Artículo Original ¡Alerta de spoilers sobre Star Wars The Last Jedi !
Dos años atrás publique en este espacio una columna sobre Star Wars. Si bien este blog está dedicado a Medio Oriente y a sucesos políticos relacionados, no podía dejar pasar la oportunidad de compartir una reflexión hermenéutica acerca de la trama vigente para toda la saga. Dada mi temprana fascinación con la obra de George Lucas –a propósito del estreno de The Force Awakens (“La Fuerza Despierta”)– elaboraba un argumento poco ortodoxo, presentando al Imperio galáctico como el bueno de la película; y a los rebeldes como terroristas, acaso yihadistas espaciales.
Esta vez quiero compartir una reflexión diferente y más elemental relacionada con la dirección artística de las últimas películas, y especialmente sobre Episodio VIII estrenada hace pocos días. A decir verdad, estoy decepcionado de las producciones de Disney. Desde que esta compró los derechos de la franquicia siento que las películas han abusado de la nostalgia de los fans, y que los guionistas han pecado de vagos, reutilizando muchos recursos ya utilizados por las películas clásicas. En este sentido, si bien disfrute mucho de ver The Last Jedi (“El Último Jedi”) en la pantalla grande, me pareció un clon malogrado de The Empire Strikes Back (“El Imperio Contraataca”). Creo que la saga está perdiendo la magia que la caracteriza y sobre todo la fuerza de la innovación.
A grandes rasgos, The Last Jedi presenta el siguiente argumento. Luego de hacer estallar el “Planeta de la Muerte” en una escena virtualmente calcada de la batalla final de la Star Wars original (Episodio IV), el grupo de valerosos rebeldes sufre el desquite de la potencia espacial heredera del Imperio, la llamada “Primera Orden”. Los nuevos imperiales contraatacan enviando a una poderosa flota para asediar y destruir a los rebeldes aglutinados en un planeta lejano y deshabitado. En tanto, los rebeldes pasan momentos dramáticos para escapar de sus perseguidores. Este es el contexto en el cual los héroes se desenvuelven: el bando de los buenos está sufriendo grandes bajas, y la vida de sus líderes corre de un hilo. En The Empire Strikes Back (Episodio V) Han Solo (Harrison Ford) y la princesa Leia (Carrie Fisher) logran escapar del planeta Hoth para luego caer prisioneros de Darth Vader en la Ciudad Nube de Bespin. Bien, en The Last Jedi, Leia, la Vicealmirante Holdo (Laura Dern) y el resto del liderazgo rebelde también logran escapar de un planeta remoto, pero inmediatamente se encuentran a la merced de sus perseguidores, que logran rastrear sus movimientos a través del hiperespacio. Las acciones de Rey (Daisy Ridley) y Finn (John Boyega) están últimamente dirigidas a salvar a sus amigos de una muerte anunciada. El contexto es muy similar al panorama por cual transitaba Luke Skywalker (Mark Hamill).
Más cercana es la relación entre la aventura que emprende Rey y la que emprende Skywalker. En The Empire Strikes Back Luke viaja al deshabitado planeta de Dagobah para buscar al legendario maestro Yoda. Podría decirse que el joven aprendiz se adentra a lo desconocido en búsqueda de propósito y destino. No obstante, el maestro en cuestión es ermitaño y siente el peso de tantos años de exilio. Al comienzo Yoda no quiere entrenar a Luke. En The Last Jedi es Luke quien irónicamente toma el rol de la simpática criatura verde con ojos de Einstein. El “último jedi” se esconde en un planeta llamado Ahch-To y es reticente a guiar a Rey, aunque eventualmente termina ayudándola. No por poco, para enfatizar la ironía, Yoda (en su forma espectral) se le aparece a Luke como en su momento Obi Wan Kenobi (Alec Guiness) se le apareció a Yoda. Ambas apariciones están orientadas a convencer al maestro legendario de que vale la pena apostar en el joven heredero/a que tienen delante de sus ojos.
Otro recurso muy similar entre la película de 1980 y la de 2017 es la representación de la cueva del lado oscuro. En ambas historias los protagonistas se enfrentan a una cueva que deja entrever sus inseguridades y miedos más profundos. En una de las tantas reseñas que están circulando por internet, Scott Meslow festeja estos y otros parecidos con la trilogía original. No obstante, remarca que la genialidad está en que lo predecible se vuelve poco predecible. Por ejemplo, muchos supusieron que Kylo Ren (Adam Driver) le iba a confiar a Rey la verdad acerca de sus orígenes (análogamente a lo que sucede cuando Luke se enfrenta a Vader, para conocer que él es su padre). En efecto, el archirrival de Rey le transmite algo acerca de su añorada identidad, pero con una salvedad no menor. El joven aspirante a ser el heredero de Vader le cuenta que ella viene de la nada. Contrario a lo que uno podría haber vaticinado a raíz de los tantos parecidos con las películas originales, por lo que se sabe hasta ahora los padres de Rey no son jedis conocidos o legendarios. La heroína no pertenece a ningún linaje protagónico; no es la hija de Luke, no es la hija de Leia y Han. Es un don nadie con el don de ser sensitiva con la Fuerza.
En lo personal a mí no me convence este giro de tuerca. Me da la impresión de que este recurso no revela genialidad, pero más bien todo lo contrario. Es mediocre porque la respuesta no satisface.
Se trata de una salida fácil que no da cuenta del desarrollo del personaje. Se dice que en The Force Awakens Rey experimentaba una suerte de conexión con Obi Wan Kenobi. Esto ha suscitado muchas teorías entre los fans, que aducen que seguramente Rey está sanguineamente conectada con los héroes. Sea como fuera el caso, The Last Jedi tampoco revela la identidad del malvado “líder supremo”, Snoke (Andy Serkins). La liturgia de los sith –los caballeros oscuros, enemigos de los jedi– indica que solo puede haber dos: un maestro, y un aprendiz. ¿Quién fue el maestro de Snoke? ¿De dónde proviene? ¿Qué explica sus poderes fenomenales? Aunque estas respuestas quizás aparezcan en Episodio IX, lo cierto es que los guionistas tendrán que hacer malabares para que la historia cuadre a la perfección. Snoke fue asesinado por Kylo Ren sin antes testificar sobre sus orígenes o planes para la galaxia. No tiene la sofisticación del clásico Emperador Palpatine (Ian McDiarmid).
Rian Johnson, el director de The Last Jedi, ha dejado bien en claro que poco le importa Snoke. Para él, este villano solo es útil en la medida que facilita la conexión entre Kylo y Rey, cosa que efectivamente hace literalmente conectado sus mentes con sus poderes. Pero la situación parece sacada de Harry Potter, no de Star Wars. Según Johnson, una escena abarcando la historia de Snoke habría provocado “muchísima frialdad”. Creo que esto se podría haber planteado de forma dinámica, quizás involucrando a Skywalker, o bien a los (ausentes) espectros de Kenobi o mismo Anakin Skywalker (Hayden Christensen), es decir, Darth Vader.
Otra crítica que creo vale la pena hacer tiene que ver con el rol de Luke. Coincido con la visión que el propio Mark Hamill tiene acerca del personaje. Hubiese sido más interesante, y sobre todo original, si Rey se encontrara con un Luke inserto en un dilema constante entre el lado “luminoso” y el lado “oscuro” de la fuerza, como si fueran dos caras de la misma moneda. El concepto ya fue explorado por la serie gráfica Dark Empire, creada por Tom Veitch e ilustrada por Cam Kennedy, publicada en cómics entre 1991 y 1992. En esta trama, Luke esencialmente se pasa al lado oscuro de la mano de un Palpatine reencarnado para aprender los secretos ignorados por los jedi. Esta ambición es precisamente lo que lleva a Anakin a convertirse en el pupilo de Palpatine en The Revenge of the Sith. Por ello, un Luke en conflicto entre su lado afable y su lado revanchista quizás hubiera proveído la oportunidad ideal para transmitir la identidad de Snoke, como así también explicar la dinámica entre él y Keylo Ren. Me pregunto cómo hubieran salido las cosas con George Lucas a la cabeza.
Por último, me gustaría plantear una objeción menos relevante, pero de carácter simbólico, que tiene que ver con el proceso cognitivo por el cual diferenciamos entre “buenos” y “malos”. En las películas hechas por Disney (The Force Awakens, Rogue One, y The Last Jedi) se aprecia que los rebeldes son ahora representativos de un universo cosmopolita. Los “buenos” ya no son todos caucásicos, y están integrados por actores de todos los colores y orígenes étnicos. Esto se ve mejor en Rogue One, donde Diego Luna protagoniza al piloto Cassian Andor, que se expresa en acento marcadamente mexicano. Sin embargo, esta celebración de la diversidad no queda igualmente reflejada en el bando contrario. Podría decirse que todos los “malos” –los oficiales imperiales y compañía– son blancos con acento británico. Creo que esta una distorsión injusta como peligrosa; toca debates políticos contemporáneos imponiendo una tendencia sobre los espectadores más jóvenes.
Desde luego cada quien es libre de tener sus opiniones. Personalmente disfrute la película, pero me voy decepcionado con el libreto, la falta de originalidad, y la mediocridad a la hora de darle a los personajes el destino que se merecen. Quedará por verse a quién asesina Kylo Ren en Episodio IX sin siquiera entablar combate.