Muamar el Gadafi fue una de las figuras más controversiales de la política árabe del siglo XX, y ha sido catalogado en décadas pasadas como uno de los principales patrocinadores del terrorismo global. Sin embargo, en su última década de vida, quien gobernara el país norafricano desde 1969, decidió transparentar las causas internacionales pendientes que sopesaban en su contra. Esto se debe nada más y nada menos que a la agresiva política exterior norteamericana emprendida tras los ataques del 9/11.
El caso de Libia bajo Gadafi nos sirve como otro ejemplo que nos demuestra que en Medio Oriente, al hablar de los regímenes dictatoriales, el garrote rinde más que la zanahoria. En relación a este tema, Gadafi, a diferencia, o mejor dicho a costa de Saddam Hussein, aprendió que en la era del “nuevo orden mundial” no había forma de contrariar los intereses norteamericanos y salirse con la suya entero. Continuar leyendo «En Medio Oriente el garrote rinde más que la zanahoria: Libia»
Artículo Original – versión acotada publicada en AURORA el 14/10/14
En su discurso ante la Asamblea General el lunes pasado, Benjamín Netanyahu sugirió que las condiciones estaban dadas para refrescar el proceso de paz. Pero dándole una vuelta de tuerca a la hoja de ruta, el premier israelí propuso cambiar la trama del argumento tradicional. En vez de priorizar una solución a la cuestión palestina, Netanyahu sostuvo que existe una oportunidad histórica para que los Estados árabes normalicen sus relaciones con Israel. Sugirió que a partir de intereses y desafíos en común, dicho acercamiento a su vez facilitaría la concreción final de un acuerdo sobre la prospectiva estatidad palestina.
Esta propuesta, lo que para mí ha sido una maniobra bastante lucida de su parte, merece ser contextualizada y analizada. Dejando por ahora de lado el desempeño especifico de Netanyahu en lo que respecta a las negociaciones con los palestinos, vale la pena preguntarse hasta qué punto podría ser posible un rapprochement entre Israel y sus vecinos árabes. Continuar leyendo «El plan de paz de Netanyahu»
En un acertado y sintético comentario, George Chaya expone lo que a mi criterio es una de las principales crisis intelectuales que afronta Occidente hoy por hoy: la insolvencia del discurso políticamente correcto, en muchos aspectos identificado con las vertientes del llamado progresismo. En esencia, como en efecto indica Chaya en su columna, el problema en cuestión es la aparente e inmutable convención que ha sido establecida después de la Segunda Guerra Mundial sobre lo que está bien y lo qué está mal decir. Tal barrera es caprichosa, pues mientras entretiene ciertas miradas y apreciaciones sobre el bien y el mal en el mundo, al mismo tiempo condena visiones contrapuestas que pueden sumar grandes aportes a los debates actuales.
Llevado esto a la política internacional, vale preguntarse, entre otros interrogantes – ¿por qué las manifestaciones que demonizan a democracias como Estados Unidos o Israel reúnen a miles de personas, mientras que aquellas que expresan su rechazo contra dictaduras como Arabia Saudita o Corea del Norte reúnen a tan solo un puñado de manifestantes? Tal vez más relevante estos días, tal como se pregunta Chaya, ¿por qué no hay movilización para clamar contra las atrocidades del Estado Islámico (EI)?
Recientemente vi dos películas de 2012 que se prestan a un interesante ejercicio de contraposición. Dejando de lado el aspecto netamente artístico, las películas desempolvan y reflejan en la pantalla narrativas opuestas, entre aquella de la Cristiandad – lo que hoy es Occidente – y el Islam. Me refiero a la superproducción turca Fetih 1453 (Conquista 1453), dirigida por Faruk Aksoy, y a la producción polaca-italiana Septiembre once 1683, dirigida por Renzo Martinelli. La primera es hablada en turco y en griego, y la segunda en inglés.
En esencia, los espectadores descubrirán que mientras la primera película busca inspirar un fuerte nacionalismo turco, acaso una expresión artística del neo-otomanismo, la segunda película idealiza la defensa cristiana de Europa contra los invasores musulmanes.
No sin motivo, ambas películas resaltan en su título un año particular. Fetih1453 románticamente desarrolla la conquista otomana de Constantinopla (Estambul), evento que cristalizó la caída del Imperio romano oriental (y ortodoxo). Septiembre once 1683 idealizaen cambio la defensa de Viena contra los otomanos, evento que signó el principio de la prologada decadencia que sufriría el Imperio otomano, hasta su disolución final en 1922. Por lo dicho, 1453 y 1683 son años que pueden ser interpretados como bisagras históricas, las cuales – para bien o para mal – cambiaron el mundo para siempre. Continuar leyendo «Contienda cinematográfica: Fetih 1453 vs Septiembre once 1683»
Desde hace varios meses la política exterior de Barack Obama viene recibiendo un torrente de críticas proveniente de todas direcciones. Desde el frente doméstico, tanto demócratas como republicanos han reprochado la gestión presidencial en el desempeño de las relaciones internacionales. Los europeos, más tímidos y hasta divididos, resienten la falta de liderazgo que proyecta Washington en relación a las amenazas crecientes provenientes de Rusia y Medio Oriente. Aquí, los israelíes como las monarquías arábigas comparten un malestar común en la pasividad o falta de decisión norteamericana en lo relacionado con el programa nuclear iraní y el auge del yihadismo militante.
Las críticas apuntan a que Obama no tiene ninguna estrategia definida, ninguna jugada preestablecida, y que en aras de cosechar soft power (poder blando), termina descarriando la política exterior hacia una proyección de debilidad e indeterminación, lo cual enfurece a sus aliados e incentiva a sus enemigos. En efecto, lo que la diplomacia norteamericana no entendió, y allí la razón de esta presentación, es que para una potencia mundial como lo es Estados Unidos el hard power (poder duro) cuenta más que los ánimos idealistas de benevolencia. Puesto de otro modo, el garrote rinde más que la zanahoria.
Aunque discutible, a mi criterio en ninguna zona del globo queda esto tan claro como en Medio Oriente. Uno podría criticarle muchísimas cosas a la administración de George W. Bush, y sobretodo su descartada ecuación de riesgos en Irak. Pero visto en perspectiva, haciendo un balance de su gestión, parecería ser que Bush entendió las dinámicas árabes, mesopotámicas y levantinas mucho mejor que el actual presidente. Lo mismo puede decirse de su padre, de George H.W, e incluso de Bill Clinton.
En lo sucesivo presentaremos algunos casos paradigmáticos que a mi juicio dan cuenta de esta realidad, y colectivamente introducen el caso para que Estados Unidos adopte un rol más decisivo en Medio Oriente. Dicho papel no necesariamente debe estar basado en la intervención militar directa, pero sí en una consistente y constante proyección de poder; lo suficiente para disuadir a los “enemigos públicos” a comportarse como es debido. Para esto, miremos primero el caso de Irak. Continuar leyendo «En Medio Oriente el garrote rinde más que la zanahoria: Irak»
Artículo publicado originalmente en AURORA el 11/09/2014.
Según cifras del IDCM, el Observatorio de Desplazamiento Interno (por sus siglas en inglés), una organización sin fines de lucro internacional, se estima que, como resultado del avance del Estado Islámico (EI), por lo menos más de 1.3 millones de iraquíes han sido desplazados entre el primero de diciembre de 2013 y el 18 de agosto de este año. Aunque no podemos contar aún con cifras precisas, a esta altura existe suficiente evidencia que se están llevando a cabo matanzas sistemáticas cometidas por los yihadistas contra prisioneros de guerra, opositores políticos, y minorías religiosas como cristianos y yazidíes. Difícilmente pueda ser puesto en duda que lo que está actualmente ocurriendo en Irak es un genocidio. Especialistas en la materia e importantes líderes mundiales han acordado que las acciones de los combatientes del EI, llevadas a cabo en el nombre de la purificación religiosa, constituyen crímenes de lesa humanidad que se convierten en actos de genocidio, pues sus perpetradores constan tener una intención específica (dolus specialis) por destruir por lo menos un grupo étnico y religioso de la faz de la Tierra.
El propósito de este artículo es demostrar que en efecto existe un genocidio en Irak. Como marco conceptual, tenemos a nuestra disposición una serie de presuntas etapas o pasos que hacen al desarrollo de semejante atrocidad. En este campo podemos valernos de la opinión de dos académicos destacados en la temática como lo son Daniel Feirstein y Gregory H. Stanton. Estos autores reconocen que los genocidios se desarrollan a lo largo de procesos sociales y políticos que responden a un patrón – que si bien no es inexorable, en la mayoría de los casos es predecible. Los hitos en estos procesos se dan de forma progresiva, o incluso, dependiendo del caso, pueden darse de forma simultánea.
A modo de síntesis entre ambos especialistas, aplicando su pensamiento al caso iraquí, creo que podemos sistematizar y enumerar cinco etapas o pasos que ofrecen una perspectiva sobre la mentalidad auspiciada por el EI. Tal proceso ofrece una explicación sobre lo que está sucediendo hoy en día en Irak, y tal vez más importante, invita a una importante reflexión posterior. Continuar leyendo «Genocidio de las minorías religiosas en Irak»
El equipo de VICE News le ha hecho un gran servicio a la sociedad presentando un documental que relata las experiencias de varios yihadistas desde dentro del Estado Islámico (EI). Arriesgando claramente su vida, el periodista Medyan Dairieh convivió tres semanas con los habitantes y combatientes del flamante ente islámico. En el documental se exponen los quehaceres cotidianos de varios individuos movilizados por las promesas de conquista y purificación del Califa Abu Bakr al-Baghdadi.
El concepto de “operación de paz” articulado por las Naciones Unidas es casi tan antiguo como dicho organismo internacional. Su primera misión de pacificación de hecho se llevó a cabo en Medio Oriente, para observar el mantenimiento del cese al fuego entre israelíes y árabes. En aquella oportunidad, las tropas internacionales conformaban lo que se conoce como el “Organismo de las Naciones Unidas para la Vigilancia de la Tregua” (ONUVT o UNTSO en inglés), que aún realiza sus funciones hasta el día de hoy bajo la forma de misiones específicas para supervisar las fronteras entre Israel y sus vecinos árabes, principalmente Siria y Líbano. Originalmente, los enviados por la ONU no debían contener las hostilidades, sino más bien simplemente reportarlas al Secretario General. Sus tropas no estaban armadas, y en cualquier caso apuntaban más que nada a generar confianza con los eslabones políticos y militares de los bandos enfrentados.
La primera intervención armada de los cascos azules (FENU o UNEF en inglés) no se produjo sino hasta 1956, momento en el cual la ONU intervino para hacer frente a las posibles contingencias que pudiesen ocurrir luego de la crisis de Suez. No obstante, tal como quedó manifiesto una década más tarde, la fuerza internacional en cuestión no pudo hacer nada para calmar la tensión en la región; y desde ya, tampoco pudo hacer nada para alterar el devenir que condujo a una guerra posterior – la guerra de los Seis Días.
Si bien hoy en día están armadas, las tropas de la ONU en rigor cumplen el mismo objeto que la primera misión iniciada en 1948. Son observadores que contribuyen a generar estabilidad. Pero tal como ocurriera en 1967, cuando Gamal Abdel Nasser expulsara a los uniformados internacionales, legalmente el mandato de los soldados despachados por la ONU debe finalizar cuando el Estado soberano que los recibe decide expulsarlos. Dicho esto, si la estabilidad se rompiera, los cascos azules tienen terminantemente prohibido intervenir en favor de un bando u otro, o por lo menos no hasta que el Consejo de Seguridad delibere y se ponga de acuerdo sobre el asunto. Teoréticamente, ese sería el momento en el cual las tropas, de por sí ligeramente armadas, podrían tomar partido solo para forzar a ambas partes a la mesa de negociación; lo que se conoce como “imposición de la paz” o peace enforcement.
En realidad, los cascos azules raramente cuentan con el armamento necesario como para poder forzar una paz por cuenta propia. Además, se concede que los efectivos enviados por la ONU pueden disparar si solo si están siendo atacados, pero incluso esto es desalentado dadas las implicancias políticas que dicha acción puede traer aparejada. Como la ONU no es un Estado supranacional o un ente todopoderoso, sus soldados dependen del capital humano y financiero que los Estados aportan. Más allá de su buena voluntad, su movilización o intervención depende ante todo de cuán rápido puedan los diplomáticos y burócratas resolver su participación.
Dadas estas condiciones, podría ser discutido que las fuerzas de paz carecen de iniciativa militar, siendo que en enumeradas ocasiones estas fallaron en prevenir o frenar grandes matanzas de civiles en zonas de conflicto donde se encontraban apostadas. Por ello, en vista de los acontecimientos actuales en el Golán, vale la pena rever y analizar el desempeño de la ONU a la hora de contener un conflicto. Más específicamente, y a razón de Medio Oriente, vale preguntarse hasta qué punto sus fuerzas pueden marcar la diferencia. Continuar leyendo «Cascos Azules: ¿fuerzas de paz o fuerzas de buena voluntad?»
El prospecto de que Estados Unidos se reinserte en Irak para contrarrestar el avance del Estado Islámico (ISIS) ha generado un amplio debate entre profesionales de distintas ramas y procedencia. Mientras que existe mucha intriga acerca del futuro que le depara a Medio Oriente, la única certeza que puede apreciarse hoy es que tanto republicanos como demócratas arremeten contra la administración de Barack Obama – sea por su acción, o bien, inacción en su política para la región. Hasta la fecha, al momento de escribir, Obama solamente ha autorizado despachar 275 tropas para proteger su embajada en Bagdad, y desplegar aviones y drones para vuelos de reconocimiento sobre las posiciones del ISIS, medida que tal vez podría servir como antesala a una intervención armada aérea contra el grupo yihadista. Pero, ¿qué decidirá finalmente Obama?
Si se intentara estudiar el conflicto israelí-palestino solamente a partir de un análisis estadístico de la cantidad de muertos en ambos bandos, se hace evidente que Israel es el perro fuerte de la cuadra; el matón del barrio, y que los palestinos son los perros pequeños, indefensos, frente al poderoso hostigamiento causado por el primero. En relación a la operación Margen Protector, cifras oficiales de Naciones Unidas y organismos palestinos arrojan cerca de 2000 palestinos muertos, entre los cuales cerca de un 80% serían civiles, niños incluidos. Por el lado israelí, se reportaron 64 soldados caídos, tres civiles muertos por cohetes lanzados por Hamás, y los civiles gazatíes representarían un 50%.
Por supuesto, en este sentido, si usted desconoce el contexto de los enfrentamientos y fija su atención exclusivamente en la aritmética de fatalidades, no es ilógico dar por sentado que Israel actuó de manera desproporcionada, aun si se parte de la base de que comenzó la incursión en defensa propia. Con independencia de si el porcentaje de civiles alcanzados por fuego israelí fue de un 80% o un 50%, el hecho de que perecieron miles de palestinos a cambio de menos de cien israelíes no cambia. Los medios de comunicación aplican este ejercicio por excelencia, y sea por lo limitado del espacio, la cantidad excesiva de palabras, o las falencias profesionales de la profesión periodística, los canales conceden que no hay tiempo para un desarrollo informativo (al cual yo agregaría académico) contundente.
Se dice que una imagen habla más que mil palabras, y en cierto modo, por algo no deja de ser cierto que a los ojos de muchísimas personas, la desproporción numérica, y la consiguiente idea de devastación o masacre, dicen por si solas más que largos y aburridos párrafos que no todo el mundo estaría dispuesto a leer, o bien, escuchar. Continuar leyendo «¿Es Israel desproporcionado en su accionar en Gaza?»