El concepto de “operación de paz” articulado por las Naciones Unidas es casi tan antiguo como dicho organismo internacional. Su primera misión de pacificación de hecho se llevó a cabo en Medio Oriente, para observar el mantenimiento del cese al fuego entre israelíes y árabes. En aquella oportunidad, las tropas internacionales conformaban lo que se conoce como el “Organismo de las Naciones Unidas para la Vigilancia de la Tregua” (ONUVT o UNTSO en inglés), que aún realiza sus funciones hasta el día de hoy bajo la forma de misiones específicas para supervisar las fronteras entre Israel y sus vecinos árabes, principalmente Siria y Líbano. Originalmente, los enviados por la ONU no debían contener las hostilidades, sino más bien simplemente reportarlas al Secretario General. Sus tropas no estaban armadas, y en cualquier caso apuntaban más que nada a generar confianza con los eslabones políticos y militares de los bandos enfrentados.
La primera intervención armada de los cascos azules (FENU o UNEF en inglés) no se produjo sino hasta 1956, momento en el cual la ONU intervino para hacer frente a las posibles contingencias que pudiesen ocurrir luego de la crisis de Suez. No obstante, tal como quedó manifiesto una década más tarde, la fuerza internacional en cuestión no pudo hacer nada para calmar la tensión en la región; y desde ya, tampoco pudo hacer nada para alterar el devenir que condujo a una guerra posterior – la guerra de los Seis Días.
Si bien hoy en día están armadas, las tropas de la ONU en rigor cumplen el mismo objeto que la primera misión iniciada en 1948. Son observadores que contribuyen a generar estabilidad. Pero tal como ocurriera en 1967, cuando Gamal Abdel Nasser expulsara a los uniformados internacionales, legalmente el mandato de los soldados despachados por la ONU debe finalizar cuando el Estado soberano que los recibe decide expulsarlos. Dicho esto, si la estabilidad se rompiera, los cascos azules tienen terminantemente prohibido intervenir en favor de un bando u otro, o por lo menos no hasta que el Consejo de Seguridad delibere y se ponga de acuerdo sobre el asunto. Teoréticamente, ese sería el momento en el cual las tropas, de por sí ligeramente armadas, podrían tomar partido solo para forzar a ambas partes a la mesa de negociación; lo que se conoce como “imposición de la paz” o peace enforcement.
En realidad, los cascos azules raramente cuentan con el armamento necesario como para poder forzar una paz por cuenta propia. Además, se concede que los efectivos enviados por la ONU pueden disparar si solo si están siendo atacados, pero incluso esto es desalentado dadas las implicancias políticas que dicha acción puede traer aparejada. Como la ONU no es un Estado supranacional o un ente todopoderoso, sus soldados dependen del capital humano y financiero que los Estados aportan. Más allá de su buena voluntad, su movilización o intervención depende ante todo de cuán rápido puedan los diplomáticos y burócratas resolver su participación.
Dadas estas condiciones, podría ser discutido que las fuerzas de paz carecen de iniciativa militar, siendo que en enumeradas ocasiones estas fallaron en prevenir o frenar grandes matanzas de civiles en zonas de conflicto donde se encontraban apostadas. Por ello, en vista de los acontecimientos actuales en el Golán, vale la pena rever y analizar el desempeño de la ONU a la hora de contener un conflicto. Más específicamente, y a razón de Medio Oriente, vale preguntarse hasta qué punto sus fuerzas pueden marcar la diferencia. Continuar leyendo «Cascos Azules: ¿fuerzas de paz o fuerzas de buena voluntad?»
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