El embajador ruso en Turquía, Andrey Karlov, fue asesinado el 19 de diciembre en Ankara por un guardia que se suponía que tenía que protegerlo. El asesino, Mevlüt Mert Alintas, es un policía de la unidad antidisturbios de 22 años, y vació su cargador justo cuando el embajador se disponía a dar un discurso en una galería de arte, probablemente ensalzando los lazos culturales entre Rusia y Turquía. Luego de cometer el asesinato, el joven policía grito en árabe:»Le juramos a Mahoma que moriríamos en martirio…en venganza por Siria y Alepo». Tambíen pronunció en turco: «No se olviden de Alepo. No se olviden de Siria…no estarán a salvo. Solo mi cuerpo muerto saldrá de aquí».
Podría decirse que la realidad superó la ficción. Los investigadores se ocuparán de averiguar si Alintas se radicalizó antes o posteriormente de haber entrado en el cuerpo policial. No obstante, el asunto más urgente es medir el impacto de este asesinato en las de por sí complicadas relaciones entre Rusia y Turquía. Si bien aún no es posible ver las cosas con cierto margen de perspectiva, es posible hacer una evaluación preliminar.
Artículo Original. Publicado también en INFOBAE el 24/10/2016.
Las relaciones entre Estados Unidos y Rusia nunca han estado tan mal en la era postsoviética. La tensión es tal, que, evocando los acontecimientos de la Guerra Fría, políticos, especialistas y militares han puesto el interrogante en la hipotética premisa de una guerra nuclear. La discusión se refiere a la plausibilidad de una tercera hecatombe global suscitada, entre otras cosas, a partir de la contrariedad que mantiene Rusia y el bloque occidental con respecto a Siria. Moscú ha dejado en claro que su intervención en el Levante no estará sujeta a ninguna negociación inquisitiva, la cual busque restringir o limitar el alcance de la influencia rusa en Medio Oriente. Por otro lado, Washington observa con preocupación que está perdiendo su capacidad de disuasión, puesta a prueba por una Rusia envalentonada, que responde más agresivamente a la interposición norteamericana en sus asuntos.
El solo hecho de que un escenario de guerra abierta sea tomado en serio dice bastante acerca de lo volátil de la situación. Como en las relaciones internacionales la percepción ocupa un papel central, hay quienes dirían que –si llegase a ocurrir algún día– semejante conflicto será el resultado de una profecía autocumplida, pues se concede que, con el tiempo, los prejuicios y las palabras hostiles embrollan la percepción que los países tienen el uno hacia el otro. Por eso, cuando Estados Unidos dice que Rusia comete crímenes de guerra en Alepo, los rusos perciben hipocresía, y ante todo una excusa para minar la consecución de sus intereses legítimos. En respuesta, el Kremlin expresa su malestar con amenazas, y más precisamente con la carta nuclear. Pero como lo muestra este caso, las armas suelen hablar mucho más que las palabras, especialmente cuando las primeras son lo suficientemente potentes como para hacer valer las bravatas verbales.
Luego de haberse ocupado de modernizar el arsenal de la otrora superpotencia, Vladimir Putin revivió la vieja usanza soviética de negociar con una pistola sobre la mesa. Esta diplomacia caliente consiste en desplazar las fichas sobre el tablero, creando la impresión de que la dirigencia rusa tiene menos aversión al riesgo que sus contrapartes en Occidente. Por esta razón, una percepción desacertada puede desencadenar decisiones erradas, y arrojar consecuencias fatídicas. Pese a la exhortación de moderación y templanza, las escaladas militares son una constante histórica, que devienen justamente de la capacidad de los líderes por interpretar –correcta o irreflexivamente– la voluntad de terceros actores en el teatro de la alta política. Ahora bien, este augurio pesimista no necesariamente se verificará en el presente. Aunque la tensión geopolítica entre Estados Unidos y Rusia subsistirá como eje de las discusiones, la guerra abierta perfectamente puede ser evitada, siempre y cuando los decisores juzguen correctamente las intenciones de sus adversarios. Continuar leyendo «La diplomacia caliente de Rusia: las armas hablan más que las palabras»
Artículo Original. También publicado en AURORA el 11/09/2016.
El miércoles pasado los medios israelíes dieron a conocer que Mahmud Abbas, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), habría sido reclutado por la KGB en los años 80. La información procede de los archivos desclasificados de agentes soviéticos, traídos a Gran Bretaña por Vasily Mitrokhin, un archivista ruso que desertó a la isla en 1991. Según lo revelado, para 1983 Abbas habría sido un agente soviético en Damasco, bajo el criptónimo de “Krotob” (крот) –ruso para topo, que es precisamente como se denomina en el mundo del espionaje a los agentes encubiertos–.
Los documentos fueron estudiados por Isabella Ginor y por Gideon Remez, dos investigadores israelíes que trabajan con el Instituto Truman para la Paz. Afirman que, circunstancialmente, el oficial de Abbas (es decir el superior a quien este habría tenido que reportar) habría sido Mijaíl Bogdanov, quien hoy actúa como el enviado de Vladimir Putin para Medio Oriente. ¿Fue Abbas coaptado entonces por la KGB? Continuar leyendo «¿Fue Mahmud Abbas agente de la KGB?»
Artículo Original. También publicado en INFOBAE el 01/09/2016.
El miércoles 24 de agosto las fuerzas armadas turcas lanzaron la operación terrestre “Escudo del Éufrates” para expulsar al Estado Islámico (ISIS) del área de Yarablus, en la frontera con Turquía. Con esta jugada, Ankara interviene militarmente en el conflicto sirio por primera vez. Según fuentes oficiales del Gobierno turco, el objetivo de la operación consiste en abrir un corredor para que la oposición moderada pueda tomar posesión del área, lo que representa un duro golpe al grupo terrorista. Es a través de la frontera con Turquía que los militantes islámicos contrabandeaban armas y recursos para su campaña, y también reclutas hacia el campo de batalla.
Por lo pronto, Recep Tayyip Erdogan anunció que la ciudad ha sido vaciada de elementos yihadistas en beneficio del Ejército Libre Sirio (FSA), la oposición moderada, que –aprovechando las circunstancias– tomó las posiciones del ISIS. Se dice que este es un acontecimiento significativo, pero vale la pena indagar sobre el asunto, y preguntarse por qué Turquía actúa ahora, cuando lo podría haber hecho un año atrás. Continuar leyendo «Incursión turca en Siria: ¿por qué ahora?»
Artículo Original. También publicado en INFOBAE el 16/08/2016.
Días atrás, el 9 de agosto, Recep Tayyip Erdogan y Vladimir Putin se reunieron en San Petersburgo. La reunión marcó el primer encuentro entre ambos líderes desde que Turquía derribara un caza de combate ruso en noviembre del año pasado; y el evento sugiere que ambas naciones están dispuestas a reconciliarse. Por supuesto, esta reunión, para nada casual, se produce a menos de un mes de la intentona golpista en Turquía.
La reunión recibió mucha cobertura mediática por parte de la prensa internacional. Evidentemente, esto se debe a la notoria personalidad que caracteriza a ambos líderes. Erdogan y Putin tienen prácticamente la misma edad (62 y 63 años), y comparten la misma inclinación por una política de macho, aquella idealización del hombre fuerte que pone sobre sus hombros la carga de llevar a la nación a la grandeza, y librarla de sus enemigos. ¿Qué significa entonces el encuentro entre estos dos líderes de impronta mundial? Continuar leyendo «¿Qué significa la reunión entre Erdogan y Putin?»
Como disciplina académica, el estudio de la diplomacia y de los asuntos internacionales presenta varios marcos teóricos. En esta materia, las teorías imparten aproximaciones conceptuales para explicar y dar cuenta del comportamiento de los actores que influyen sobre el globo. Por supuesto, el principal foco de los modelos teóricos son las entidades políticas, particularmente los Estados.
Como bien sabe cualquier estudiante de Relaciones Internacionales, los modelos teóricos estriban de una pregunta filosófica fundamental. Como entes racionales por naturaleza, ¿qué somos los seres humanos?, ¿bondadosos o egoístas? En líneas generales, según la respuesta que uno escoja, se estará más cerca de una postura “realista” o de una postura “liberal”. Este debate es el más trascendental de la disciplina. A partir del comportamiento humano, las teorías –realistas o liberales– buscan predecir el comportamiento de los Estados.
En tanto los realistas dirán que los Estados actúan motivados por intereses egoístas, principalmente en función de acrecentar su poder e influencia, quienes suscriben con alguna vertiente liberal dirán que esta machtpolitik, o “política de poder”, no es tan determinante como los realistas sugieren, y que los Estados, en las circunstancias adecuadas, prefieren cooperar antes que desconfiar entre sí.
Por otro lado, dejando de lado el debate entre realistas y liberales, existe un tercer enfoque que viene ganando protagonismo en las últimas dos décadas. Se trata de una perspectiva amplia, en rigor con dos vertientes principales, que adscribe a la opinión de que la cultura tiene un rol preponderante en las relaciones internacionales, puesto que los valores y las ideas de las sociedades sopesan sobre el comportamiento de los Estados. Como hablar de cultura es hablar de algo abstracto –algo con lo que no se puede “experimentar” con facilidad– este es un concepto difícil de definir, y no obstante fácil de comprender. Es evidente que no todas las sociedades comparten la misma cultura, las mismas normas o preferencias, y que esto, a su vez, tiene un impacto en la política internacional. Quienes sostienen que la cultura es algo más o menos estático difícil de cambiar (con especial énfasis en la religión) se llaman culturalistas, y se posicionan más cerca de los realistas. En cambio, quienes sostienen que las normas y preferencias son el resultado de construcciones sociales cambiantes se llaman constructivistas, y se posicionan más cerca de los liberales.
¿Pero cómo aplican estos enfoques a Medio Oriente? Soy de la opinión que, de la misma manera en que no existe una única receta para los problemas del mundo, un solo enfoque teórico no puede abarcar la complejidad y la vertiginosidad del globo. Pero si bien siempre hay un punto en donde los conceptos se complementan entre sí, en algunos casos algunos funcionan mejor que otros. Es decir, una teoría que puede explicar la realidad algunas veces, en determinado tiempo y lugar, posiblemente fallé para contextualizar lo que acontece en otro momento y espacio. ¿Qué hay entonces de Medio Oriente? ¿Qué enfoques teóricos son más adecuados para denotar lo qué sucede?
Como parte de una entrega de tres partes sobre la teoría de las Relaciones Internacionales y Medio Oriente, si por lo pronto tengo que escoger entre una de estas grandes disposiciones teóricas escojo la postura realista. En artículos venideros discutiré las otras aproximaciones. Continuar leyendo «Teoría de las Relaciones Internacionales y Medio Oriente: realismo»
Publicado originalmente en AURORAel 19/06/2016. Aquí se ofrece una versión más extensa del mismo artículo.
Las relaciones entre Israel y Rusia están en su punto histórico más alto. Para inferir esto, alcanza con observar que viene dándose un número sin precedentes de reuniones oficiales. El 7 de junio marcó la tercera vez, desde septiembre del año pasado, en que Netanyahu viaja a Moscú a estrechar la mano de Vladimir Putin. En este sentido, ambos países conmemoraron el 25 aniversario de relaciones diplomáticas.
Algunos comentaristas hablan de un romance, que sea ideológicamente verídico o de conveniencia estratégica, viene haciéndose más serio desde hace años. El presidente ruso visitó Israel dos veces, en 2005 y en 2012. También notorio, Avigdor Lieberman, exministro de Exteriores y actual ministro de Defensa, es admirador de Putin, y se ha vuelto un parroquiano del Kremlin: visitó Moscú en 2009, 2011, 2012, 2013 y 2015. Todo esto sin contar diversas reuniones ministeriales, y múltiples acuerdos de cooperación.
En esencia, es evidente que existe un vínculo creciente entre Rusia e Israel. Esta amistad se explica en correlaciones de índole pragmática, que aparentemente lograron sobreponerse a las importantes diferencias de criterio que separan a las partes. Lo que no está claro todavía, es si estas afinidades serán determinantes al momento de definir las relaciones bilaterales a largo plazo. No obstante, dado el nivel de cooperación sin precedente entre Moscú y Jerusalén, es conveniente analizar una relación que –según lo cree este autor– podría alterar significativamente el panorama diplomático de Medio Oriente. Continuar leyendo «Israel y Rusia: relación estratégica»
A raíz del enfrentamiento en Siria, puede decirse, a grandes rasgos, que en el tablero geopolítico se formaron dos bloques. En primer lugar, están los Estados que se oponen a la continuidad del régimen de Bashar al-Assad, entre los que se encuentran Estados Unidos y los países sunitas. Luego están los actores cuyos intereses coinciden con Damasco, y que por lo tanto apuestan por su preservación, principalmente Rusia e Irán.
En ocasiones, esta realidad ha llevado a los internacionalistas a afirmar que Moscú y Teherán son aliados estratégicos, una aseveración que por lo pronto a mí me parece exagerada. Aunque Rusia está más cerca de Irán que de las potencias occidentales en lo vinculado con Medio Oriente, hay indicios de que existen brechas importantes en la relación; y, en este punto, no está claro hasta donde, o en qué medida, el régimen islamista y el gran país eslavo sean socios a largo plazo.
A pesar de un resquemor compartido hacia Estados Unidos, la relación entre Rusia e Irán representa una trama complicada, llena de altibajos. Para empezar, Ruhollah Jomeini, el fundador de la república islámica, vapuleaba a la Unión Soviética tildándola como el “Satán Menor” (después del “Gran Satán”, Estados Unidos). En aquellos tiempos, Moscú era una fuente de apoyo a los adversarios domésticos y extranjeros del régimen teocrático. Rusia mantenía a los comunistas iraníes, y asistió militarmente a Saddam Hussein durante la devastadora guerra de ocho años entre Irak e Irán.
Desde que se consagrara la revolución islámica en 1979, y hasta que se demoliera el ensueño socialista en 1989, el Kremlin temía, con justa razón, que el ejemplo persa radicalizara a los musulmanes dentro de las repúblicas rusas, en las cercanías con Irán. Hoy en día el contexto es otro, pero las adversidades históricas subyacentes continúan condicionando las relaciones bilaterales. ¿Puede decirse entonces que Rusia e Irán sean aliados estratégicos? Continuar leyendo «Rusia e Irán: ¿aliados estratégicos?»
Artículo Original. También publicado en INFOBAE el 19/03/2016.
El presidente ruso, Vladimir Putin, ordenó la retirada del grueso de las fuerzas rusas apostadas en Siria. La decisión se produce casi siete meses después de que los contingentes rusos entraran en la refriega siria, en principio para socorrer al régimen de Bashar al-Assad. Con este anuncio, lo cabal es que Moscú apuesta por bajar las tensiones que de momento venían recrudeciendo día a día, especialmente con Arabia Saudita y con Turquía.
La retirada rusa, que cabe aclarar no es completa, responde al pragmatismo del Kremlin. En primera instancia, este evidentemente ha logrado preservar al régimen alauita en el poder. Como consecuencia, esto implica que los rusos conservan a su aliado, como así también su única salida estratégica al Mediterráneo, la base naval de Tartus. Desde una perspectiva más amplia, aunque es muy temprano para confirmarlo, la retirada de las fuerzas rusas delinearía las nuevas fronteras de facto de una Siria fragmentada. Continuar leyendo «¿Por qué retira Rusia el grueso de sus fuerzas de Siria?»
Artículo Original. Tambíen publicado en AURORA el 06/03/2016.
Más allá de toda discusión, si hay algo claro en relación con Siria es que la situación es crítica. Como discutía recientemente, el cese al fuego decretado por las potencias es endeble, y todo podría venirse abajo rápidamente. Solo hace falta que un actor regional ofenda gravemente a otro para que se desate una cadena de eventos desafortunados que ponga en vilo al resto del mundo. Rusia aseguró que no permitirá ninguna intromisión externa en las fronteras sirias. Por otro lado, Turquía y Arabia Saudita plantearon la posibilidad de irrumpir en la guerra civil para combatir a las fuerzas de Bashar al-Assad. Las tensiones son altísimas, y –a estas alturas– la seguridad internacional depende de que ninguna parte tome una decisión apresurada; de la cual no pueda retractarse más adelante.
Sin embargo, pese a la realidad de un escenario adverso que en lo sucesivo promete convulsionar a Medio Oriente, existen razones para conceder cierto optimismo. Aunque las tensiones (entre Siria, Irán y las monarquías del Golfo, y entre Turquía y Rusia) no desaparecerán en el tiempo previsible, hay motivos para argumentar que no habrá, o por lo menos no necesariamente, una escalada militar importante. Continuar leyendo «Fundamentos contra una escalada militar en Siria»