.

Prosigue la defensa:

Señores del Centro Islámico de la República Argentina: del mismo modo en que ustedes contradicen a los islamistas y yihadistas como “seudomusulmanes” (un neologismo inexistente en el vernáculo académico), ellos, basándose en las mismas fuentes, pero dándole una interpretación diferente, podrían decretarlos a ustedes apóstatas y pedir sus cabezas. Cualquiera que tome un libro de historia caerá en la realización que el islam no se esparció prestamente en el trascurso de su primer siglo solamente por la gracia y virtud de sus pilares de fe. En sus primeros años el islam se expandió por más territorios de los que el Imperio romano pudo ocupar en tres siglos. El Estado Islámico en este sentido ofrece una ventana al pasado, en la medida que se moviliza con un fervor religioso absoluto, y se rige por normas que usted, yo, y los afiliados al CIRA coincidiéremos en catalogar como bárbaras y anacrónicas. Empero, desde el punto de vista netamente formal, los yihadistas solo están siguiendo de forma literal el Corán.

Cuando el CIRA dice que la religión del islam no tiene absolutamente nada que ver con el ISIS está vendiendo una terrible e irresponsable farsa. Si el ISIS no es islámico, ¿qué es? Alegóricamente, así como los yihadistas no pierden tiempo en decretar la muerte para los musulmanes que no se ajusten a su estándar de pureza, decretándolos enemigos del islam, el CIRA simbólicamente hace lo propio cuando se apresura en decretar que Marcos Aguinis y yo vivimos a contramano de la sociedad argentina. Si bien no nos matan, nos excluyen de la comunidad y nos declaran personas no gratas.

El peligro de todo este embrollo resulta, en que refugiándose en la atolondrada y obtusa posición de que criticar a los árabes o al islam es de racista intolerante, paradójicamente se le cierra la puerta de un golpazo al librepensamiento y al debate. No es suficiente decir que Aguinis y yo a lo sumo estamos equivocados, pero más bien se hace menester decretarnos viles y roñosos. Así es como huyen los intelectuales a su deber intelectual. Refugiándose en los aciertos del islam y en los desaciertos de Occidente, el CIRA evita adentrarse en la discusión que realmente importa. Acusándonos a nosotros de supuestos detractores al espíritu argentino, la dirigencia del CIRA falla en hablar de las cosas que afectan a millones de musulmanes en todo el mundo: la aletargada y necesaria reforma del islam hacia la separación entre Estado y religión, y como no podría ser de otra forma, la promoción de la libertad de expresión

Cualquier intelectual decente, liberal y progresista, constante con sus valores, y preocupado por el nivel de violencia que se emana de ciertas interpretaciones y prédicas arcaicas del islam, tomará al toro por las astas y denunciará a los radicales en función de su violencia. Para ello, le digo a usted, estimado lector, hay que ser valiente, sin miedo a ofender, y siempre dispuesto a debatir. Un fraternal abrazo interreligioso entre amigos no basta para poner coto a esta nueva forma de fascismo que encarna el islamismo y el más terrible yihadismo. Ser realistas no implica “rechazar el amor y proclamar el odio”, pero implica rechazar ambigüedades y doble discursos morales.

Usted es el juez de este tribunal. Siendo la nuestra una sociedad pluralista, usted tiene el veredicto sobre quién es decente y quién es indecente. Usted tiene la decisión final.

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